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Diputados consultarán a la SCJ, la procuraduría y otras instancias la restitución de Zelaya

Se instala comisión verificadora del acuerdo político en Honduras

Empresarios aprietan los dientes en el discurso de Lagos; no hay abucheos como a Insulza

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Hilda Solís, secretaria estadunidense del Trabajo, y Ricardo Lagos, ex presidente chileno (a la izquierda), llegaron ayer a Honduras para formar parte de la Comisión de Verificación del recién firmado acuerdo para superar la crisis política. Los acompaña Hugo Llorens, embajador de Estados Unidos en el país centroamericanoFoto Ap
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Periódico La Jornada
Miércoles 4 de noviembre de 2009, p. 20

Tegucigalpa, 3 de noviembre. Aprietan los dientes los empresarios y políticos que ocupan el ala derecha del auditorio. Son los mismos, aunque ahora en menor número, que hace unas semanas abuchearon a José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero con el ex presidente Ricardo Lagos no se atreven, quizá porque al lado del chileno está Hilda Solís, varios años representante del este de Los Angeles en el Congreso y hoy secretaria del Trabajo de Estados Unidos, además de enviada personal del presidente Barack Obama.

Aprietan los dientes, comparten insultos bajitos entre sí y no aplauden, mientras el ala izquierda del salón, donde se sientan por vez primera decenas de zelayistas cerca de los animadores y autores del golpe de Estado, se deshacen en aplausos cuando Lagos dice: Hay un momento en el cual es posible evitar el salto al precipicio. Nosotros en Chile, muchos años atrás, no fuimos capaces de eso. Tuvimos después una muy larga noche que sólo logramos remontar cuando nos reencontramos todos los demócratas para decir no a la dictadura.

Aprietan los dientes los empresarios y políticos golpistas. Aplauden los zelayistas en la ceremonia formal que instala la Comisión de Verificación del acuerdo de Tegucigalpa/San José.

Aprietan los dientes a pesar de que no escuchan lo que Lagos dice poco después a los periodistas: Queremos implementar un acuerdo que signifique que el presidente (José Manuel) Zelaya tiene que volver al poder.

No lo dice cualquiera, sino el integrante de una comisión que tiene, según el texto firmado, la prerrogativa de hacer la interpretación auténtica de un acuerdo que, dicen los golpistas a todas horas, no implica la restitución del derrocado presidente.

Poco antes de la ceremonia con los enviados de la OEA, los diputados hondureños confirman su previsible obediencia a la estrategia dilatoria: la mesa directiva, dominada por los liberales, decide por mayoría consultar primero sobre la restitución a la Suprema Corte, la Procuraduría General de la República, al Ministerio Público e incluso al Comisionado Nacional de los Derechos Humanos.

Las instituciones consultadas deberán remitir sus informes en los tiempos que determinen sus marcos legales internos, tomando en consideración, además, la importancia y el interés nacional del asunto, dice en un comunicado la directiva del Congreso, encabezada por José Alfredo Saavedra, amigo de Micheletti.

A los diputados sólo les falta decir que los cuatro organismos, y ellos mismos, ya se habían pronunciado en agosto, en una aparatosa consulta organizada por el presidente golpista Roberto Micheletti, en contra de la restitución.

No se anda con tantas vueltas la Unión Cívica Democrática (UCD), la organización de la sociedad civil financiada por empresarios y auspiciada por el gobierno golpista: No existe viabilidad legal, moral, ni política para una eventual restitución del ex presidente Zelaya, dicen sus dirigentes, muchos de los cuales ni siquiera se paran en la ceremonia de hoy.

Los empresarios y políticos que orquestaron el golpe de Estado echaron a la UCD a la calle al grito de Honduras no es de Chávez ni de Fidel. Y ahora, si acaso quieren, no saben cómo pararla.

La UCD ha exigido que la votación del Congreso sea con consignación de nombre, en un afán de castigar en las urnas a los diputados que se atrevan a votar la restitución del presidente.

A diferencia de sus jefes y patrocinadores, no se andan con retórica en aras de los sagrados intereses de Honduras: no amnistía, no tercería, no restitución, por el bien de la nación.

Aunque le rueguen a la Virgen de Suyapa

El chileno Ricardo Lagos recuerda el cronograma del acuerdo. Se han cumplido ya la entrega del texto al Congreso y la instalación de la Comisión de Verificación. Sigue, este jueves 5 de noviembre, la conformación del gabinete de unidad y reconciliación nacional: la mitad de los puestos para Zelaya y la mitad para Micheletti.

