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REPORTAJE /educación artística

La enseñanza musical sigue relegada en escuelas públicas

Millones de niños ignoran qué es una partitura

Están condenados a consumir música chatarra, dicen pedagogos

La SEP se apoya en proyectos de la sociedad civil, indican

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Mercedes Gómez Benet, profesora del Conservatorio Nacional de Música, durante la clase de arpa que imparte a Aline Romero de nueve años, como parte del programa vespertino de enseñanza para niños de esa prestigiada instituciónFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Viernes 30 de abril de 2010, p. 3

La educación musical, al igual que la enseñanza de otras actividades artísticas, sigue relegada en la mayoría de las escuelas públicas del país, de acuerdo con una investigación realizada por La Jornada.

Ese desdén no sólo se refleja en el hecho de que no existen estadísticas oficiales relativas al número de docentes y alumnos que se dedican a esa actividad, lo cual hace que sea prácticamente inexistente un presupuesto específico dedicado a la educación musical.

La propia Secretaría de Educación Pública (SEP) se apoya en proyectos de la sociedad civil para llevar la enseñanza de la música a unas cuantas escuelas, en lugar de desarrollar estrategias propias de largo alcance.

Músicos profesionales, estudiantes y pedagogos consultados deploran que millones de niños y jóvenes en México no saben y nunca sabrán qué es una partitura o una clave de sol, no juegan ni crecen con las delicias y misterios del do, re, mi, fa, sol, la, si. Están condenados a ser consumidores de música chatarra, opinan.

Privilegio de un puñado de tercos

Mientras la gran mayoría de la población infantil está apartada de la oportunidad de desarrollar, mediante la música, más conexiones neuronales, utilizar de manera muy completa sus dos hemisferios cerebrales o ayudar a su sistema nervioso a madurar ágilmente, el acceso a una buena educación musical es privilegio de un puñado de tercos, suertudos o, en el mejor de los casos, el camino natural de quienes provienen de familias dedicadas a ese arte.

Si hablamos de la educación musical que se imparte en las escuelas primarias no tengo nada que opinar: la considero inexistente para lo que debería ser, dice tajante Mercedes Benet, arpista y maestra del Conservatorio Nacional de Música, quien detalla: y la enseñanza que existe en las pocas escuelas especializadas de música avanza a pasos lentos por la falta de presupuesto e interés en hacer de esta disciplina algo vital para la educación, no para algunos pocos.

El clamor general de casi todos los músicos mexicanos entrevistados es que se ofrezcan clases de música de calidad a todos los niños, como parte de su formación integral, pues si esto se lograra, quienes se interesaran especialmente por la disciplina llegarían mejor preparados, con bases, a las escuelas profesionales de música y a edades más tempranas de lo que ocurre normalmente, considera la compositora Alejandra Odgers, egresada de la licenciatura de oboe de la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien actualmente cursa un doctorado en Canadá.

Si los argumentos anteriores no fueran suficientes para reflejar la urgencia de hacer de la educación musical una materia obligatoria desde temprana edad, basta escuchar la voz del bajista autodidacta Jorge Pérez-Penné: la música es un medio para canalizar muchas frustraciones. Es, de cierto modo, una actividad catártica. Prefiero que los jóvenes aprendan a tocar un instrumento a que gasten su tiempo en otras cosas.

Pero si alguien desea acceder a estudios musicales sólo como complemento de su formación académica, el camino es complicado. En el país no existe una política educativa que brinde el acceso gratuito y universal a esa especialidad artística.

El estudio de la música en México se ha vuelto exclusivo para quienes tienen la posibilidad de pagar o bien para quienes ya han logrado un cierto conocimiento y pueden ingresar a alguna de las pocas escuelas públicas de música, donde se estudia para ser un profesional, señala la antropóloga Lucina Jiménez.

Agrega que en muchos países se puede estudiar música sin que necesariamente uno piense dedicarse a ella, en México, en algunas comunidades, la música forma parte de la tradición y se aprende en el contexto familiar, como podría ser el aprendizaje de música de banda de viento. Lo contradictorio es que el sistema público invierte muy poco en facilitar la sistematización y profesionalización, así como en la reparación de instrumentos, y en la creación de repertorio y partituras.

Jiménez propuso a la SEP en 2008, por conducto de la asociación civil Consorcio Internacional Arte y Escuela (ConArte) que dirige, poner en marcha en las escuelas públicas del país el programa ¡Ah que la canción! Música mexicana en la escuela.

De inmediato se adhirieron a esa propuesta la entonces titular de la SEP, Josefina Vázquez Mota, la Sociedad de Autores y Compositores de México y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Se capacitó a poco más de 120 maestros directores de coros de todos los estados para que a su vez ellos capacitaran a otra centena de docentes de grupo, con o sin conocimientos musicales, para que, literalmente pusieran a cantar a sus alumnos piezas mexicanas. En la actualidad ConArte mantiene el vínculo con más de 340 formadores de formadores, con el apoyo, dice, del Programa Nacional de Escuela Segura.

No obstante, la información oficial respecto de este proyecto se encuentra perdida en la burocracia estructural de la SEP. Luego del cambio de titular de la dependencia, inclusive en el área de comunicación social mencionan que ¡Ah que la canción! es un programa al que no se le presta mucha atención por tratarse de una iniciativa de otra administración.

La semilla del arte

Lucina Jiménez no desiste en su empeño de ofrecer al mayor número posible de niños y jóvenes la semilla del arte. Su proyecto sigue “en unos estados con mayor intensidad que en otros. Tenemos las estadísticas e imágenes que ellos mismos envían a ConArte, no a la SEP.

Igualmente, tenemos el diseño de la estrategia de implantación nacional que se está llevando a cabo y un mapa donde se refleja el avance en 14 estados. Son ya mil 464 los docentes que conocen el proyecto.

El 12 de marzo, en el aniversario 25 de la secundaria pública 11, ubicada en el Centro Histórico de la ciudad de México, todas las alumnas cantaron algunos temas de ¡Ah qué la canción! Otra escuela incluso grabó un disco compacto con la música interpretada por sus estudiantes.

Vamos a organizar los primeros encuentros regionales en el contexto del bicentenario. ConArte acaba de enviar 300 ejemplares del libro didáctico del programa a Ciudad Juárez, Chihuahua, donde ya capacitamos a los formadores, puntualiza con entusiasmo Jiménez, cuya meta es crear más de 6 mil grupos corales en el país.