Opinión
Ver día anteriorMartes 31 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Previsible: malas nuevas
L

a clase dirigente del mundo es numerosa pero extraordinariamente reducida frente al número de pobladores del planeta afectados por una crisis cada vez más devastadora. En los pueblos del centro de Estados Unidos la desocupación avanzó con mayor celeridad, y es posible ver a la población blanca haciendo filas para recibir la ayuda de desempleo que les entrega el gobierno. No ocurre lo mismo con los hispanos que no tuvieron empleo formal, y ahora forman contingentes en los que les dan de limosna algunos alimentos en las iglesias de esos poblados.

Esos numerosos dirigentes y sus gerentes no tienen un acuerdo para encarar la crisis, y no importa cuántos miles mueran de hambre que se sumarán a los que ya lo hacían en el marco de una operación normal de la economía mundial. China, Estados Unidos, Japón o Rusia tienen sus propias posturas, no así la Unión Europea (UE), que tiene profundas diferencias internas y con sus socios.

El próximo 2 de abril no habrá acuerdo, y en consecuencia habremos de ver al sensible sector financiero sufrir nuevos colapsos. El mundo corre desbocadamente hacia una segunda ola de crisis financiera, según proyecciones del banco de inversiones Morgan Stanley. Creo que la segunda ola será conducida por el debilitamiento de la rentabilidad de las empresas en todo el mundo, y que tendrá un impacto negativo en su capacidad de pago de deuda a los bancos y otras instituciones financieras, dijo el presidente de Morgan Stanley en Hong Kong, Stephen Roach.

La segunda ola apenas comienza, lo cual refleja mayor impacto en el ciclo empresarial global que un contagio del mercado crediticio en sí mismo, agregó.

Nos dio un buena nueva: la recesión global no está tocando fondo; hay más por delante en términos de la debilidad de la economía internacional. Cuando termine el año, creo que 2009 representará la primera contracción del producto interno bruto global durante un año entero desde la Segunda Guerra Mundial, pronosticó.

Unos días atrás el Banco Santander, en España, había hecho exactamente el mismo pronóstico: habrá una segunda ola de crisis financiera proveniente de la insolvencia de las empresas.

Frente a esta alta probabilidad, Ángela Merkel admitió: Hablamos de construir un nueva arquitectura para el mercado financiero internacional y no podremos conseguir esto en Londres. Lo mismo había dicho el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn: para esta crisis no hay soluciones nacionales, estamos frente a la primera crisis global de las finanzas y la economía internacional. Pero en la próxima reunión del G-20 en Londres no habrá nada muy nuevo. También Strauss-Kahn admitió que el sistema financiero internacional posterior a la actual crisis será diferente, pero excluyó que en la reunión de Londres se pongan las bases de una nueva arquitectura financiera multilateral.

Por supuesto que a la segunda ola de crisis financiera proveniente de la insolvencia de las empresas se añadirá el impacto que provocará la probable inanidad de la reunión del G-20.

El propio Strauss-Kahn tiene claro que mientras en los países desarrollados los problemas a los que se enfrenta la población tienen relación con el aumento del desempleo o la caída del poder adquisitivo, en los países pobres se trata de una cuestión de vida o muerte, según sus propias palabras. Aun así, no habrá acuerdos en Londres.

Estados Unidos y el Reino Unido están presionando para que sea ampliado el esfuerzo fiscal por parte de Europa, pero los países dominantes de la UE, Alemania y Francia, han dicho que ya hicieron su máximo esfuerzo en el rubro de gasto público y que lo que es necesario es una mejor y mayor regulación de los mercados financieros. Las diferencias no son puro capricho. Europa tiene un margen mucho menor para ampliar su gasto y su endeudamiento. Temen salir de la crisis –suponiendo que hay salida a corto plazo–, debilitados frente a sus competidores, por la carga que les representarían sus deudas.

Es probable que se trate de una visión falsa. Si como empieza a dibujarse habrá esfuerzos diferenciados entre los países desarrollados, tal vez la crisis se profundice y más debilitados van a quedar de todos modos los países de la Unión Europea. La clave de la recuperación está en un rápido aumento de la productividad, pero la unión no está en la mejor posición en este rubro.

Una pieza clave es China, que parece jugar un doble papel. Está del lado de la tesis de Estados Unidos de ampliar el gasto al máximo, lo que en Estados Unidos significa intentar reactivar la actividad productiva, mientras en el caso de China se trata de mantener una alta tasa de crecimiento. Pero China está del lado de algunos países de la UE que sí quieren una nueva arquitectura del sistema financiero y también un nuevo medio de pago internacional que supla al dólar.

La crisis avanza y nadie está hablando del déficit institucional para gestionar la economía mundial. Puede haber otro sistema financiero internacional con otra divisa, pero si no hay el equivalente a una banca central, poco se avanzará. Todo indica que los poderosos requieren una paliza mayor de la crisis antes de tomar acuerdos racionales frente a la nueva economía globalizada.