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Que aparezcan los 43, que termine la trata de niñas y niños, que haya justicia

El pulso del país, en mensajes a los fieles difuntos
 
Periódico La Jornada
Jueves 3 de noviembre de 2016, p. 5

De las 113 trajineras que forman la instalación Canto al agua, montada en el Zócalo de la Ciudad de México (CDMX) cuelgan panecillos de muerto elaborados en fomi (material plástico).

Ahí los visitantes escriben mensajes a sus fieles difuntos. Deseos que se convierten en el pulso de un país que arrastra tragedias: que aparezcan los 43, que termine la trata de niños y niñas, que haya justicia, ponerle fin a la muerte de menores por alcohol.

Poco más de cien mil personas acudieron este miércoles al Centro Histórico para pasear por sus calles: primero, visitar la megaofrenda hecha por alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Plaza de Santo Domingo, dedicada a Rufino Tamayo, para tomarse fotos con las sandías, los jaguares, los hombres mirando al universo, entre los 85 altares tetraédricos (prismas de cuatro lados), de dos por dos metros, intervenidos por alrededor de mil 500 universitarios, trabajadores e integrantes de esa comunidad.

De ahí a la Plaza de la Constitución, a conocer la instalación de Betsabée Romero, sus trajineras sin monumentalidades o grandes edificaciones, con nombres y recuerdos a escala humana de los que admiramos y los que nos duele, con ingredientes de nuestras casas y cementerios, explica la artista.

Muchas personas deambulan disfrazadas de catrinas, caras blancas, ojos negros, flores en la cabeza o trajes negros. Los pequeños van de calaveras, fantasmas, brujas.

Por conservar nuestras tradiciones

Los organizadores se alegran de que el festejo está teñido por la tradición iconográfica nacional, no parece una fiesta de disfraces de Halloween de otros lares. La flor de cempazúchil es la reina que llena con su color el Zócalo.

En las trajineras, que están dedicadas tanto a los muertos por sobredosis, a los suicidas, a los migrantes o a personajes como Carlos Monsiváis, permanecen intactas las ofrendas colocadas desde el pasado fin de semana: fruta, pan de muerto, sal. Nadie se ha robado nada porque es de los muertitos, y hay que respetar, dice una vecina del Centro que se animó a salir de su casa, paso a pasito porque necesita una andadera para caminar.

También se atreve a dejar un mensaje en los panecillos de fomi: siempre te recordaré mi niño, escribe. Al lado, muchos recados más que se imagina van navegando hasta donde se encuentran los destinatarios: Para mi abue que me cuida desde el otro lado, te quiero, papi, quisiera regresar el tiempo para darte un fuerte abrazo y decirte cuanto te amo, te extraño, Claudia, Concha, Abel, Rosa, Juana, Gaby, los extraño.

Y entre tanta nostalgia, un deseo común: que se conserven nuestras tradiciones mexicanas y, por qué no, uno que otro abucheo a los funcionarios que no hacen bien su trabajo, mientras alguien disfrazado de la muerte dorada con hoz en mano baila al ritmo del grupo Venado Azul, en espera del huapango de Los Cojolites y Mono Blanco, grupos que cerraron ayer el multitudinario festejo de Día de Muertos de este año.