Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ruta Sonora

Hizo arder la luz McCartney

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Paul McCartney en el Foro SolFoto Yazmín Ortega Cortés

La permanencia del fuego

L

as notas musicales, colocadas de modo inspirado y estratégico, así como unos versos bien plantados, siguen teniendo un poder demoledor, capaz de traspasar años y latitudes. Los conciertos del ex Beatle, sir Paul McCartney, en la ciudad de México, ocurridos los días 27 y 28 de mayo derrocharon belleza, lágrimas y euforia, para ubicarse como uno de los más impresionantes y emotivos sucesos escénicos que haya albergado esta urbe.

Y particularmente, la noche del 27, estuvieron conectados astros y meteoros: una gigantesca luna llena se asomó al iniciar el primer concierto, y un cielo negro que amenazaba con caerse, sólo arrojó una lloviznita que cesó al comenzar los primeros acordes. Sin embargo, las lágrimas que estuvo conteniendo el cielo el primer día, se soltaron el viernes, quizá al ver a un Paul más conmovido y entregado que el jueves, aunque para la segunda fecha su voz se escuchara bastante dañada. La conexión entre él y los 55 mil asistentes de cada noche, fue total, fruto de un cariño acumulado, gracias a un fenómeno que Paul recordaba y sus fans conocían: la semana pasada, en su página oficial, McCartney, en webchat con sus fans (http://bit.ly/9HIY3V) recordó con emoción cuando en el Palacio de los Deportes (2002), el público comenzó a prender y apagar sus encendedores a ritmo perfecto. Así que para estos dos conciertos, creó ex profeso la melodía Shine the light, Mexico! (México, enciende la luz), en la que pidió se repitiera tal acto, el cual se dio fabulosamente, para que el Foro Sol sustituyera abajo, ese mar de estrellas imposibles de ver arriba. Conmovido, no paró de repetir en ambos días: ¡Sólo en México! En la era de los celulares, permaneció la vitalidad del fuego.

El don de la melodía

El compositor, cantante, multinstrumentista, pintor, escritor, activista y explorador de sonidos electrónicos, retro o clásicos, de casi 68 años, a diferencia de su gira pasada, en que se vio más seco, se mostró más jovial, humoroso y lleno de energía. Paul refrendó su estatus como una de las figuras más influyentes del rock, indispensable para la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX. Si bien se le tilda, comparado con John Lennon, de ser el que sólo hace tontas canciones de amor, de los cuatro beatles es quien mayor profundidad armónica ha poseído, y el que complementó la genialidad de aquél otro, ideólogo por antonomasia, de los Beatles. Asimismo, McCartney es históricamente uno de los músicos mejor dotados para la melodía: lo suyo son las notas bellas, la ternura, el vuelo libre. De igual modo, su aportación en el bajo como instrumento frontal, creativo, y no sólo como de base, es imprescindible.

Así, a bordo también de guitarras mil, entre zurdos requintos hendrixeros (tocó un trozo de Foxy Lady), o avezado como es al piano, Sir Paul en esta gira eligió sonar más setentero, épico y explosivo en lo rocanrolero, muy Wings, y más lúdico en su selección beatle, a diferencia de su anterior gira, más melancólica, en que tocó temas impensables (She’s leaving home, Fool on the hill, You never gime me your money, Carry that weight, Penny Lane). Aunque ahora también hubo momentos de lagrimita con The long and winding road, My love, Two of us, Blackbird, Eleanor Rigby, I’m looking through you y Yesterday. Curioso fue que, de sus álbumes recientes, en que ha tenido un nuevo aire creativo, no incluyera nada de Chaos and creation in the backyard (2005, discazo), sólo una del magnífico Memory almost full (2007) y dos de su notable proyecto The Fireman (Electric arguments, 2008), como si fuera del que más se siente orgulloso (muy pocos las reconocieron).

Y si bien el momento grandilocuente se dio con Let it be, el clímax sensible se dio con Something, para George Harrison, majestuosa al pasar de ukulele y voz, a instrumentación completa; las imágenes de Harrison denotaron más cercanía, que cuando cantó Here today (del Tug of war, 1982), compuesta, dijo, en memoria de mi amigo John… En suma, se trató de una gran experiencia vital, llena de infinitas alegrías y almas encendidas. ¡Larga vida al beatle más necio, amoroso y prolífico! (crónica completa y setlists en patipenaloza.blogspot.com).