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Dejar huella depende de la dramaturgia del actor, asevera el creador escénico Eugenio Barba

La vivencia teatral debe quedar en el metabolismo del espectador

Hay quienes pese a representar textos débiles dejan una gran impresión; hay otros que hacen a Moliere y aburren, dijo

El director del Odin Teatret de Dinamarca dará un taller en Guanajuato

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Eugenio Barba aprovechó su estancia en el país para presentar su libro El arte secreto del actorFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de enero de 2010, p. 8

“El teatro es un arte de minorías. No hay vuelta de hoja. Pero –refrenda Eugenio Barba su vieja convicción– siempre tiene la oportunidad de marcar profundamente al puñado de espectadores que lo presencian: quedar no sólo en la memoria o en un plano cognoscitivo, sino a nivel orgánico, en el metabolismo de cada quien. Y eso depende, más que nada, de lo que el teórico y creador escénico llama la dramaturgia del actor.

El director fundador del Odin Teatret, de Dinamarca, se encuentra nuevamente en México, en esta ocasión para impartir, en la Universidad de Guanajuato, un taller sobre lo que considera el principal aporte creativo de un actor a una puesta en escena.

Generalmente –explica Barba en entrevista– el término dramaturgia está asociado a la escritura de un autor, “pero en mi concepción, la ‘dramaturgia del actor’ se refiere a la transformación de las palabras escritas sobre el papel en reacciones, en dinamismo, en sonoridades que hacen que el espectador no sólo crea lo que ve, sino que comience a vivir un proceso de diálogo consigo mismo, con su propia experiencia; se trata de que el actor adquiera esa fuerza empática mediante un proceso sensorial”.

El actor no puede trabajar solamente como si fuera un gimnasta, no es suficiente su presencia física, tiene que utilizar su fuerza síquica, mental.

Esto tiene que ver con la antropología teatral, que considera el espectáculo como organismo viviente, con muchos niveles de organización, que van desde la utilización del espacio, la sonoridad, la posibilidad de crear ambigüedades en un texto que dice una cosa, pero que como actor puedo decir que parezca un poco irónico o con cierta distancia, abriendo un abanico de posibilidades interpretativas.

Es lo que ocurre –ejemplifica– en la danza, que carece de dramaturgia narrativa, donde el bailarín proporciona al espectador información que no es conceptual, sino de otro tipo, lo que siempre había hecho el teatro y que se ha perdido en nuestra época profundamente conceptual, inteligente, culta.

Esa dramaturgia del actor “todavía la practica el teatro asiático clásico, que es justamente una forma artística que no se dirige a la parte conceptual del cerebro, sino a otra parte del sistema nervioso, por eso tiene un impacto visual tan fuerte; por eso pone tanta atención en detalles como la música o la textura de los trajes. Son factores artísticos muy impactantes.

Sabemos que hay actores que a pesar de representar textos muy débiles, dejan una gran impresión, mientras hay otros que representan a Shakespeare o a Moliere y aburren al espectador; entonces, el texto es sólo parte del teatro; lo que importa es dejar una huella profunda en el público, algo que no termine con la función, sino que pase a formar parte del metabolismo del espectador. Por eso exploro la dramaturgia del actor, para saber cómo es que puede llegar a impactar a quien presencia la obra.

Sí –admite Barba– el teatro es un arte de minorías que muy pocas personas van a ver, pero yo, como gente de teatro, no pienso en cuestiones tan grandes como impactar a una sociedad; soy más bien como un maestro de escuela que tiene 25 niños a cargo con un deseo, con un apetito de conocer, de no quedarse satisfechos con lo que tienen; es lo mismo. Yo, como director de un grupo estable, como el Odin Teatret, pienso en los 100 espectadores que cada noche puedo acoger, en cómo dar el máximo para tener durante todos estos años espectadores que nos siguen viniendo a ver, jóvenes también.

Además del taller que impartirá en Guanajuato, Eugenio Barba aprovechó su estancia en México para presentar su libro más reciente, El arte secreto del actor (el miércoles pasado en el Centro Cultural Helénico), así como el de la pedagoga Julia Varley, titulado Las piedras del agua.

Aun cuando el fundador de la Escuela Internacional de Antropología Teatral sostiene una postura crítica y pesimista sobre las tendencias culturales y económicas en el mundo globalizado y su impacto en la creación artística, afirma que la manera de mantener su actitud vital hacia el arte es simplemente, trabajar.