DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 25 DE JUNIO 2007 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Las aves marinas y la biodiversidad mexicana
Horacio de la Cueva

Un bello secreto de México
Richard A. Erickson

Guerrero Negro, un lugar privilegiado
Roberto Carmona y Nallely Arce

Las aves marinas en las islas, el canario del minero
Alfonso Aguirre y Araceli Samaniego

Amenazas y oportunidades de los mérgulos de Xantus
José Alberto Zepeda y Horacio de la Cueva

Tres pelícanos del Mar de Cortés
Eduardo Palacios Castro

La fragata magnífica, un ave extraordinaria
Vinni Madsen

Isla Guadalupe: santuario de aves marinas
Mario Guerrero Madriles

En torno a disposiciones legales recientes
Horacio de la Cueva


Correo electrónico:

[email protected]

  

Isla Guadalupe: santuario de aves marinas

Mario Guerrero Madriles
Correo electrónico: [email protected]

La isla Guadalupe surge al mundo en 1602 cuando Sebastián Vizcaíno la descubre en sus viajes de exploración de la California.

Con 35 kilómetros de longitud y con un ancho máximo de 12, se encuentra situada en el extremo occidental de nuestro país, a 26 kilómetros frente a las costas del Pacífico, en Baja California.


Albatros pata negra. Las aves marinas más grandes son los albatros. Tres especies han estado presentes en el Pacífico mexicano: el albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis) recientemente colonizó islas en México, pero el albatros pata negra (Phoebastria nigripes), que vemos aquí, es el más común Foto: Matt Sadowski

Por su localización y su aislamiento, contiene uno de los ecosistemas más distintivos y únicos de Norteamérica, con un gran número de plantas y animales endémicos, es decir, que sólo existen en ese sitio.

La Guadalupe es un santuario natural para las miles de aves marinas que ahí anidan y que pasan el resto de toda su vida en alta mar, siguiendo corrientes marítimas y vientos a través del Océano Pacífico en busca de alimento: peces, calamares, plancton, crustáceos y restos de animales.

En la temporada reproductiva, miles de aves buscan tierra firme, principalmente en islas, con el propósito de encontrar pareja y formar sus nidos en cavidades o madrigueras, en riscos y acantilados. También lo hacen sobre el suelo de poca cubierta vegetal.

Entre las aves marinas que se reproducen en Guadalupe, encontramos algunas protegidas por la legislación nacional por poseer un estatus de amenaza a sus poblaciones silvestres: la pardela mexicana (Puffinus opisthomelas), el mérgulo de Xanthus (Synthliboramphus hypoleucus), dos subespecies de paiño de Leach (Oceanodroma leucorhoa socorroensis y O. l. cheimomnestes), la primera anida en verano y la segunda en invierno.

Se sigue buscando en la isla e islotes adyacentes, al paiño de Guadalupe (O. macrodactyla), una especie endémica a dicho sitio que por no haberse observado por muchos años se considera extinta, pero aún no se le declara como tal.

La alcuela oscura (Ptychoramphus aleuticus), un ave marina pequeña que no figura en la lista de las que se encuentran amenazadas, pero que es de igual importancia que la anterior, ha sido utilizada para nominar Áreas Importantes para Conservación de Aves.

De las especies de los majestuosos albatros, con sus más de dos metros de envergadura, la isla guarece a dos de ellas: el albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis), que anida en la isla, y el albatros de patas negras (Phoebastria nigripes) que llega a Guadalupe con la finalidad de reproducirse.


Bobo patas azules. La estructura de sus cuerpos les permite resistir clavados de altura al agua
Foto: Matt Sadowski

Hablar de aves marinas ha sido siempre un tema complicado. Pero mucho más para un público que sólo asocia este grupo de aves con gaviotas, pelícanos, zambullidores, cormoranes. Pero las personas que habitan nuestras costas tienen un conocimiento un poco más avanzado de esa enorme riqueza, a diferencia de quienes vivimos en el centro del país y visitamos las costas más en plan de descanso, de entretenimiento, que de estudio y observación de la invaluable fauna y flora que distingue a nuestros litorales y nuestras islas.

El que sea complicado ampliar el conocimiento sobre nuestro repertorio de aves marinas se acentúa aun más cuando su distribución no las hace visibles en nuestras playas por encontrarse sólo en alta mar, a kilómetros de distancia de la franja costera. Agreguemos su difícil identificación a ojos no expertos durante navegaciones marítimas y los hábitos nocturnos de muchas de ellas.

Este desentendimiento y no saber de qué aves estamos hablando contribuyen al desconocimiento de sus poblaciones en cuanto a abundancia, ubicación, anidación, temporalidad y amenazas que enfrentan. Algo muy contrario a lo que pudiera suceder en los grupos de aves terrestres con los que es mas fácil familiarizarse.

Al estudiar las aves marinas de Isla Guadalupe, contribuimos a engrosar el escaso conocimiento que existe sobre estas especies.

Sabemos que la introducción conciente o accidental de cabras, gatos, perros, ratas y ratones afectó la anidación de las aves por la depredación que causan los intrusos; que el plástico que arrojamos o llega al mar es hallado en el aparato digestivo de las aves y en algunas ocasiones les causa la muerte por inanición. O que la pesca con líneas de anzuelo de más de dos kilómetros atrapan y ahogan a las aves al ser atraídas por la carnada.

Pero nos falta más, mucho más, para conocer con precisión el mundo animal que por miles de años ha poblado islas que parecen remotas pero que hacen parte del patrimonio nacional, que son importantes reservorios de vida, muestra de la biodiversidad que distingue a México. Y que por eso y muchos otros motivos todos, especialistas y ciudadanos comunes y corrientes, debemos contribuir a conservar y acrecentar.

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