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El arte siempre ha sido un vocero de los anhelos de la sociedad, expresa a La Jornada

El ceramista César Sermeño visibiliza los sufrimientos del pueblo salvadoreño

De 87 años, llamado el poeta del barro, ha creado cuadros en homenaje al maíz

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Ningún resentimiento tengo con la vida, pues cada día que amanece, al despertar sonrío y como dijo el poeta Hugo Lindo, cada día tiene su afán, afirma César Sermeño (en su casa de San Salvador)Foto Helio Enríquez
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Periódico La Jornada
Martes 7 de junio de 2016, p. 8

San Salvador.

Para el ceramista y pintor salvadoreño César Sermeño (San Juan Opico, La Libertad, 1928), llamado el poeta del barro, el artista es un delator que, además de agradar con lo que crea, visibiliza los sufrimientos de un pueblo.

El arte, expresa a La Jornada, “siempre ha sido un mensajero de los anhelos e inquietudes de un pueblo: un vocero.

Si un pueblo no tuviese anhelos ni problemas, ¿qué haríamos? Nuestra obligación es delatar esos aspectos.

De 87 años de edad, afirma que por eso es que muchas veces en aquellos años de juventud decían que uno era comunista; por la manera de pensar.

Sostiene que desde las épocas primitivas la cerámica ha sido una de las formas en que el ser humano ha manifestado sus emociones y sus problemas, como hizo el hombre en cavernas, con las vasijas.

Sus obras, explica, se basan en animales como búhos, palomas, gallos, peces y caracolas, en la flora y la fauna de su país, que muchas veces plasma en forma de platos, además de que ha elaborado murales cerámicos en la Ciudad de México y El Salvador.

De 1950 a 2008 participó en exposiciones individuales y colectivas en países de Centroamérica, México, Estados Unidos, Alemania y Japón.

Sermeño recuerda que en 1963 representó a El Salvador en una exposición mundial de cerámica en Washington, donde sus trabajos, tres palomas salpicadas de turquesa, fueron elogiados en el periódico The New York Times. Aparecer, aunque sea en un párrafo pequeño, es bastante, celebra.

Una de sus múltiples obras es un búho para cuyas texturas aprovechó la piña del pino. Tiene como 5 mil pedacitos pegados. Éste es para la casa.

Amistad con Roque Dalton

La vida de Sermeño ha estado llena de oportunidades, pero en parte es por haber atendido las inquietudes naturales que uno posee. Uno no hace las cosas por obligación o por trabajo, sino porque le agrada. Las personas me compran cosas que me gusta hacer. Es diferente a alguien que trabaja por obligación. Por algo muchos esperan las vacaciones, porque están hastiados de la rutina.

Agrega: Hago pintura creativa, no tengo capacidad de copiar. Soy creativo e interpretativo de la naturaleza. He pintado cuadros que son un homenaje al maíz; he jugado con símbolos precolombinos. Mi cerámica es de carácter pictórico, puedo pintar en lienzo o papel, pero lo hago en arcilla.

César Sermeño nació el 29 de marzo de 1928 en San Juan Opico, ciudad ubicada a más de 40 kilómetros de San Salvador. Su padre, Juan Antonio Sermeño, se dedicó a la pintura religiosa, lo mismo que su hermano Juan Antonio.

Aunque eran de diferentes generaciones, el ceramista mantuvo buena amistad con los poetas Roque Dalton –íbamos a la cantina La Ensenada, que estaba a cuadra y media de su casa– y Ricardo Bogrand, así como con el pintor, muralista y grabador Camilo Minero, salvadoreños los tres.

Rememora que comenzó a interesarse más por la cerámica cuando en 1947 fue becado por el gobierno de Honduras para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes de ese país.

En 1958 partió a México becado por el gobierno de El Salvador para estudiar en el Centro Superior de Artes Aplicadas, donde conoció y fue apoyado por el pintor Pedro Coronel, el muralista José Chávez Morado y el escultor Juan Cruz.

Regresó a El Salvador en 1961 y ahí ha realizado su obra; en 1965 ganó el primero y segundo lugares del Certamen Centroamericano de Ciencias y Bellas Artes de Guatemala, en la categoría de cerámica.

En la sala de su casa, situada en una colonia de Opico, guarda los bocetos fundidos en bronce de cinco esculturas que en 1958 hizo Pedro Coronel. Estas figuras están hechas de dos metros y medio y me parece que se encuentran en un museo de Suiza, donde adquirieron las obras.

Recuerda cómo en 1958 se las regaló el pintor zacatecano: “Yo estaba pegando una de las figuras, una terracota que se había roto y me dijo: ‘¿qué están haciendo?’, a lo que contesté: ‘pegando la figura para ver si me la regala’. Entonces, me dijo: ‘No fregués, te voy a regalar unas buenas’. Y así comenzó la amistad”.

Sermeño relata que antes de ser enviadas a Europa, las esculturas de Coronel fueron expuestas en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. Estas son sus figuras siguiendo el folclor mexicano el arte y el color popular.

Destaca la buena amistad que entabló con el pintor, y agrega: “Una vez llegó Pedro cuando yo estaba trabajando y me dijo: ‘Todos me buscan a mí, sólo vos no me has buscado’. Me le quedé viendo. ‘Vamos a ser amigos’, me dijo. Y así conocí a José Chávez Morado”.

–¿Lo visitan autoridades de su país?

–Uno pasa olvidado. También ha faltado actividad de parte mía, pero ya cumplí y sería hacer un esfuerzo que difícilmente lograría los objetivos. Ya dí lo que tenía que dar. No tengo ningún resentimiento con la vida. Cada día que amanece al despertar sonrío y como dijo el poeta Hugo Lindo, cada día tiene su afán.