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Meade: ¿bajar la deuda?

México, débito perpetuo

Fobaproa: casi un billón

A

escasos días de su nombramiento como secretario de Hacienda, el 7 de septiembre de 2016, José Antonio Meade hizo público uno de sus primeros compromisos: estabilizar y reducir la voluminosa deuda pública contratada por su antecesor en el puesto, Luis Videgaray. Hacer lo contrario, decía, “puede llevar a la pérdida de la confianza, a tener consecuencias abruptas y sustanciales en el costo de la deuda, y a reducir aún más el gasto.

Trece meses después de tal compromiso, el informe oficial que la Secretaría de Hacienda envía periódicamente a la Cámara de Diputados revela que José Antonio Meade no sólo incumplió, sino que al cierre de octubre de 2017 –un mes antes de que el susodicho fuera destapado– el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público (la suma de todas sus deudas) rozó los 10 billones de pesos, saldo nominal nunca antes registrado en esta República perpetuamente endeudada.

Así, durante la no muy prolongada estadía de Meade en la oficina principal de Hacienda tal saldo, lejos de estabilizarse y reducirse, se incrementó casi 410 mil millones de pesos, a razón promedio diario de poco más de mil 38 millones de pesos en los trece meses considerados.

A estas alturas el aspirante a candidato tricolor podrá decir que, como lo prometió, la relación deuda pública-PIB se redujo, porque pasó de 48 por ciento en 2016 a 35 por ciento en octubre de 2017. Sin embargo, lo anterior es un simple juego contable, pues el valor nominal del producto interno bruto se incrementa al aplicar la inflación del periodo, y entonces, sí, aparentemente dicha proporción bajó.

Pero en el mundo real los mexicanos cargan con una deuda pública federal (la de los estados es aparte) que en octubre pasado sumó más de 9 billones 617 mil millones de pesos, algo así como 80 mil pesos por habitante. Cuando Enrique Peña Nieto se aposentó en Los Pinos tal adeudo per cápita rondaba los 51 mil pesos, de tal suerte que una de las herencias (hasta ahora, porque falta un año de endeudamiento) del gobierno que llegó a mover a México es un incremento de 57 por ciento en el débito por mexicano al grito de guerra.

El compromiso fallido de Meade como secretario de Hacienda se suma al de cada uno de sus antecesores en el cargo, quienes de una u otra suerte prometieron exactamente lo mismo, pero que en los hechos llevaron el saldo de la deuda pública a una situación crítica que cada día consume más y más recursos del erario, sin que tenga un efecto positivo en la economía. Entonces, no se quejen de la pérdida de la confianza, las consecuencias abruptas y sustanciales en el costo del débito y la reducción permanente del gasto.

De hecho, en tan sólo 10 meses de 2017 el pago de intereses de la deuda pública es espeluznante. De acuerdo con las cifras de la Secretaría de Hacienda (Informes de las finanzas públicas y la deuda pública a octubre de 2017), en los 10 primeros meses del presente año de las arcas nacionales salieron alrededor de 360 mil millones de pesos sólo para cubrir los intereses (97 por ciento de la erogación total). Si se consideran comisiones y gastos el monto supera los 371 mil millones.

La historia es conocida y padecida por los mexicanos: Ernesto Zedillo cerró sexenio con un saldo de deuda pública cercano a 1.9 billones de pesos; Vicente Fox se fue al rancho con Martita, y a los habitantes de este país les endilgo un débito de 3.1 billones (alrededor de 28 por ciento del producto interno bruto); Felipe Calderón metió el acelerador e incrementó el adeudo a 5.9 billones (36 por ciento del PIB); y ya con Enrique Peña Nieto el saldo trepó a 9.6 billones (cerca de 45 por ciento del producto), sin olvidar que le resta un año en Los Pinos y, por lo mismo, de endeudar a los mexicanos.

Tan sólo en el transcurso del presente siglo, los tres gobiernos (Fox, Calderón y Peña Nieto) incrementaron el saldo de la deuda pública en 405 por ciento (alrededor de 7.7 billones de pesos adicionales), y con todo ese río de dinero la economía y el nivel de bienestar de los mexicanos se mantienen en la lona. ¿Dónde quedó el recurso?

Cierto es que los números son aburridos y espesa la información de la deuda, pero los mexicanos tendrían que estar alerta, porque esos saldos voluminosos no los pagarán Fox, Calderón o Peña Nieto; mucho menos Videgaray o Meade, sino, quiéranlo o no, se enteren o permanezcan en el limbo, todos los habitantes de esta República permanentemente endeudada.

En el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público se incluyen deudas como las del Fobaproa-IPAB (el perenne rescate bancario” y la del FARAC, relativa a otro “rescate, el carretero, ambos cortesía de Ernesto Zedillo y sus tecnócratas.

Al cierre de octubre pasado, y tras 22 años de pagos puntuales, el saldo de la deuda del rescate bancario superó los 918 mil millones de pesos, casi 90 mil millones más que al inicio de la administración peñanietista. Y en ningún momento el gobierno federal ha dejado de pagar los intereses de este voluminoso atraco a la nación, cortesía de Zedillo, sí, pero refrendado e incrementado por Fox, Calderón y Peña Nieto. Entre la administración del primero y el tercero el saldo de esta deuda pasó de 697 mil a poco más de 918 mil millones de pesos.

Lo mismo ha sucedido con el rescate carretero, en vigor desde agosto de 1997, fecha en la que Zedillo lo autorizó con un saldo ligeramente superior a 56 mil millones de pesos. Fox inició sexenio con un nivel de 111 mil millones y lo entregó a Calderón en 161 mil millones (casi tres veces más respecto del original). Y a estas alturas (octubre de 2017) Peña Nieto lo aumentó a 234 mil millones (318 por ciento de aumento y, como en el caso del Fobaproa-IPAB, el gobierno federal nunca ha dejado de asignarle recursos públicos).

La cereza de lo anterior es que mientras los mexicanos pagan voluminosas cantidades por los rescates bancario y carretero, los banqueros acumulan utilidades verdaderamente de ensueño, mientras que a muchos de los empresarios que originalmente obtuvieron concesiones carreteras (cortesía de Salinas de Gortari) y fueron rescatados a estas alturas se las han regresado, limpias y saneadas.

Las rebanadas del pastel

Muy lejos de dar tranquilidad a los consumidores, la insistencia de las autoridades en torno a que no aumentarán abruptamente los precios de las gasolinas sólo genera incertidumbre, y no es para menos: cada vez que dice no, en los hechos es sí, y viceversa. Entonces, a las vivas con la liberalización.

Twitter: @cafevega