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Puntos sobre las íes

Recuerdos Empresarios (LVI)

T

ras la tempestad…

Sí, después de los amargos tragos –dos– que tuve que vivir (la amenaza de los representantes del Banco de México y las negativas y recortes de Javier Garfias), todo se engrandeció aún más gracias a dos auténticos caballeros: don Pedro Domecq y don Antonio Ariza, anfitriones que fueron para que el festival tuviera un auténtico broche de oro.

Convocaron, allá por los rumbos de Los Reyes, a un banquete de polendas al que no le faltó nadie, ni nada: don Fermín con su familia, la familia Cosío, los ganaderos, los cinco matadores, Humberto Peraza, el licenciado Jiménez San Pedro, periodistas, locutores, amigos de siempre, picadores, banderilleros, camarógrafos, Los Tres de Tres, artistas, cantantes, pintores, no pocos paracaidistas, aficionados de los auténticos, publicistas, líderes empresariales y un sinfín de invitados, habiendo pasado todos una tarde memorable.

La animación estuvo a cargo de Morenito y, entre los invitados a expresarse en público, don Antonio Ariza, cuyas emocionadas palabras se refirieron a la amistad entre su familia y la de don Fermín, quien comenzó en España para fortalecerse en México, tierra maravillosa, que día a día, enaltece más a la amistad y a la fiesta.

A poco y a regañadientes, se acercó al micrófono el licenciado Jiménez San Pedro, quien dijo que si siempre se había considerado aficionado de hechos y palabras, ahora lo era con alternativa, por lo mucho que había aprendido y aprendía, dado que diariamente tenía que lidiar de todo: desde nobles y pastueños hasta resabiados y difíciles.

Y al concluir sus palabras, un grupo de periodistas, obviamente encabezado por Bernardo Fernández Macharnudo, pidieron orejas y rabo para el licenciado, que bien se supo ganar los máximos trofeos con sus sentidos decires.

No fue empresa fácil que Eduardo Solórzano Dávalos aceptara dirigir unas palabras, pero no le quedó más remedio que hacerlo cuando don Antonio Ariza le dijo Lalo, lúcete como solías hacerlo cuando estabas en activo.

Y a todos nos dejó con ojos y oídos cuadrados, al conmovernos con emocionadas palabras, lo que puedo calificar como ayer, hoy y deseo.

AYER. En septiembre de 1953, tuvo lugar en la plaza México un festival que se llamó del recuerdo y en el que alternaron los matadores retirados Pepe Ortiz, Heriberto García, Jesús Solórzano, Paco Gorráez, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Hubo plaza llena y el dinero recaudado se entregó a doña María Izaguirre, esposa del presidente Ruiz Cortines, quien lo aplicó para fines benéficos a la niñez.

HOY, noviembre de 1973, festival para descubrir y colocar la escultura de mi gran amigo Fermín Espinosa Armillita, y en el tuvimos casi un lleno total, cinco figurones en el cartel, y que hoy están aquí, y pido para ellos el homenaje de una cariñosa ovación. Aquello fue la locura, los gritos de toreros, toreros fueron eternos y no pocas lágrimas se derramaron cuando se demandaban para ellos los máximos trofeos.

DESEO, Lalo, ya encarrilado, volvió a sacudirnos con aquella su voz de barítono: “Si el primero de estos festivales tuvo lugar en 1953 y transcurrieron 20 años para repetirse algo tan maravilloso, ojalá dentro de otros tantos, otros muchos puedan vivirlo.

***

Y hubo más.

Cuando todo parecía indicar que tras aquella reunión volveríamos a nuestras diarias ocupaciones, nunca imaginamos Los Tres de Tres de la convocatoria de un gran funcionario, sin cuya comprensión, consejo y auxilio hubiéramos fracasado estrepitosamente: fue la invitación a compartir el pan y la sal del licenciado Jiménez San Pedro.

De no creerse.

Y sí de agradecerle.

Obviamente –no faltaba más ni sobraba menos–, hicimos coperacha y a media reunión le entregamos un regalo, a lo que comentó: “Si todas aquellas personas, grupos o asociaciones a los que he tenido la oportunidad de ayudar o facilitar algún trámite me hubieran dicho gracias, licenciado me sentiría halagado, pero, ahora, con este rasgo, agradezco a la vida la amistad de ustedes tres”.

(Continuará)

(AAB)