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De la Guardia Nacional
P

or hoy la Guardia Nacional sólo se percibe como un neologismo vago, indeterminado, que se asemeja a otros sustantivos en la lengua diaria relacionada con instituciones de seguridad pública. No hemos podido lograr su comprensión, su interpretación concreta, redonda. Su participación en el desfile impresionó, pero nada aclaró. Ayudó a confundirla con el Ejército.

Escribo en plural con particular propósito. La Guardia Nacional debe verse como un propósito común de carácter histórico, como el recurso cumbre para superar la situación de violencia que nos lastima. No hay estridencia en esta expresión. No es un proyecto de AMLO ni gubernamental. Sería peligroso verlo así.

Es una propuesta de él, sí, convertida en ley intérprete de un interés nacional que debe ser debatido de manera noble. Debe ser juzgado constructivamente bajo la definición de que es un intento del Estado nacional por aliviar un estrago social que es una real amenaza a nuestras expectativas de futuro.

No al futuro que es limitado sólo al mañana. No, amenaza al futuro identificado como el contexto vital de las futuras generaciones. Y no hay retórica en estas expresiones. Debe verse como un imperativo de máxima necesidad porque otra interpretación sería intransitable.

La Guardia Nacional nace apresuradamente. Tiene un parto apremiado por una realidad que exige simultáneamente respuestas circunstanciales, inmediatas, eficientes y otras progresivas, transformadoras, trascendentes. Para tal fin surge la impresión de necesitarse una dirigencia bicéfala. Esta dualidad es el reto mayor: atender de inmediato una situación explosiva y al mismo tiempo construir una institución inquebrantable, confiable y respetable.

Si es así el desafío, su respuesta debe ser común, participativa. El empeño es una convocatoria a la solidaridad que no es sinónimo de complacencia o de silencio indolente. Todo lo contrario, se demanda de una colaboración encendida en un esfuerzo nacional transgeneracional.

Es cierto que la información oficial disponible es escueta, se advierte como reservada y es a veces confusa. Es probado que la opinión constructiva sólo puede darse en base a información confiable, vasta y precisa. Poco explica el superficial comentario de su comandante el general Bucio, nada detalla, sólo comenta que necesita cuatro años y muchos coroneles ( Reforma 18/9/19).

Es cierto que se necesita más y mejor información por diversos medios. También es real que es deber del opinador responsable el acudir por sí mismo a las fuentes disponibles, leyes, presupuestos, otras opiniones respetadas y obtener su propia información.

La ley que crea la Guardia Nacional le asigna (artículo 5) el encargo de proveer la seguridad pública a cargo de la Federación y mediante convenios de carácter temporal colaborar en tareas que correspondan a entidades y municipios. Esta asignación de deberes, correcta en esencia como expectativa, da idea de la complejidad de su tarea en un universo nacional donde los más de estados y municipios, simplemente son y serían por largo rato incapaces de cumplir con sus responsabilidades.

La Guardia Nacional es una institución sobre la que se tienen grandes expectativas, pero también genera dudas fundadas en experiencias fallidas desde hace 20 años, siendo creada en enero de 1999 con otro nombre. Esta situación de doble faz no ayuda a su comprensión por el ánimo público, el que sin duda evolucionaría positivamente con discusiones serias, no de críticas erosionantes, sino participativas y propositivas que ayudaran a entenderla y apoyarla como propósito de alto interés nacional, trascendente y definitivo.

La Guardia Nacional debe aún pasar por trances difíciles, lógicos en el ambiente de violencia y naturales a su no terminada formación. Sus dirigentes deben saber lo mucho que se espera de ellos, su enorme compromiso y lejos de encerrarse en sus deberes como hoy lo hacen, deben ayudar a generar comprensión y solidaridad del pueblo siendo participativos. Siendo el empeño de una magnitud insólita, merece la compresión y adhesión de todos.