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Ver día anteriorMartes 25 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nuncio habemus
T

ras entregar sus cartas credenciales al presidente Enrique Peña Nieto, el nuevo nuncio apostólico (embajador del Vaticano), Franco Coppola, abordó varios temas ante la prensa, en especial el asunto de los matrimonios igualitarios, una propuesta que ha causado una reacción agria de los sectores laicos más conservadores y, desde luego, de la mayor parte de la jerarquía eclesiástica del país, los cuales han organizado manifestaciones en defensa de la familia tradicional –como si ésta se encontrara bajo una forma de amenaza– y han externado declaraciones con muestras de clara homofobia.

Las posturas del representante vaticano contrastan, por su mesura y prudencia, con las intolerantes proclamas de sectores y actores eclesiásticos nacionales, particularmente los editoriales de Desde la fe, órgano de la Arquidiócesis de México. En su conferencia, Coppola dejó clara su preferencia por una actitud pastoral y no por remachar la doctrina oficial de la Iglesia católica, y sugirió que se busque una vía mexicana para resolver el conflicto.

Recordó las palabras del papa Francisco acerca de la diversidad sexual, en el sentido de que se debe conocer a las personas, sus problemas, sus inquietudes y sus dificultades para ayudarles e indicarles el camino, pero no puedo repetir simplemente lo que está escrito en los libros, dijo, en clara referencia al fundamentalismo bíblico desde el cual muchos dirigentes católicos emiten una condena a secas de todos aquellos que no comparten la norma heterosexual. Por lo demás, lo dicho por el nuncio remite de manera inevitable a una de las primeras expresiones del pontífice argentino cuando se le inquirió acerca de su actitud hacia los homosexuales y respondió: ¿Quién soy yo para juzgarlos?

Las declaraciones de Coppola confirman la idea de que entre el actual papado y el ala conservadora de la jerarquía eclesiástica mexicana –cuyo más claro exponente es sin duda el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera– existe una distancia que fue particularmente palpable durante la visita a México del papa Francisco, en febrero pasado.

En tanto, el nuevo nuncio destacó los niveles de violencia que padece la población mexicana y señaló que en diversas latitudes en las que se ha desempeñado “lo duro de la miseria no (es) por escasez de recursos sino (…) por la miopía de líderes que buscan el camino del privilegio”. Se refirió, asimismo, a la presencia de delincuentes sexuales en las filas de la Iglesia católica y a la tendencia de ésta a encubrirlos, reiterando la postura oficial vaticana de que los curas pederastas cometen un delito que debe perseguirse y en esto no hay un paso atrás.

Varios posicionamientos del representante papal, reflejo claro de los de Francisco, se contraponen, en suma, a los de las cúpulas eclesiales nacionales, ajenas a las necesidades y sufrimientos de la feligresía anónima y acomodadas entre los sectores pudientes y oligárquicos del poder político, empresarial y mediático. Es lógico suponer que tales cúpulas buscarán atraer al nuevo nuncio y neutralizar lo incómodo de su discurso, y cabe esperar, por el bien de los propios creyentes, que Coppola sea capaz de mantener durante su estancia en el país esa distancia mesurada pero inequívoca que manifestó en su primera declaración como nuncio apostólico.