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La muestra sobre la musa y primera esposa de Picasso retrata la intimidad de la pareja

Olga Khokhlova protagoniza por primera vez una exposición en París
 
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de marzo de 2017, p. 4

París.

Olga Picasso, la primera esposa y musa del genio español, es por primera vez protagonista de una exposición en París, que retrata la relación íntima de la pareja desde sus primeros días felices hasta su brutal descomposición.

El reflejo de la vida del artista en su obra es más evidente que nunca en esta muestra inaugurada ayer en el Museo Picasso. Olga Khokhlova, la bella bailarina rusa con la que el malagueño se casó en 1918, tiene una presencia constante hasta que se separan, en 1935. Sin embargo, su representación evoluciona a la par con su relación y el arte de Picasso.

En los primeros años, Olga protagoniza retratos clásicos, con semblante reservado, de mirada esquiva y extrañamente inmóvil para una bailarina, explica la curadora Emilia Philippot. Aparece leyendo o escribiendo, y las cartas en ruso sacadas a la luz para la muestra –procedentes de la fundación española copresidida por su nieto Bernard Ruiz-Picasso– permiten entender por qué.

Esta hija de un coronel ruso mantuvo una dolorosa correspondencia con su familia, a la que no volvió a ver tras su boda. Mientras la pareja goza de la celebridad creciente del artista, su madre y hermanas caen en la miseria, con la desaparición de su padre y hermanos en plena revolución rusa.

Te querré hasta la muerte

La melancolía de la esposa se respira en sus retratos, nunca sonríe. ¿Pero era realmente así? En las cartas, Olga no comunica demasiado sobre ella ni de su vida en Francia, dice Philippot.

Y la imagen seria y cerrada que le da invariablemente Picasso no corresponde con las fotografías y videos personales expuestos en la exposición, en los que se muestra alegre con Picasso y el único hijo que tuvieron, Paulo, incluso cuando ya se habían desatado las primeras tormentas por la irrupción de la amante del artista, la joven Marie-Thèrese Walter.

Foto
Olga Khokhlova en un cuadro del artista malagueño incluido en la exposición que ayer se inauguró en el Museo Picasso de París; la muestra concluirá el 3 de septiembre

Los retratos enternecedores de la serie La maternidad son los testimonios de la última etapa familiar feliz. La esposa se transforma en Grand nu au fauteuil rouge (1931), en una figura deforme y monstruosa, ya en plena época surrealista.

Busco la semblanza más profunda, lo real más real, hasta el punto que sea surreal. Es así como concebía el surrealismo, pero la palabra ha sido empleada de otra manera, dijo en una ocasión Picasso.

Olga es pintada con tonalidades grises y formas pesadas, inquietantes. Marie-Thèrese inspira en cambio una serie, Bañistas, de colores alegres, en posiciones eróticas.

Prueba de la crisis matrimonial es Le Baiser (1931); reúne en la cama una figura con los ojos cerrados, entregada a un personaje que mira hacia el otro lado. Su beso, del que destacan los dientes y las lenguas como puntas de lanza, es aterrador.

El sufrimiento no acaba. Picasso se adentra en el universo mitológico, convirtiéndose en un minotauro movido por las pulsiones sexuales y atormentado por la crisis con Olga, angustia que plasma en La Minotauromaquia (1935). Picasso sufrió mucho con esta relación a tres, confía Philippot.

Picasso y Olga se separan en 1935 y él deja de pintar un tiempo. Siguieron casados hasta la muerte de ella, en 1955, debido a que el derecho español prohibía el divorcio. La bailarina rusa lo siguió amando. Cuando el artista se instaló en el sur de Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, ella lo siguió, junto a su hijo Paulo y con su baúl, incluido en la muestra, donde transportaba toda su vida.

Olga le enviaba tarjetas con fotografías de ella de joven y de Paulo. Pero el artista no dio vuelta atrás. Se casó con Jaqueline, su segunda esposa, en 1961.