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Al menos 46% no recibe aguinaldo; acoso sexual, entre los abusos más frecuentes

Sin contrato laboral en México, nueve de cada 10 trabajadoras del hogar
 
Periódico La Jornada
Domingo 11 de diciembre de 2016, p. 23

No, Raquel no ha sufrido tanto como otras trabajadoras del hogar. Dentro de lo que cabe, no. A ella su empleador sólo la manoseó, no la violó. La despidieron de repente, a las 5 de la tarde, no a medianoche.

Las violaciones a los derechos son tan constantes, que muchas aceptan condiciones tremendas de injusticia. Creen que así es, señala Marcela Azuela, de la organización Hogar Justo Hogar.

Raquel es originaria de Veracruz y tiene 44 años. Gracias a Dios no he sufrido tanto, insiste al comenzar a narrar su historia, aunque después de un breve silencio afirma: He padecido una que otra arbitrariedad. La verdad fui acosada sexualmente, y una vez me corrieron por comer.

María de la Luz Prado Orihuela, de 30 años, recuerda muy malas experiencias. La despidieron de su más reciente empleo porque se extraviaron unos lápices, comunes y corrientes. Fue el pretexto para no pagar mi incapacidad por maternidad, asegura en entrevista.

En México hay más de 2.3 millones de trabajadores del hogar y 95 por ciento son mujeres, según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). La mayoría labora en condiciones precarias: nueve de cada 10 no tiene contrato, 46 por ciento no recibe aguinaldo y 30 por ciento no tiene acceso a agua caliente para su aseo personal.

El viernes pasado el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (Sinactrajo) presentó su contrato colectivo de empleo. Buscamos mejores relaciones laborales, manifestó entonces Marcelina Bautista, secretaria general colegiada del organismo.

Al lanzamiento del contrato laboral acudieron Raquel y María de la Luz, ambas afiliadas al sindicato.

Raquel se dedica a esas actividades desde hace más de 20 años. Quería estudiar derecho, pero no me daba tiempo. A lo mejor me gustó más ganar dinerito. En uno de sus trabajos el empleador era como libidinoso. Veía de una manera muy fea a mi compañera. No creí que conmigo también sería así.

En varias ocasiones la tocó sin su consentimiento. Una vez me guardó el dinero en el bolsillo del suéter para manosearme, dice. Otra ocasión me quitó a su hijo cuando yo lo cargaba, y me agarró los senos.

Se quedaba helada, sin saber qué hacer, y él aprovechaba la confusión. Me robó. Puso en la mesa el dinero para la comida, otros pagos y mi sueldo. Al final me dí cuenta de que no me dejó mi salario completo. Cuando la esposa de ese hombre se enteró de lo que hacía su marido, corrió a Raquel.

No hace mucho, estando ya afiliada al sindicato, la despidieron por comer de más. Tenía derecho a una merienda, que incluía café, té o jugo. No más. Una vez tomó dos frutas y fue el acabose. Da impotencia, narra llorando. Se firmó un contrato, porque dicen que cumplirán y no lo hacen.

El 25 por ciento de los empleadores justifica dar de comer alimentos que sobran, según la Encuesta Nacional de Discriminación. La Ley Federal del Trabajo autoriza que laboren más de ocho horas diarias. Establece los pagos de aguinaldo y prima vacacional, pero esos derechos pocas veces son respetados.

María de la Luz buscó trabajo en varios lugares, pero no me lo daban por mi hijo. Decían que iba a faltar mucho, por la escuela o cuando se enfermara. Por eso optó por emplearse como trabajadora del hogar.

Hace unos meses, cuando la despidieron por la pérdida de los lápices, prefirió dejar el asunto así. Interponer una demanda implicaba tiempo y dinero. A días de que naciera su bebé y sin trabajo, era lo que menos tenía.

Cuando exiges lo que te corresponde, los empleadores comienzan con que todo haces mal. Pero esa mala relación nos afecta a ambas partes, señala María.