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Ver día anteriorMartes 18 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mosul: catástrofe anunciada
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yer comenzó la ofensiva internacional para desalojar a las fuerzas del Estado Islámico (EI) de Mosul, la segunda ciudad de Irak, en la que el grupo fundamentalista se hizo fuerte hace dos años y desde la cual proclamó un califato encabezado por su líder máximo, Abu Bakr al Bagdadi. El ejército iraquí cuenta con el respaldo de la aviación y algunas unidades de infantería de Estados Unidos, así como de fuerzas enviadas por el gobierno turco, además de milicias kurdas y chiítas. Se calcula que 20 o 30 mil elementos se enfrentan a cerca de 7 mil combatientes del EI en una ciudad que llegó a tener dos millones de habitantes y hoy, se estima, apenas cuenta con la mitad o menos.

En el teatro de operaciones, Barack Obama se juega el saldo de la que es probablemente la última operación bélica de su presidencia, en tanto que su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, busca consolidar su presencia militar en el país vecino y minimizar allí la fuerza de los kurdos, a los que considera sus enemigos.

Por su parte, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, tiene ante sí la complicada tarea de evitar que en la variopinta coalición de atacantes surjan rencillas étnicas que podrían empantanar y diversificar el conflicto hasta el punto de una fractura nacional.

Pero quienes enfrentan el panorama más angustioso e incierto son sin duda los pobladores de Mosul. Obligadas a colaborar con el EI y castigados con la muerte si intentan abandonar la ciudad, centenares de miles de personas se encuentran atrapadas entre los bombardeos aéreos y terrestres de la coalición asaltante y la barbarie que los ocupantes han exhibido de sobrada manera en su propaganda.

Es tan evidente la dramática situación de los civiles mosulíes que diversos organismos internacionales han instalado ya campos de refugio en los alrededores de la ciudad para aquellos que se atrevan a escapar de la urbe burlando la vigilancia del EI. Pero esas previsiones son del todo insuficientes, no sólo porque únicamente hay sitio para una pequeña parte de los eventuales refugiados, sino porque resultan inútiles para proteger a quienes queden expuestos a la artillería y, posteriormente, al fuego de los previsibles combates casa por casa.

En tales circunstancias, la Organización de las Naciones Unidas debe exigir a los gobernantes de la coalición internacional atacante que actúen con la máxima precaución, se abstengan de ordenar bombardeos indiscriminados y dejen de lado consideraciones de oportunidad política y de réditos geoestratégicos. La victoria militar de la causa en contra del EI sería una derrota moral inconmensurable si se produjera a costa de una masacre de civiles.