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Puntos sobre las íes

Recuerdos XXXVI

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El Pana durante el mano a mano que sostuvo con el colombiano César Rincón en la monumental plaza de toros de Apizaco, Tlaxcala, en 2008Foto Notimex
I

nvestigué…

Cuando me enteré que Rodolfo Rodríguez El Pana había decidido tomar –no la botella– al toro por los cuernos, aceptando su alcoholismo y todo lo que esto le había acarreado, por mi parte pedí una cita con mi estimado amigo el médico especialista en esa materia, doctor Alberto Narváez Estrada, a quien conocí –años atrás– en el Centro Deportivo Chapultepec, por nuestra gran afición por el frontenis, al igual que mi hermano Marcelo y de ahí pa’l real hasta su muerte, hará unos seis o siete años, entregados a la más hermosa de la fiestas.

Vaya que sí.

El doctor fue aficionado práctico, fundador y entusiasta miembro de la Peña Don Dificultades y, por si esto fuera poco, padre de la plaza de toros La Florecita, la que bautizó así llevado por su amor a la compañera de su vida, doña Flor.

Me recibió con su acostumbrada educación y, obviamente, le dije que quería preguntarle por su experiencia en ese horrible vicio del alcohol que estaba destruyendo a El Pana y, por demás explícito, me dijo que el hecho de que hubiera decidido ingresar a una institución para desintoxicarse era el mejor de los síntomas, pero que había que tener mucho cuidado con los amigos cuando saliera, los que, según sus propias palabras, eran y siguen siendo tan perversos como Satanás.

Que ni qué.

* * *

Una visita increíble.

En el condominio donde vivo, un buen día me anunciaron la visita del señor Lebrija, quien deseaba hablar conmigo.

¿Será Álvaro? Me pregunté.

Y bajé a recibirlo, pero no era mi amigo, el estimado doctor, sino un joven que me dijo ser su hijo –lo que corroboré con sólo mirar el Mercedes Benz C230 color verde de su padre– y cuyo nombre no bien recuerdo si era Raúl o Arturo, quien me dijo que deseaba exponerme un proyecto relacionado con El Pana.

Le dije que encantado y, vaya sorpresa, me dijo que tenía ya filmado bastante material para un documental, que era su deseo participara yo, pues sabía que había sido uno de los partidarios del tlaxcalteca y me pedía accediera a que volviera con cámaras, micrófonos, luces y demás y fijamos fecha para ello.

Puntual llegó con toda la impedimenta y preguntas venían y respuestas surgían y, creo recordar, fueron casi dos horas de interrogatorio, dándome cuenta que el joven Lebrija había captado a la perfección lo que El Pana le había aportado a la fiesta y la guerra que desataron en su contra quienes, sintiéndose disminuidos, decidieron acabar con él.

Y no he sabido ya más.

Creo que lo que el joven Lebrija haya podido conjuntar debe ser exhibido en aras de postrer homenaje a tan singular torero y sería de lamentar que todo aquel inédito documento haya quedado olvidado sabrá Dios en que oscuros rincones.

¿Llegaremos a verlo?

* * *

Genio y figura…

Bien, en esto del toro, el chisme vuela y pronto supimos, por varias fuentes y conductos, que El Pana había salido ya de la institución donde lo habían tratado del maldito vicio y que estaba deseoso de volver a vestir de luces.

Y tornaron los contras

De nueva cuenta, la jauría dispuso silencio absoluto, pero no se salió con la suya, lo que motivó para no variar, su desesperación.

Guillermo Capetillo, el 30 de enero de 1994, escribió en la Plaza México una las más hermosas páginas que se recuerden, al inmortalizar al toro Gallero, de Cierro Viejo, al que le cuajó un faenón de antología, con capote y muleta y, honrando el traje de luces, lo despachó de un señor estoconazo, pese a que una buena parte del público le pedía indultara al morito y fue aquello una verdadera apoteosis con un coro de enardecidos aficionados que no dejaban de festejar las orejas y el rabo.

Y eso trajo cola.

Contratos a tutiplén por toda la geografía taurina mexicana y tardes buenas y otras no tanto, con los aficionados deseos de volver a ser testigos de aquellos sublimes momentos de Guillermo.

No faltó un avispado empresario que firmó a Guillermo para torear un festival en no recuerdo que placita y lo mismo hizo con El Pana, lo que provocó que los boletos volaran, sólo que, desgraciadamente, no hubo de piña ni de melón ni de sandía….

¿Y eso?

Continuará...

(AAB)