Opinión
Ver día anteriorViernes 4 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Afganistán: estrategia fracasada
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a Cámara baja del Parlamento de Alemania, el Bundestag, decidió, por mayoría, prorrogar por un año la presencia militar de ese país en Afganistán y fijó en 4 mil 500 el tope máximo de efectivos enviados, cifra muy similar a la que Berlín mantiene actualmente en esa nación centroasiática.

La determinación de la máxima instancia legislativa alemana se produce dos días después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el envío adicional de 30 mil soldados a territorio afgano y exhortó a sus aliados militares a hacer lo propio. En respuesta, el gobierno de Italia anunció el pasado miércoles el despliegue adicional de un millar de sus soldados, para lo cual reducirá el número de tropas en Kosovo y Líbano, según informó el ministro de Defensa, Ignazio La Russa. Por el contrario, el gobierno de Francia –la tercera nación europea con mayor presencia militar en Afganistán, sólo por debajo de Inglaterra y Alemania– se negó a enviar más elementos con el argumento de que necesita más tiempo para analizar la situación. Una postura similar fue adoptada por el régimen de Turquía, cuyo Ministerio del Exterior recordó anteayer, por medio de un comunicado, que ese país ya había duplicado el número de sus efectivos en Afganistán desde noviembre pasado, tras asumir la jefatura militar de la región de Kabul.

El aparente resquebrajamiento en el consenso entre Washington y sus aliados militares en torno a la continuidad de la ofensiva bélica en Afganistán –la cual se llevó a cabo sin mayor oposición y hasta gozó de cierta legitimidad por parte la comunidad internacional, pese a tratarse de una agresión colonialista e ilegal, similar a la de Irak– permite ponderar la inviabilidad de la nueva estrategia anunciada por la presidencia de Barack Obama, que consiste en reforzar la ofensiva contra las fuerzas del talibán en aquel país para lograr una conclusión exitosa de la guerra e iniciar el retiro de tropas en junio de 2011.

Sin embargo, contrario a lo que se desprende de ese plan, es de suponer que con la permanencia y profundización de la presencia militar invasora en Afganistán se acentuará la oleada de violencia y confrontación bélica que actualmente se desarrolla en ese territorio, y se profundizará el riesgo de que la coalición militar encabezada por Washington se enfile a una derrota mayúscula en los terrenos militar y político.

En los ocho años transcurridos desde que inició la invasión a Afganistán, la presencia de tropas extranjeras en ese país no ha servido para derrotar en forma definitiva a la insurgencia islámica; por el contrario, ésta mantiene presencia permanente en casi 80 por ciento del territorio afgano y ha extendido sus operaciones hacia el vecino Pakistán. Esta circunstancia, por añadidura, ha colocado a la población afgana en una posición intermedia entre la barbarie practicada por las milicias talibanas y el poder mortífero de los bombardeos que sistemáticamente lanzan las fuerzas invasoras contra combatientes enemigos, pero que en la mayoría de los casos derivan en la muerte de civiles inocentes. Significativamente, la discusión en el Bundestag en torno a Afganistán tuvo como telón de fondo una crisis de gobierno provocada por la dimisión de prominentes miembros del gabinete que encabeza Angela Merkel, acusados de ocultar información sobre un ataque aéreo ordenado en septiembre pasado por tropas alemanas en Afganistán, en el cual murieron 142 personas.

Para colmo de males, la ofensiva bélica que actualmente se desarrolla en la nación centroasiática no ha servido para garantizar la realización de comicios creíbles en aquel país, y hoy el mundo asiste a la convalidación de la presidencia corrupta y fraudulenta de Hamid Karzai, personaje impresentable que se sostiene en el poder no por voluntad popular, sino por sus alianzas con los señores de la guerra y por el respaldo de Washington.

Ante las consideraciones señaladas, es necesario que el gobierno encabezado por Obama reconozca el fracaso al que está condenada su estrategia, revierta las concesiones que ha hecho a los halcones de Washington y del complejo militar-industrial de su país en materia de política exterior, y entienda que la permanencia de sus tropas en Afganistán representa un riesgo indeseable para su propia administración, así como una perspectiva de mayor sufrimiento para los habitantes de ese infortunado país.