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Desde distintos puntos de vista, cerca de medio centenar de películas tocan el tema

Complejo, ambiguo y polémico recorrido de ETA en el cine hasta llegar al humor

Imanol Uribe realizó una trilogía

Lo peor que puede haber es la autocensura: Borja Cobeaga

 
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de marzo de 2017, p. 8

Madrid.

Desde sus orígenes, el cine ha plasmado su mirada sobre los conflictos sociales del momento, y el caso vasco no es excepción. Unas veces desde la militancia política y otras desde la valentía y la honestidad, incluso desde la comedia, cerca de medio centenar de películas recogen distintos puntos de vista sobre Euskadi Ta Askatasuna (ETA), de la que se espera un inminente anuncio de desarme seis años después de que declaró un alto el fuego definitivo.

ETA nació en plena dictadura, en 1959, pero hubo que esperar a la muerte de Francisco Franco (1975) y los comienzos de la transición a la democracia para que el cine se aproximara al conflicto y pudiera abordarlo libremente. Sin embargo, el primer largometraje centrado en la organización, Comando Txikia (La muerte de un presidente), no fue precisamente aplaudido.

Dirigida por José Luis Madrid en 1977, recrea el atentado más espectacular de ETA: el asesinato del entonces presidente del gobierno español Carrero Blanco. Pero su retrato de lo sucedido fue tildado de sensacionalista, oportunista y franquista.

Como filme político carece de todo rigor y del más mínimo análisis del hecho que presenta; como filme de acción resulta zafio y aburrido, criticó tras su estreno el también cineasta Fernando Trueba.

Algo de mejor fortuna tuvo la nueva versión sobre el atentado que filmó dos años más tarde el italiano Gillo Pontecorvo, Operación Ogro. Sin embargo, aunque recibió el aval del Festival de Venecia con el premio a su director, fue acusada esta vez de mitificar a ETA.

La cuestión vasca

Ese mismo año, en 1979, llegaría también el primer documental del cineasta que más veces ha abordado el sangriento conflicto: El proceso de Burgos, de Imanol Uribe.

Uribe debutó en el largo con este filme que recoge los testimonios de los 16 militantes de ETA protagonistas del famoso juicio en 1970.

Aunque es considerada por muchos una película esencial y honesta, tampoco estuvo exenta de polémica, sobre todo debido a una introducción contada por uno de los miembros más significativos de la coalición HB, luego refundada en Batasuna y brazo político de ETA.

El cineasta volvió a la cuestión vasca con La fuga de Segovia, sobre la huida real de unos 40 presos de ETA en 1976, y La muerte de Mikel, con la que cerró su trilogía.

No obstante, su éxito más rotundo llegó una década después con Días contados (1994), retrato de un etarra atrapado en una organización en la que ya no cree y la mujer de la que se enamora. La película se alzó con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián –que también premió a Javier Bardem– y se llevó ocho Goyas.

Al certamen regresó en 2015, ya fuera de concurso, con Lejos del mar, la historia de dos destinos marcados por la violencia de ETA, que protagonizaron Elena Anaya y Eduard Fernández.

Foto
Cartel de La fuga de Segovia, de Imanol Uribe, quien filmó además El proceso de Burgos, La muerte de Mikel, la laureada Días contados y Lejos del marFoto tomada de Internet

Otra historia de amor con trasfondo político fue La rusa (1987), de Mario Camus, protagonizada por un asesor del gobierno que debe encargarse de negociar con ETA en París.

Camus continuó analizando los fantasmas del pasado etarra en su aclamada Sombras en una batalla (1993), donde introduce el papel de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), y en La playa de los galgos (2002), sobre cómo la violencia puede cambiar la vida de la gente normal.

Con el paso de los años, el cine ha ido abordando diferentes aristas del conflicto: desde la relación entre ETA y el narcotráfico en Ander y Yul (Ana Díez, 1988), la actuación de los servicios secretos (El Lobo, de Miquel Courtois, y la más reciente Lasa y Zabala) o la difícil reinserción, como en Goma 2 (José Antonio de la Loma), Golfo de Vizcaya (Javier Rebollo) y Yoyes (Helena Taberna), basada en la vida y el asesinato de la primera mujer con un puesto de responsabilidad en la organización.

Diálogo político

Ya entrado el siglo XXI llegó otro documental clave: La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003), de Julio Médem. La película, que desató ríos de tinta y fue una de las más polémicas y vistas sobre el tema, aborda la situación en el País Vasco desde numerosas perspectivas con el fin, en palabras del cineasta, de condenar la violencia e invitar al diálogo político.

Y controvertida fue también, tanto por su contenido como por su arriesgada propuesta estilística, Un tiro en la cabeza, de Jaime Rosales (2008). Sin apenas diálogos y con base en largas secuencias, la cinta narra el día a día de un hombre que mata a dos policías. Ese mismo año, Manuel Gutiérrez Aragón estrenó Todos estamos invitados, en la que ahonda en el miedo y los silencios que genera el conflicto en la sociedad.

La complejidad y lo espinoso del tema, la ambigüedad en el punto de vista o las simpatías ideológicas han marcado a lo largo de estos años la mirada del cine sobre ETA, pero también lo han hecho la valentía y voluntad de arrimar el hombro de algunas propuestas.

Eso sí, hubo que esperar hasta 2014, tres años después del fin definitivo de la violencia, para abordar el conflicto desde el humor. Lo hizo el aplaudido guionista de Ocho apellidos vascos, Borja Cobeaga, en Negociador, centrada en la fallida negociación de 2005 entre el gobierno español y ETA.

“Hasta Ocho apellidos, los miedos a hacer chistes sobre la kale borroka (lucha callejera) eran muy fuertes, y creo que el público ha dado una lección de madurez brutal”, contó Cobeaga a Dpa durante su estreno en San Sebastián. No obstante, el miedo y la prudencia siguen imperando, afirmaba entonces. Y no es que me considere imprudente, pero creo que lo peor que puede haber en este sentido es la autocensura.