En México los nuevos dogmas ganan adeptos rápidamente debido a que aprovechan los medios de comunicación como Internet, radio y televisión para difundir su doctrina –particularmente entre los jóvenes– y con ello han logrado relegar a religiones más tradicionales y antiguas como el catolicismo, consideró el experto en movimientos religiosos de la Universidad Iberoamericana (Uia), Martín Íñiguez Ramos.

Promesas terrenales

Estas religiones teledirigidas al ofrecer bienestar espiritual y económico –por medio de promesas de fuentes de empleo– para sus integrantes, han encontrado un modelo atractivo para captar adeptos, sobre todo en periodos de crisis entre las clases sociales más necesitadas.

Por esas razones, a escala internacional, todas las grandes religiones monoteístas han perdido grey, además de que tienen en su contra el cargar un gran aparato burocrático, detalló en entrevista.

Las nuevas religiones al no contar con los enormes aparatos burocráticos reducen costos y se vuelven autosustentables, al grado que utilizan las contribuciones económicas de sus fieles en fondos de inversión e incluso en la adquisición de pequeños negocios, apuntó.

Además, el fenómeno de la migración es otro factor para la aparición de nuevas religiones en el país, como sucedió con la Iglesia La luz del mundo, creada aquí en los años 50 por braceros mexicanos a partir del modelo pentecostés de Estados Unidos y la combinación de elementos sincréticos de cultura y religión.

El crecimiento impresionante de esta Iglesia, ciento por ciento mexicana, le ha permitido superar los 7 millones de seguidores en el mundo, de ellos más de 2 millones en México. El éxito de su modelo se basa en una combinación religiosa, financiera y educativa que le ha permitido, incluso, tener legisladores, destacó.

Razones de sobrevivencia

Ante este fenómeno social, advirtió, en México cultos como la Iglesia católica se tienen que modernizar, no por necesidad, sino por razones de sobrevivencia, cambiar su discurso y abrirse a nuevos espacios para enfrentar el siglo XXI, porque “sigue pensando como en el siglo XV o XIV.

Es el gran reto que tienen, sobre todo con un papa como Joseph Ratzinger, quien es extremadamente conservador.