Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de diciembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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En recuerdo de Rafael
U

nas cuantas líneas con el objeto de compartir el pésame por la pérdida de ese hombre que entregó su vida, con hartas satisfacciones, al servicio público, que extiendo no sólo a su familia sino a su equipo imediato, como José Luis Martínez, Cornejo y Saúl Juárez, entre otros.

Rafael Tovar y de Teresa fue buen jefe; sabía escuchar, dejó huérfana la Secretaría de Cultura que tanta energía y esfuerzos le deparó, la parca no le dio el tiempo indispensable para disfrutar el haerla echado a andar. Pensando en eso lamentamos más su pérdida porque nos identificamos con su inquietud y su sufrimiento. Hizo más allá de lo que pudo y sus compañeros lo saben.

Rafael era un aristócrata, no simulaba serlo, lo era y lo dejó explícito en su primera novela, publicada por Alfaguara hace cerca de 10 años. En un suave esitilo que pudiera denominarse posrománico, Rafael narra recuerdos albergados de una época que le fue muy grata, la de su niñez y adolescencia. El personaje público está ausente de toda la narrativa, como si se hubiera propuesto generar una obra de ambiente porfiriano, grata, descriptiva, resaltadora de ciertas costumbres, rituales, modas y referencias, sin por ello, en lo más mínimo, alabarla o enaltecerla. Es un novela ligeramente afrancesada y lo es de buena cepa si recordamos que los Polignac, por ejemplo, aparecen en Proust. Hay ires y venires en varios tiempos, como ocurre con obras de otros escritores mexicanos consagrados que sin duda Rafael admiró: Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco y Fernando del Paso, entre ellos, pero el aire anticuado priva, poniendo énfais ocasional en la descripión de ambientes domésticos, objetos, paisajes, personajes y atuendos de los mismos.

No es necesario decir más; Rafael es autor de narraciones breves que no han sido publicadas. Ninguna de sus dos novelas alcanzó auténtico éxito editorial y me he permitido realzar la primera porque da una idea clara del ambiente que lo precedió y en que llegó a desarrollarse.

Ambos hermanos: no sólo Guillermo, dejaron un legado a su país; ojalá se resguarde como testimonio de una época en la que el servicio público era al menos, muy educado a la vez que culto y hasta sabio, no sólo musicalmente. La vida pública de Rafael en cierto modo hace olvidar u obstruye su nivel de escritor y hay que tener en cuenta eso cuando se pretende realizar una semblanza de su actividad en general. Su atención a las letras tuvo una intensidad similar a la que desarrolló por la música. Como quiera que sea: ¡se fue demasiado pronto! Y vaya si lo lamentamos, Fernando Serrano Migallón.