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Era espléndido profesor y con una palabra casi incendiaria, refiere Elena Poniatowska

Murió Federico Álvarez, crítico literario; el exilio español lo trajo a México

Se sintió muy de la UNAM, muy de este país, dice su hija Teresa a La Jornada

Su saber se mostraba en el diálogo, pues estaba al servicio de los otros, opina Jaime Labastida

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Elena Poniatowska, Federico Álvarez Arregui (San Sebastián, España, 1927) y Ambrosio Velasco en 2016, en el homenaje que se rindió a Álvarez en el Palacio de Bellas ArtesFoto cortesía de la Secretaría de Cultura federal
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de mayo de 2018, p. 3

El docente y crítico literario Federico Álvarez Arregui (San Sebastián, España, 1927) falleció ayer a los 91 años, en Ciudad de México, a consecuencia de una enfermedad con la que lidió por años, confirmó su hija Teresa Álvarez.

Decidió quedarse aquí. Se sintió muy de la Universidad Nacional Autónoma de México, muy de México y creo que fue muy feliz aquí. San Sebastián, La Habana y México son las ciudades donde él fue muy feliz. Aquí fue donde él tuvo al final una compañía muy grata, por lo que estoy viendo, explica a La Jornada.

Cuando yo me vaya, con más de 90 años, recordad que he dicho esto: sed buenos, nobles y quered a la facultad (de Filosofía y Letras)”, pidió Álvarez Arregui en el homenaje que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes hace dos años (La Jornada, 28/07/2016).

Elena Poniatowska, escritora y colaboradora de este diario, dijo que el deceso de Álvarez “es una verdadera tristeza, porque si había alguien valioso era él. Es la pérdida de un hombre noble que entregó su vida a la docencia. Era un espléndido maestro y muy arrebatado; con una palabra casi incendiaria.

Lo quise mucho. Tengo entrevistas con él de fácil 30 o 40 páginas. Lo voy a extrañar y me hará muchísima falta.

Hijo de Francisco Fermín Álvarez, fundador de la Izquierda Republicana en España, y María Luisa Arregui, Federico Álvarez tras la Guerra Civil partió al exilio, con su hermana Teresa, a Cuba, donde se reunieron con sus padres y su hermano menor, Eugenio.

Ahí realizó estudios de ingeniería, que completó luego en la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, en Ciudad de México, adonde llegó en 1947. Ingresó y se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras, donde dio y realizó crítica literaria para revistas y suplementos, como los de Fernando Benítez.

Regresó a Cuba, de 1965 a 1971, para impartir clases en la Universidad de La Habana. Fue consejero y editor del Instituto Cubano del Libro y colaborador de Casa de las Américas.

De ahí viajó a España para colaborar en las editoriales Santillana y Altea. Luego asumió el cargo de director en el Fondo de Cultura Económica, en ese país.

En 1982 regresó a México y desarrolló su labor docente en la Facultad de Filosofía y Letras. También realizó quehaceres editoriales, en el sello Siglo XXI, y periodísticos en publicaciones nacionales. Dirigió las revistas de Bellas Artes, México en el Arte y de Literatura Mexicana.

Increíblemente modesto

Jaime Labastida, director de Siglo XXI Editores, dijo que Álvarez “tenía un magnífico tino para discernir lo que valía la pena y lo que no. Era un hombre increíblemente modesto, que no quiso darse la importancia que tenía. Era, por un lado, muy autocrítico, y por otro, no le gustaba mostrarse. Vivía en esa perpetua contradicción.

Siendo un hombre de una sabiduría enorme con conocimiento de todo tipo en literatura, política y filosofía, se retraía para escribir. Mucha gente no sabrá de la importancia de la actividad de Federico porque no dejó constancia de la misma. Su saber se mostraba en el diálogo y en la conversación. Su labor docente de primer nivel. Como promotor cultural y editor de revistas, también excepcional. Pero estaba más bien al servicio de los otros que de sí mismo.

Los restos de Álvarez, quien fue militante comunista hasta el final de su vida, fueron velados en instalaciones del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, en San Fernando; serán cremados y se esparcirán sus cenizas, dijo Teresa Álvarez.