¿Puede haber tal gabinete sin que Zelaya haya sido reinstalado? Sus seguidores dicen que no, claro, porque para ellos el sentido del acuerdo es justo el regreso de Zelaya al poder, así sea amarrado de pies y manos. Pero además, la Constitución hondureña establece que tomar juramento al gabinete es facultad exclusiva del presidente. ¿Aceptarían zelayistas ser juramentados por Micheletti? Ni si los golpistas se lo fueran a rogar a la Virgen de Suyapa (la patrona del país), dice un miembro del gabinete de Zelaya.

A diferencia de los diputados, el presidente de facto, Micheletti, tiene prisa. Esta tarde hace llegar a Zelaya, a la embajada de Brasil, donde permanece refugiado desde hace dos meses, una carta donde lo insta a enviarle sin demora, una lista de 10 ciudadanos con requisitos establecidos en la Constitución de la República, para dentro de ellos hacer la escogencia de los servidores públicos que, a partir del 6 de noviembre, habrán de integrar el gobierno de unidad y reconciliación nacional.

Hay vida después de la presidencia

El discurso de Lagos es escuchado atentamente por Hilda Solís, la secretaria de Trabajo estadunidense. Los zelayistas sonríen complacidos, aunque el spanglish de la funcionaria sólo deja claro que el poderoso del norte espera que el jueves haya un plan de reconstrucción y algunas personas nombradas. A los zelayistas les basta con que diga que Honduras es prioridad del gobierno estadunidense. Para nosotros Solís es cien veces mejor que Colin Powell (de quien se habló la semana anterior), porque es Obama, dice el negociador zelayista Víctor Meza.

Lagos remata con una anécdota personal, para subrayar el gozo que le significa andar en este trance. Dice que cuando fue candidato, el presidente colombiano Belisario Betancourt le dijo: “‘La mejor ocupación es la de ex presidente, lo único malo es que antes hay que ser presidente’. Tiene razón Betancourt: hay una vida después de ser presidente”.

Y eso, curiosamente, es lo que quizá más preocupa a los golpistas: que Zelaya tenga vida como ex presidente.

Amarrado por las condiciones que le impone el acuerdo Tegucigalpa/San José, Zelaya tendrá muy escaso margen para realizar acciones de gobierno. Pero los golpistas saben que puede influir en el curso de la contienda electoral y se lo quieren impedir a toda costa. “Quieren que la restitución se dé una semana antes de los comicios, cuando ya esté vigente o muy cercano el ‘silencio electoral’ que impone la ley, de modo que él no pueda opinar”.

Claro, esa preocupación es sobre todo del partido al que aún pertenece Zelaya, el liberal, cuyo candidato, Elvin Santos, pasó de seguro triunfador a segundo en las encuestas. El golpe de Estado dividió al Partido Liberal y buena parte de su voto duro se repartirá, estiman los zelayistas, entre los dos candidatos antigolpistas y el aspirante del Partido Nacional (PN), Porfirio Pepe Lobo, ranchero de Olancho igual que Zelaya.

El Mel azul

Lobo es mal visto por los poderosos empresarios que apoyaron el golpe de Estado. Un dirigente de la resistencia afirma que los empresarios se refieren a él de este modo: “Ese hijo de puta es el Mel azul”, en referencia al color que identifica al PN.

Zelaya y Lobo son contemporáneos y crecieron en la misma región, ambos como hijos de ricos hacendados, madereros y amantes de los caballos.

Esas vidas paralelas no significan que Lobo esté dispuesto a jugarse el pellejo por la restitución de Zelaya. La base social del golpe es tanto de liberales como de cachurecos (nacionalistas) y su sector más radical, al que le han inyectado odio contra Zelaya, podría castigar en las urnas a los que restituyan a Zelaya en el poder. Por esa razón, Lobo no quiere cargar solo con la restitución, aunque los 54 votos de los diputados de su partido (de 128), sumados a unos 20 de los liberales zelayistas y seis de la izquierda, harían la mayoría simple requerida.

Así que Lobo se pasea más de una hora por el salón de la ceremonia y escurre el bulto a pesar de que la prensa le formula la pregunta de 80 maneras. Al final, se va a un aparte con el líder de la resistencia Rafael Alegría, su amigo de la infancia. Alegría le dice: Si Zelaya no es restituido y tú ganas la elección, éstos te pueden hacer lo mismo. No, responde Lobo sin perder su eterna sonrisa para las cámaras, porque te pondría a ti de ministro de Defensa.