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Piedra adentro consiste en 26 piezas de mármol, ónix y cuarcita de las que escapan caras

Peñalta, artista que libera rostros humanos y animales de las rocas

Se exhibe en el Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo, en Oaxaca

Trabajar esa técnica ha significado un regreso a lo más elemental en este mundo, lleno de realidades que muchas veces no lo son, comparte

Llegará a la CDMX el 24 de agosto

Foto
Para el artista, la vida es una gran placa de piedra cortada en la que se ven sus vetas: Podemos autocompadecernos por esa veta que cruza, disloca y destruye un rostro que hubiéramos querido pintar, o aceptar y empezar a trabajar a partir de las que nos tocaronFoto cortesía del artista
 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de julio de 2017, p. 6

Abogado de formación, que ha vivido el arte –su pasión– desde niño, Alan Jorge de Rosenzweig (Ciudad de México, 1963), cuyo nombre artístico es Peñalta, pasó muchos años de su vida sin exposiciones, pasarelas ni reflectores, sumergido en una búsqueda sin ansiedades ni prisas.

Un día, sin embargo, sentado en el baño público de un centro comercial en Cancún, se dio cuenta de que en el techo estaba atrapado un rostro. Acto seguido, sacó el grafito que siempre lo acompaña para liberarlo.

Hilvanó unas vetas con otras en un proceso de reconstrucción de la construcción, de manera que apareció este rostro. Fue su primer encuentro con una novedosa técnica que consiste en pintar sobre una piedra, ya sea mármol, ónix o cuarcita; es decir, intervenirla y poblarla con caras, ya sea humanas o animales, que ayuda a escapar de su entorno, expresa Peñalta, quien expone Piedra adentro, muestra de 26 piezas, en el Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo, en Oaxaca.

Con el tiempo, el entrevistado se enteró de que se trataba de un fenómeno sicológico llamado pareidolia, el cual consiste en ver rostros y figuras donde no los hay. Ya hablaba Leonardo da Vinci de eso.

Ingenuamente pensé que era un diálogo con la piedra hasta que me di cuenta de que era un monólogo conmigo mismo mediante ella. Ahora subordino el concepto al objeto y a sus condiciones.

Para Peñalta, la vida es, a fin de cuentas, una gran placa de piedra cortada –no una hoja en blanco–, en la que se ven sus entrañas, es decir, vetas. Tenemos dos posibilidades: autocompadecernos por esa veta que cruza, disloca y destruye un rostro que hubiéramos querido pintar y dibujar, o es aceptarlo y empezar a trabajar a partir de las vetas de la piedra que nos tocó a cada uno.

Como un viaje en el tiempo

Trabajar la piedra ha significado un regreso a lo más elemental en este mundo, que ya está lleno de realidades que muchas veces no lo son. Es decir, realidades virtuales y avances tecnológicos y científicos que luego provocan que nos olvidemos de quie realmente somos. Considera sus piedras “una especie de alfombra mágica que viaja por el tiempo. Viene de millones de años atrás, llega a esta época en que me subo y trato de plasmar lo qué somos como género humano, antes de que siga su viaje. Somos finalmente un nanosegundo en la vida de la piedra, si no es que menos. Sin embargo, no siempre estamos conscientes de ello y luego no nos interesan, por ejemplo, los cambios climáticos; pensamos que podemos más que eso.

Peñalta –sobrenombre que surgió hace dos décadas, cuando se aisló para reflexionar si valía la pena vivir– trabaja de la siguiente manera: Primero voy al lugar donde compro las grandes placas, que van de media tonelada a 700 kilos; pido cortes que llevo a mi taller. Allí viene un proceso de lo más delicioso: observar quién habita la placa y pide ser liberado. Es un proceso lento, cuidadoso, en el que se ven todos los ángulos. Una vez identificado dónde pueden estar estos seres, primero mato el brillo, porque cada piedra es como una persona: tiene brillos en algunas partes y algunos no se quitan con nada. Las diferentes partes de la piedra reaccionan de manera distinta a la aplicación de la pintura. Unas la absorben y ya no las quitas con nada, mientras que en otras pasas el pincel y se puede borrar después. De allí comienzo a hilvanar una veta con otra de manera que liberen estos rostros.

Los cuadros de Peñalta, de dos centímetros de grosor, y un promedio de 75 centímetros por 45, obviamente no cuelgan sobre la pared debido a su peso. Para la exposición en el Museo de Arte Prehispánico de México mandó hacer unas estructuras de fierro, con una base muy fija, que los soportan perfectamente. Dice que en el recinto creado por Rufino Tamayo sus piezas se sientan en su habitat. Fernando Gálvez, curador de la muestra, explica que esta forma parte de un conjunto de exhibiciones cuyo objeto es complementar con arte actual las colecciones permanentes.

Terminada su exhibición, el 12 de agosto, en Oaxaca, Piedra adentro viajará a la Ciudad de México para su apertura, el 24 de agosto, en la Biblioteca de México. Se le agregarán poemas realizadas ex profeso por Luigi Amara, Josué Ramírez y Fernando Gálvez, con la finalidad de enfatizar el carácter narrativo y poético o literario de muchas de las obras.

Dado el carácter del espacio habrá también en las paredes citas de escritores como Jaime García Terrés, Roger Caillois, Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Bounarroti, que reflexionan o versan sobre la piedra.