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39 Festival Internacional de Cine de Toronto
Personajes reales, películas regulares
T

oronto, 13 de septiembre.

El basarse en historias reales para una adaptación cinematográfica siempre despierta suspicacias sobre qué tanta veracidad se ha invertido en dicho trabajo. Ha habido muchos casos en el TIFF. Hace unos días hablábamos en este espacio de la película Escobar: Paradise Lost. Aquí también se han exhibido Mr. Turner, la excelsa biopic de Mike Leigh sobre el gran pintor británico, estrenada en Cannes; y Pasolini, el recuento hecho por el neoyorquino Abel Ferrara del último día en la vida del personaje epónimo, que causó mucha controversia en el reciente festival de Venecia.

Coproducida entre Francia, Italia y Bélgica, la cinta de Ferrara es una arriesgada hipótesis que trata de cubrir las diversas facetas de quien fue ciertamente un personaje complejo y contradictorio, conocido tanto por sus escritos, como por su cine y su militancia política. Si bien Willem Dafoe es un actor versátil, que guarda cierto parecido físico con Pier Paolo Pasolini, hay un problema de lenguaje en la película: los diálogos están pronunciados en inglés con acento italiano o en italiano con acento gringo, lo cual le resta credibilidad. (En esta ocasión, tal vez una versión doblada al italiano ganará en coherencia lingüística).

Por otro lado, Ferrara y su guionista Maurizio Braucci se han cuidado de no hacer una simple recreación de hechos. Por un lado, a través de una entrevista, se dan a conocer los puntos de vista de Pasolini sobre el sexo y la política; luego, mientras escribe su última novela, Ferrara ilustra un pasaje de la misma; y hace lo propio con el último proyecto cinematográfico del autor. Para ello se ha contado con la presencia ya encanecida del actor Ninetto Davoli, sin duda, el actor fetiche del cineasta. Por último, se muestran los momentos finales de su vida, cuando recoge en su auto a un joven romano como ligue de sexo casual.

Pasolini es, por ende, una realización desigual que puede volverse incomprensible para el neófito en la materia. Pero aún quienes conozcan su obra sentirán que Ferrara se ha quedado corto en su descripción del universo de uno de los artistas italianos fundamentales del siglo XX. Quizá un largometraje de apenas hora y media sea insuficiente para hacerle justicia.

Quien también se ha referido a hechos reales en su debut cinematográfico, Rosewater, es Jon Stewart, más conocido por sus agudos comentarios de sátira política en el programa de cable The Daily Show. Para ello, ha escogido la historia del periodista canadiense, pero de origen iraní Maziar Bahari, encarcelado en Teherán durante las elecciones fraudulentas de 2009. Bien interpretado por Gael García Bernal, Bahari es encerrado en una celda en solitario y sometido a una tortura psicológica más que física.

Sin querer, Stewart ha hecho evidente en Rosewater que esto del cinito es más complicado de lo que aparenta serlo. En su intento de romper la monotonía potencial de la situación, el novato director mete fantasmas en la celda de Bahari, lo pone a bailar a una canción de Leonard Cohen y, en general, trivializa un asunto de libertad de expresión reprimida que, de por sí, carece de peso realmente dramático. Lejos de ser un mártir, el personaje da la impresión de haber sufrido un leve inconveniente que lo llevó a volverse famoso –gracias a las redes sociales–, lo inspiró a escribir un libro que, a su vez, ya goza de su versión cinematográfica estrenada en festivales de cine. Vaya, no le fue tan mal.

Twitter: @walyder