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Deslumbrante viaje por el Triángulo Daliniano

En tres casas-museos, recorrido por la vida y obra del artista catalán

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▲ Vista del Teatro Museo Dalí de FigueresFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de junio de 2018, p. a11

Figueres

Si el nombre de Salvador Dalí conjura imágenes de relojes derretidos y de su famoso bigote, una visita al Triángulo Daliniano en España muestra mucho más sobre la vida y obra del maestro surrealista.

Tres de las casas de Dalí, todas convertidas en museos, se ubican en la Costa Brava, un tramo de unos 160 kilómetros de litoral en el noreste de Cataluña. Los tres vértices que forman el trayecto están en Púbol, Figueres y Portlligat. Es un viaje en auto maravilloso para experimentar el arte de Dalí y los deslumbrantes escenarios naturales que ayudaron a moldear e inspirar a uno de los artistas más representativos del mundo.

Púbol: castillo Gala Dalí

Dalí compró un castillo medieval en el poblado de Púbol para su esposa, Elena Ivanovna Diakonova, más conocida como Gala. La pareja transformó la estructura, construida sobre los restos de un castillo de piedra del siglo XIV, en una casa donde Gala pudiera tanto reinar como relajarse. Su esposo sólo podía asistir por invitación escrita.

Muchas obras de arte, incluyendo pinturas que Dalí obsequió a su esposa, se exhiben junto con artículos personales: cubiertos de plata con sus iniciales, vistos en un cajón semiabierto en la cocina, hasta el auto Datsun naranja tostado de Gala, estacionado afuera en un camino de piedrecitas. También está este excéntrico artefacto: el adorado caballo blanco de Dalí, disecado, parado cerca de los baños del museo.

En el piso de arriba hay una colección de vestidos de alta costura de Gala. En el sótano está el lugar de su descanso final: sus restos yacen en un mausoleo vigilado por una gran jirafa de juguete, sorpresivamente más conmovedora que trivial.

Figueres: Teatro Museo Dalí

Figueres, nombrada así por sus una vez frondosos árboles de higos (figues en catalán), es un animado pueblo a unos 40 kilómetros al norte de Púbol. Uno sabe que llegó cuando ve un enorme domo transparente geodésico o una colección de grandes huevos sobre un edificio. Este es el Teatro Museo Dalí, que el artista diseñó sobre los restos quemados del Teatro Municipal.

Si no fuera por el flujo constante de visitantes que empujan a avanzar por las galerías del museo, uno podría pasar horas y días observando y analizando las alrededor de mil 500 obras de Dalí (pinturas, dibujos, esculturas, grabados, instalaciones, hologramas, imágenes estereoscópicas y fotografías).

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▲ Salvador Dalí (1904-1989), captado el 4 de agosto de 1979 en su casa de Portlligat. Tres de sus casas ubicadas en la Costa Brava de Cataluña, convertidas en museos, forman el Triángulo Daliniano.Foto Ap

Algunas piezas hacen sonreír, como el sofá rojo brillante Labios inspirado en la actriz Mae West o el Taxi lluvioso, que cuando le metes una moneda llueve dentro, empapando a sus pasajeros maniquíes.

Otras obras son discretamente hermosas, como el retrato al óleo de la hermana de Dalí, Anna María, asomada por una ventana mirando el mar y el acantilado en Cadaqués. Pero algunas pinturas son tan violentas, macabras, intensas y complejas que no sería mala idea colgar una señal que diga: ‘‘Entre bajo su propio riesgo”. Los dibujos de Dalí muestran su gran maestría. Y fue bueno ver varias pinturas con el reloj, uno de sus temas más famosos.

Tras recorrer todo el museo y quizás rendir respetos en la tumba de Dalí –exhumada en 2017 para resolver una demanda de paternidad– uno ha visto tanto que podría sentirse abrumado. ¡Pero no debe perderse el adyacente museo de joyas de Dalí! Visitar esta galería con forma de cueva que alberga 39 creaciones es como entrar a ver el tesoro de un barco pirata.

Cadaqués: casa Dalí-Portlligat

Al este de Figueres quedan los vecinos pueblos playeros montañosos de Cadaqués y Portlligat. Dalí vacacionaba ahí de niño con su familia y más tarde convirtió una cabaña de pesca en un extenso hogar.

Al entrar a la casa, ahora museo, hay un oso polar disecado. Tras pasar por unos pasillos angostos y serpenteantes que imitan las calles que llevan a la casa, uno emerge en espacios encalados bañados por el sol que están llenos de sorpresas: corredores sin salida y cuartos con cortinas rosadas en los que hay eco si se está parado en el lugar correcto. Gruesas alfombras de sisal, manojos de flores secas, más peluches, conchas y estrellas de mar, muebles antiguos y fotos de Dalí en su apogeo llenan el lugar.

Este tercer punto del Triángulo Daliniano está repleto de arte, adentro y afuera.