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TOROS

Los recintos atraen a turistas pues se han convertido en espacios vivos y de interacción

Dejan museos taurinos de España altas utilidades incluso cuando no hay corridas

Ante el cierre de la México nadie protesta: ni toreros, ni ganaderos ni mucho menos el público

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Aspecto de la carrera con toros que se realizó este domingo en la Monumental Plaza de Playas de Tijuana, en la cual se emula a la famosa PamplonadaFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de agosto de 2009, p. a42

En España, país donde la fiesta brava es un negocio de varias decenas de millones de euros al año, hay no pocos museos taurinos que atraen a los turistas del mundo entero y dejan utilidades incluso en las épocas en que no hay corridas. El más antiguo de todos es el de Valencia, que fue inaugurado el 25 de julio de 1929 y cuenta con un rico surtido de libros y objetos relacionados con la tauromaquia, a los que andando el tiempo se agregó la colección personal del picador José Bayard Badila.

Pese al prestigio de la plaza de Las Ventas que lo aloja, el museo taurino de Madrid es más bien decepcionante. Un visitante estadunidense que lo recorrió hace poco, escribió en una página de Internet el pasado 29 de junio: El museo es público y gratuito, pero contiene una triste y polvorienta colección de cosas (principalmente donaciones), muchos retratos y esculturas de toreros, algunas cabezas de toros, algunos documentos y algunos trajes de luces. No hay explicaciones acerca de la fiesta brava en sí misma, su historia, su tradición, nada acerca de los tiempos modernos. No está pensado para el turista, es más bien un salón nostálgico para los amantes de la fiesta. Qué lástima.

Hoy día, un museo lo que menos debe de ser es un depósito de objetos revestidos de valor histórico. Todo lo contrario, tiene que ser un espacio vivo y que permita la interacción con los espectadores. El de Valencia, por ejemplo, acaba de efectuar, en julio pasado, el cuarto Ciclo de Cine Histórico Taurino, en el cual se proyectó la película francosuiza Duende, de Jean Blaise-Junod, filmada en 1967, así como los documentales La barrera 13, de 1912, y otro llamado precisamente El museo taurino de Valencia, que data de 1960. En ese contexto se efectuaron, asimismo, dos coloquios, uno sobre los 150 años del coso valenciano y otro acerca del aniversario número 80 del propio museo.

Mención aparte merece, desde luego, el museo La Estafeta, de Pamplona, cuyo nombre es también el de la famosa calle por donde pasan los toros y los corredores durante la feria de San Fermín. Allí conservan, por ejemplo, la cámara del famoso fotógrafo Francisco Cano, Canito, que inmortalizó el momento en que Manolete hundía la espada en el morrillo de Islero, mientras el marrajo de Miura le pegaba la cornada mortal en el triángulo de Scarpa. En el portal de YouTube está disponible, dividido en tres partes, un interesante documental que muestra en detalle cómo es este recinto.

Mucho más amplio y decorado con buen gusto es el museo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que exhibe una curiosa colección de muñecos ataviados con los ropajes tradicionales que corresponden a las distintas etapas de la evolución de la fiesta. A diferencia de otros establecimientos de esta índole, aquí los trajes de luces se mantienen en condiciones admirables: parecen recién salidos del taller del sastre, aunque algunos no ocultan las huellas de las batallas que sufieron.

Bien mirado el mapa del reino de Juan Carlos I de Borbón, la verdad es que hay museos taurinos por todo el territorio. Entre éstos destaca el de Ronda, cuya escuela, severa, clásica, se opone por tradición a la desparpajada y lírica de Sevilla. Otros dignos de mención son el de Jerez de la Frontera, el Antonio Ordóñez de Málaga, y el de Roquetas del Mar, en Almería, que tiene pantallas televisivas de alta definición que cambian de imagen al tacto; es tecnológicamente lo más avanzado que hay aunque su acervo es muy reducido. ¿Por qué no hay, nada similar en México, donde la plazota de Mixcoac lleva cerrada seis domingos y nadie protesta, ni toreros, ni ganaderos y sobre todo, ni muchos menos, el público?