Opinión
Ver día anteriorDomingo 18 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

En la novillada inaugural, ¡Miguel Aguilar!

Cuidado con las escuelas

E

n su portal De Purísima y Oro José Antonio Luna Alarcón advierte: “…por vía de mientras, con la temporada chica 2016 hay que estar al alba. Los buenos aficionados podemos caer en la trampa. La era del vacío, el neoliberalismo desbocado, la sociedad de consumo, la FIT con Antonio Barrera al frente, Tauroplaza México y sus innovaciones, la televisión por cable y por Internet, las plumas vendidas, la belleza sin autenticidad, pueden inducirnos a error, caer en una trampa y darnos una idea de falsa verdad, de creer en un cambio sustancial y en la compañía táurica mercantil de Alberto Bailleres”.

“La nueva empresa denominó al serial de novilladas como Soñadores de gloria, eso está muy bonito, pero lo que los aficionados pedimos a los nuevos amos es que ellos sean soñadores de la vergüenza torera, aunque sea la mínima. Y que a su formato de campeonato del mundo de futbol, para confeccionar las funciones utilizaron novilleros extranjeros como cabezas de series y sortearon hasta las cubetas de las cervezas –como si así hubieran mandado Dios y Balañá que se armaran los carteles– lo han llamado Duelos taurinos cuando en realidad y hasta el momento, el único duelo verdadero y sentido de los aficionados de casta es por la decencia fenecida. Por eso, hasta no ver no creer, o sea, habrá que esperar a la temporada grande y ya diremos. Somos desconfiados y está muy bien, es que si se quiere conocer la ingratitud, la desventura y la injusticia crudas y sin pelar, sólo se necesita tener una afición sin límites al toreo y vivir en México”, remata preciso y ceñido Luna Alarcón.

Por su postrada parte los mexhincados positivistas –esos que parapetados en el autoengaño aplauden como focas toda decisión proveniente del poder o de allende el mar– pronosticaron que los jovencitos de importación les arreglarían su asunto a nuestros muchachos, les enseñarían a caminar verticales, el pellizco y el cante y mostrarían en cada suerte los vericuetos de la técnica asimilada en escuelas de Madrid, Sevilla y anexas. Pero qué creen, que en la novillada inaugural de la tardía temporada chica 2016 fueron los de aquí quienes les arreglaron su asunto a los peninsulares, que con dos erales del hierro de Los García ni supieron hacer ni pudieron decir absolutamente nada, reflejando los particulares criterios de la empresa para seleccionar e importar aprendices.

Miguel Aguilar, hermano del matador hidrocálido Mario, se hizo de una merecida oreja del cuarto, Contador, con 390 kilos, con recorrido y transmisión, al que templó muy bien con capote y muleta para coronar su labor con certero volapié. Y con uno de los novillos para los triunfadores, Orégano, con 379 kilos, de franca y alegre embestida, dejó verónicas y chicuelinas de auténtico lujo o, si se prefiere, de añeja y refinada tradición capotera. Con clase y cabeza, Aguilar estructuró una faena intensa, destacando tandas con la zurda y un trincherazo de antología. Fue de oreja pero ya la gente se resguardaba de la lluvia. Vaya porvenir el que se le presenta a este Miguel si el sistema no dispone otra cosa.

Mientras me emocionaba con los procedimientos tauromáquicos de este Aguilar brotaron algunas preguntas: ¿tantas escuelas taurinas no será otra manera de taparle el ojo al macho ante lo desarticulado y poco motivador de las empresas? ¿Despersonalizan, igualan o afinan el sello de los aprendices? ¿La técnica debilita o refuerza espontaneidad y sentimiento? ¿Dónde aprendieron Garza, Silverio y Procuna?