Opinión
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México SA

La hipótesis de Meade

Crecer hacia adelante

Neoliberal vs populista

A

saber en qué anda o quién lo asesora, pero José Antonio Meade sostiene la siguiente hipótesis: si el electorado escucha a alguien cuyas políticas suenen entre norcoreanas, de Alemania del Este o venezolanas, debemos ver esas propuestas con atención, porque pareciera que no son la mejor alternativa para crecer hacia adelante.

Sus promotores lo presumen como una de las mentes más brillantes del gabinetazo peñanietista (como antes del calderonista), pero lo cierto es que el actual secretario de Hacienda debe mejorar su análisis y fortalecer su discurso si quiere abrazar la candidatura tricolor para el hueso mayor en 2018, porque al gobierno mexicano (con sus seis caretas al hilo, de Miguel de la Madrid a EPN) se le puede acusar de absolutamente todo, menos de concebir y aplicar políticas norcoreanas, de Alemania del Este o venezolanas (de la era Chávez, desde luego) que impidan crecer hacia adelante.

Y qué bueno que lo aclara, porque en las últimas tres décadas y media de neoliberalismo el gobierno mexicano nunca ha aplicado políticas públicas como en las naciones señaladas (¡ni Dios lo permita!), pero de cualquier forma el resultado por él obtenido en ese periodo se asemeja a los que provocan terror en Meade, es decir, los norcoreanos, los de Alemania del Este (aunque ésta se extinguió 27 años atrás) y los venezolanos (chavistas, claro está), especialmente en materia de crecimiento económico y desarrollo social.

La hipótesis de Meade asegura que el mundo ofrece ejemplos interesantes de regiones en las que la diferencia entre las políticas públicas llevadas a la práctica han marcado los distintos grados de de-sarrollo, y como ejemplo pone a las dos Coreas. Sin embargo, para un mejor resultado la comparación tendría que ser entre países y regiones con gobiernos y políticas públicas iguales. Obvio es que en el caso de las dos naciones asiáticas (en realidad una, políticamente partida en dos por capricho político de las potencias) las políticas por ellas aplicadas distan abismalmente. Por lo mismo, el titular de Hacienda debería hacer el ejercicio entre pares, es decir, entre países que han seguido la misma ruta y alejadísimos del populismo.

El gobierno mexicano es un ejemplo concreto y aleccionador: rabioso anti populista, ferviente adorador del mercado, rígido seguidor de la línea neoliberal, que acumula millones y millones de pobres y, a duras penas, registra una tasa anual promedio de crecimiento –por llamarle así– económico de 2 por ciento (las naciones centroamericanas crecen más que México), con una espeluznante concentración del ingreso y la riqueza, y una corrupción galopante (pública y privada).

Lo descrito no permite afirmar que aquí se crece hacia adelante; por el contrario, con cada administración gubernamental se crece hacia atrás. Se supone –bajo la hipótesis de Meade– que tal panorama sólo ocurre en los países con gobiernos populistas, déspotas y cleptócratas… pero lamentablemente ése es el balance del México lindo y podrido del neoliberalismo nacional.

De lo mal en peor que han ido los resultados anti populistas del gobierno mexicano da cuenta, por ejemplo, el Índice de Desarrollo Humano medido por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En 1990, con Carlos Salinas en Los Pinos, nuestro país ocupó el escalón número 38 en la materia citada; para 2016 (sin ninguna política pública populista que criticarle) se desplomó al peldaño número 77, y descontando, algo sólo imaginable en Corea del Norte, Alemania del Este o Venezuela (de acuerdo con la desactualizada geopolítica de Meade).

La caída, pues, ha sido permanente, y hoy el desarrollo mexicano se encuentra entre el registrado por Líbano y Azerbaiyán (por cierto de acuerdo con el mismo índice, en 2016 Venezuela se ubicó en el peldaño número 71; de Corea del Norte no existe información actualizada, pero en 1992 ocupó el escalón número 74).

También está el índice de Corrupción que elabora Transparencia Internacional: al cierre del sexenio salinista México ocupaba el escalón número 32 entre los países más corruptos del mundo (mientras más lejos de cero, más corrupto). Con Zedillo cayó al 59; Fox lo llevó al 70; Calderón lo desplomó al 105, y en 2016 Peña Nieto lo hundió al 123 (de 176 posibles).

Tales resultados sólo corresponderían a países populistas como los descritos por el actual secretario de Hacienda, pero no. Se trata de México. Y por el lado del ingreso el Coneval ha documentado que cuando menos en el último cuarto de siglo el ingreso real total per cápita mensual de los mexicanos prácticamente no se movió, excepto, claro está, el del minúsculo grupo de familias groseramente acaudaladas y ligadas al régimen neoliberal (es decir, como las de Kim-Jong-un y sus cuates, las del régimen chavista, o, ya entrados en gastos nostálgicos y necrológicos, las de Erich Honecker).

De acuerdo con la información disponible (FMI: estadísticas históricas de economía mundial) en los años 50 y 60 el potencial económico mexicano se equiparaba con el de países como Corea del Sur, Japón, Irlanda, Portugal, España y Chile, pero con el correr del tiempo los dos primeros (devastados por la guerra) se convirtieron en potencias económicas, industriales y tecnológicas, y el resto mal que bien creció hacia adelante (Meade dixit). Sólo México se quedó justo en el punto donde supuestamente debía arrancar.

De acuerdo con el más reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2016) Japón se ubica en el lugar 17; Corea del Sur en el 18 (en 1990 ocupó el escalón número 35); Irlanda en el 8; España en el 27; Chile en el 38; Portugal en el 41 y México en el 77.

Y para redondear el panorama, el Informe sobre el Desarrollo Industrial 2016-Unctad, revela que si bien la economía mexicana se ubica en el escalón número 15 del ranking internacional (–siete escalones por abajo respecto de 1981–, su categoría es equiparable no a la de Corea del Sur o Japón, sino a la de Armenia, Albania, Costa Rica, Jamaica, Cuba y… (¡horror!) Corea del Norte.

Entonces, todo indica que José Antonio Meade sólo tiene dos opciones: o cambia de hipótesis o cambia de asesores.

Las rebanadas del pastel

¡Felicidades!, mexicanos pagadores, que la volatilidad pasajera del tipo de cambio les costará 4 mil millones de dólares adicionales, según anunció la Comisión de Cambios (Hacienda-Banco de México). Con todo, ayer el billete verde se vendió a 19.45 pesitos (en Bancomer).

Twitter: @cafevega