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Bob Dylan nos comparte sus secretos de gran lector
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Periódico La Jornada
Sábado 1º de julio de 2017, p. a16

Entre el alud de acontecimientos que ha desatado en los meses recientes el señor Robert Zimmerman tenemos en los anaqueles tres libros tres de flamante/flameante aparición: Letras completas; Tarántula y Crónicas I: memorias, tres obras con la firma del autor galardonado con el Premio Nobel de Literatura.

Esos tres volúmenes se deben a la acción estupenda de MalPaso Ediciones, cuyo catálogo ostenta numerosas joyas bibliográfico/musicales de las que daremos cuenta en el futuro inmediato.

Uno de los tres libros de Dylan mencionados se ganó la nota (de acuerdo con el argot periodístico), porque su autor desató una enésima tormenta sin mover un músculo, como suele ocurrir.

Lo que en los medios se conoce como periodismo canalla, activó un artefacto explosivo que surtió el efecto esperado pero apenas duró unas horas, porque al poco tiempo ya muchas ediciones electrónicas de periódicos importantes que habían echado las campanas al vuelo, se apresuraron a esconder la nota y también a bajarle de productos de gallina.

Sucede que a alguien se le ocurrió jugar al detective y mediante un sistema computacional pareó el discurso que escribió, leyó y envió vía video a Estocolmo, como aceptación del Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, con una página electrónica que utilizan los escolapios de secundaria para copiar las tareas y engañar al profesor.

El resultado fue lanzar una acusación grave, por infundada, sin mostrar las pruebas: acusar de plagio a Robert Zimmerman. Los encabezados inundaron las redes pero nadie cayó en el garlito. Acusar a Bob Dylan de haber copiado de una página de párvulos su discurso para recibir el Premio Nobel de Literatura fue un dislate que cayó por su propio peso.

La aparición de Crónicas I: memorias, de Bob Dylan –ese libro que conocimos en inglés–, ahora en español vía MalPaso Ediciones, permite continuar con la sonrisa que nos alumbró el rostro a quienes observamos divertidos esa nueva travesura dylaniana, sin que él, insisto, moviera un músculo.

Resulta claro, nuevamente, que Bob Dylan continuará moviendo el tapete a muchos durante muchos años más, lo cual lo mantendrá, parafraseando uno de sus versos, forever young.

En la edición de sus Memorias, a cargo del sello MalPaso, podemos disfrutar de sus historias, anecdotario y aventuras, pero elijo, y comparto, subrayar los pasajes de este libro donde Bob Dylan nos deleita con su muy peculiar modo de platicar sus lecturas favoritas, y lo hace de la manera idéntica como lo hizo en su discurso para recibir el Premio Nobel (por cierto, resultó también evidente que la casi totalidad de los periódicos que cabecearon y celebraron el supuesto plagio de Bob Dylan, no leyeron el discurso, y se perdieron de algo exquisito).

Entre los aciertos de MalPaso Ediciones está su sentido de oportunidad, pues en el prólogo Benjamín Prado se da el lujo de citar el discurso de Dylan, hecho asombroso debido a que el tiempo de edición de un libro es más largo que, obvio, el de un periódico.

En su libro Crónicas I: memorias, Bob Dylan nos regala pasajes deliciosos, donde el amor por la lectura prima. Cuenta, por ejemplo, cuando MacLush uno de los poetas laureados de Estados Unidos, afirmó que me consideraba un poeta de verdad, que mi obra sería piedra de toque para generaciones venideras, que yo era un poeta de posguerra de la Edad de Hierro, aunque aparentemente había heredado algo metafísico de una era perdida.

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Con su peculiar sentido de la ironía, Dylan habla de autores de culto por igual que populares y siempre conserva un sentido de humildad en sentido contrario a muchos lectores que se precian de conocedores.

(MacLush) Me preguntó si había leído a François Villon, el poeta francés, le dije que sí, y comentó que notaba cierta influencia suya en mi trabajo.

El pasaje más conmovedor y alucinante de todo el libro ocurre cuando Dylan, en su peregrinaje por todo el Greenwich Village, vive una temporada en casa de sus amigos Ray Gooch y Chloe Kiel, poseedores de una amplia biblioteca que hizo las delicias de Bob Dylan, a quien conmovió de manera determinante Tucídides, el general ateniense cuyos relatos producen escalofríos.

Realiza reseñas Dylan en el estilo exactísimo que esgrimió en su discurso del Nobel, lo cual confirma, por si hiciera falta, su inocencia respecto de supuestos plagios y nos lleva de la mano al infinito viaje que significa la lectura.

Maupassant, Gogol, Hugo, Dickens, Balzac.

Bob Dylan en una habitación llena de libros, temblando de placer y conmoción al leer a Tucídides, quien a su vez palidecía con la siguiente lectura: “aquellos libros parecían sacudir el cuarto de manera nauseabunda y enérgica. Las palabras de La vita solitaria de Leopardi se me antojaban salidas del tronco de un árbol, sentimientos desolados e infranqueables”.

Nos revela secretos a voces: leía muchos pasajes en voz alta, degustando el sonido de las palabras, el lenguaje.

Nos revela: “había leído a Voltaire, Rousseau, John Locke, Montesquieu, Lutero, visionarios, revolucionarios… Era como si los conociera, como si hubieran estado viviendo en patio trasero”.

El siguiente pasaje de su libro Crónicas I: memorias, publicado en inglés en 2004, que conocimos, y hace unos días en español por MalPaso Ediciones, dice con otras palabras lo que dijo Dylan en su discurso del Nobel: al componer una canción, uno expresa una visión del mundo, aunque a veces hay pocas posibilidades de que esa visión sea acertada. Y otras veces uno dice cosas que nada tienen que ver con la verdad de lo que se quiere expresar, o dice cosas que todos saben que son verdad. Por otro lado, al mismo tiempo uno piensa que la única verdad sobre la tierra es que no hay ninguna.

El Disquero recomienda con estrépito, alegría y gozo de lector y melómano, el libro Crónicas I: memorias, de Bob Dylan, publicado en México en español por MalPaso Ediciones.

(De venta en la Librería de La Jornada, avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac; estaciones del Metro Zapata, División del Norte y Parque de los Venados.)

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