Opinión
Ver día anteriorDomingo 24 de junio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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No sólo de pan...

De cosechar los frutos

C

uando era niña, teníamos un limonero que uno de mis hermanos tiró un día. Lloré tanto que mi madre le quitó importancia al frutal. Ya adulta viví 32 años en Francia y no quería volver, pero no sabía qué me arraigaba allá. Hasta que regresé a Ciudad de México y sufrí por las pilas de ramas cortadas, no de podas, sino para abrir paso por un lado del follaje a cables eléctricos o de comunicaciones que deberían correr bajo tierra. Luego vi caer esos árboles, perdido su equilibrio. Otros cayeron por el tronco ahogado en la acera y sus raíces macheteadas, porque levantaban las banquetas buscando agua. Otros más para encementar patios y no tener que barrer las hojas, pero, ¿qué necesidad?

Practico oraciones heterodoxas pidiendo lleguen a los gobiernos federal y de la capital yo ya sé quiénes, porque para salvar la vida en el país y la ciudad se necesitan una bondad natural y sensibilidad hacia todas las manifestaciones de la vida, un sentido común que puede faltar hasta en gente inteligente y una carencia innata de odio.

Odio como el que los españoles mostraron en América y heredaron al mestizaje acomplejado. Odio paralelo a la ambición, por los que diezmaron indígenas y destruyeron sus monumentos y cultura. Contra los lagos (que Castilla no tenía) hundiendo desde Tenochtitlán hasta Bellas Artes en el lodo. Odio y ambición que subsisten enardecidos, fabricando desiertos, canteras desoladas, desarrollos comerciales y aeropuerto megalómanos, por los que se vende el agua a sabiendas de que la ensuciarán por mil años, mientras mueren quienes no pueden pagarla embotellada. Odio y ambición por los que se empobrece la naturaleza versátil e imponen monocultivos. Por el que se toleran desmembrados en las calles, cementerios sin cruces a lo largo y ancho del país, limbos o campos de concentración adonde van a parar desaparecidos. Sí, hago mis votos porque alguienes nos permitan que los ayudemos a gobernar sin odio y con sentido común. Tal vez alcancemos a cosechar los frutos.