Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 15 de mayo de 2002
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Política

Carlos Martínez García

Nostalgia de la Edad Media

Ante las evidencias no queda más que rendirse y reconocer que el secretario del Trabajo, Carlos Abascal Carranza, es un personaje de avanzada y progresista. Nunca me imaginé que algún día tendría que reconocerlo. Pero sí, en todo hay grados y comparado con su progenitor, Salvador Abascal Infante, el funcionario foxista pareciera un cuasi liberal que sucumbió ante las andanadas del laicismo y la pluralidad de la sociedad mexicana.

La minuciosa investigación de Edgar González Ruiz, Los Abascal, conservadores a ultranza (Editorial Grijalbo), nos revela el activismo intelectual y organizativo de una familia que añora la restauración de un orden social en el que la jerarquía católica tenía control absoluto. Defensores de la hispanidad y su aventura colonial en tierras de lo que hoy es nuestro país, los Abascal consideran que la unidad político-religiosa de la Nueva España representa la Edad de Oro de la nación mexicana. Pero, como antes dijimos, esta añoranza tiene sus matices y recovecos que González Ruiz nos hizo el favor de diseccionar cuidadosamente.

Con esta obra el autor continúa un proyecto personal, consistente en documentar el pensamiento y organizaciones de la derecha en México. Si antes con su libro La última cruzada, de los cristeros a Fox hizo un recorrido panorámico del conservadurismo, sus nexos y continuidades, ahora con el volumen sobre los Abascal realizó una especie de acercamiento microscópico a una estirpe que representa la nostalgia de la Edad Media y sus infructuosos intentos por restaurarla entre nosotros.

El padre del actual secretario del Trabajo fue un auténtico cruzado. Invirtió todas sus energías y recursos para combatir el laicismo producto de la Constitución de 1917. Salvador Abascal Infante creyó firmemente durante toda su larga vida -murió a los 90 años en marzo de 2000- que los males de México se debían fundamentalmente a la gesta juarista, que rompió el dominio de la Iglesia católica. Por lo tanto, fue un furibundo crítico de Benito Juárez, a quien denostó en su extensa obra escrita. Valga la siguiente cita como muestra de su encono contra el indio liberal: "Después de mi amor a la Iglesia y a la Patria, la pasión que más cultivo es mi odio a las leyes yankófilas, masónicas, anticatólicas y antimexicanas del pobre de Benito Juárez". Y en esta misma línea de pensamiento también escribió: "...Bajo el Virreinato fuimos personas. Nos hemos trastocado en bestias por la Revolución. Porque ya no somos cristianos, sino apóstatas".

Juicios como los citados abundan en la obra de Abascal Infante, pero además González Ruiz nos proporciona los entretelones de una derecha encabezada por Salvador Abascal que se organizó para intentar revertir la historia y devolvernos al medievo. Su esfuerzo más acabado está representado por los años que militó y estuvo al frente de la Unión Nacional Sinarquista, cuyo proyecto consistía en reproducir aquí el régimen que Francisco Franco impuso violentamente en España. En su libro Mis recuerdos sintetiza el proyecto que tuvo como líder del sinarquismo: "La esencia de mi política era arrojar al pueblo en brazos de la Iglesia. El ser de México es el catolicismo. Luego era necesario que el pueblo volviera a vivir profundamente su religión, en lo que de él dependía por entonces y caerían por sí solas, como las fuertes murallas de la inexpugnable Jericó ante los inermes israelitas, las barreras que impedían que Cristo y María reinaran de nuevo en los palacios de Gobierno, en las leyes y en las escuelas oficiales".

Quienes sostienen que es una distorsión histórica decir que hubo excesos y atrocidades cometidas por los cristeros, podrían salir de su escepticismo si consultan la serie de heroicas acciones de combate perpetradas por los supuestos defensores de la libertad religiosa que proporciona Abascal Infante y reproduce Edgar González Ruiz.

Llana y abiertamente Abascal admite que en la llamada segunda cristiada, en el gobierno de Lázaro Cárdenas, hubo asesinatos, desorejamiento, castración y corte de lengua a maestros que intentaban cumplir el plan educativo gubernamental. Que un personaje como Abascal Infante reconozca y hasta exalte las acciones violentas dirigidas contra el magisterio, civiles considerados emisarios del mal, deja sin argumentos a quienes presentan a los cristeros como mártires de la persecución religiosa.

Imposibilitado de siquiera bordear aquí la amplia investigación de González Ruiz, concluyo que es necesario continuar con el seguimiento académico y periodístico de la derecha mexicana. Hace falta que salgan a la luz más trabajos como el que nos ha ocupado, y que los especialistas en las distintas expresiones del conservadurismo se organicen para realizar una especie de cumbre de estudios acerca de esta corriente ideológico- política y sus alcances organizativos en México. De realizarse un cónclave como el sugerido, tal vez nos sorprendamos de que los nostálgicos de la Edad Media no son unos cuantos excéntricos, sino que se mueven dentro de las elites políticas y empresariales del gobierno del cambio.

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