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Ver día anteriorDomingo 29 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la mitad del foro

El desprecio por la sangre derramada

S

obrevivió uno. Y la sangre derramada en San Fernando, Tamaulipas, inundó el mundo mediático, destrozó el cauce del humanismo solidario que alguna vez hizo de México refugio de perseguidos, víctimas de la prepotencia totalitaria, de la estulticia criminal del golpismo, de inquisidores de antiguo cuño y sus herederos de la guerra fría. La vergüenza y el desconsuelo ante un crimen de lesa humanidad, encasillado en las estadísticas de los años fúnebres de la guerra contra el crimen organizado y la arrogancia de los encumbrados en la hora de la mediocridad rampante y el retorno del verdugo de Joseph le Maistre, único sostén del poder constituido para las derechas de ayer y de siempre.

No es cierto que se borre la sangre, que el horror se diluya a golpe de discursos patéticamente triunfalistas y de la conversión de burócratas de elegante corbata que resiste las manchas del cambio incesante, que convierte a quien apenas ayer era subsecretario de Gobernación a cargo de Migración y Asuntos Religiosos en secretario técnico, vocero del bélico aparato montado para combatir la inseguridad pública y la fugitiva seguridad nacional. ¿Dónde están los expertos?, preguntaban los observadores de las mesas del diálogo a invitación del Ejecutivo para integrar un mudo coro griego en torno al monólogo sexenal de Felipe Calderón Hinojosa. En la seguridad del anonimato sugería la prudencia ante las amenazas cumplidas de los sicarios y sus dueños.

No. A los sonámbulos de la transición en presente continuo los ilumina el carisma de los que hablan con Dios, pero no desdeñan el diálogo con los demonios del poder, el dinero y la política entendida como cruzada para destruir el Estado laico y borrar el liberalismo de la Reforma y la política social de la Revolución con la tenacidad de aquella brega de eternidad reducida a recitación del catecismo y a la conversión de la contienda por la vía legal en guerra armada sin tregua para acabar con el crimen organizado y, de paso, con el proceso histórico que nos legó ocho décadas sin asomo de golpismo militar. Alejandro Poiré se llama el flamante secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional. Arde el país y el miedo impulsa a huir de la que fuera tierra acogedora, de refugio para los perseguidos.

¡Nada teman!, proclama el señor Poiré: no hay violencia generalizada en México; de los 28 mil 353 homicidios registrados desde el primero de diciembre de 2006, 80 por ciento ocurrió en 162 municipios de los 2 mil 456 que hay en el país. Y procedió el solemne señor Poiré a detallar las fracciones: que son nada más cinco entidades escenario de muerte multitudinaria, el resto del país goza de paz idílica. Aunque padezca asaltos, robos, extorsiones, secuestros y violaciones sin fin. La verdad es la primera víctima de la guerra, de todas las guerras, dice el axioma incontestable.

Y ha estallado la contienda política. En medio del herradero de los conversos y los apóstatas, de los oportunistas y de los del realismo a toda prueba, que no reconocen diferencia alguna entre partidos ni creen en las ideologías ni quieren saber de compromisos personales, ya no digamos con los principios y postulados de la política. La guerra de clases era engañabobos: guerra la del combate a muerte contra el crimen organizado, contra el libertinaje de mujeres, como las presas en Guanajuato y condenadas donde quiera que se ha aprobado la defensa de la vida desde la concepción. Con perdón de Onán y su semilla desperdigada en la tierra.

Felipe Calderón anuncia que la violencia aumentará en el corto plazo. Después hablamos de Keynes. Por lo pronto anticipó que a él le quedan dos años, tres meses y cinco días de estadía en Los Pinos. Hagan sus cuentas. Estalló la contienda política, pero la guerra, la sangre derramada y la violencia armada desplazan al debate, las propuestas y los programas de gobierno. Nunca hay más oscuridad que cuando está a punto de amanecer, dice un proverbio optimista. No veo claro. La matanza de San Fernando, los bestiales asesinatos de hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, ecuatorianos y cuando menos un brasileño, de nuestros hermanos, dice el discurso desdeñado, no son un hecho aislado. Decenas de miles, 20 mil al año, son secuestrados, extorsionados, sometidos al yugo de la esclavitud a su paso por esta tierra nuestra en la que Miguel Hidalgo decretó la libertad de todo aquel que llegara a pisarla.

Indigna y preocupa el nivel que ha alcanzado la violación de la seguridad de los migrantes en México, declara la ONU. No es un hecho aislado. Jorge Bustamante, quien fue director del Colegio de la Frontera, afirma que este año hubo una matanza de 50 mil migrantes y hubo otra de más de 50 mil antes de ensangrentarse agosto en San Fernando. La frontera con el norte rico, con la ilusión de una vida mejor, de encontrar empleo de lo que sea, empieza en el Suchiate, en los 900 kilómetros porosos, abiertos al paso de hombres, armas y drogas. Hay que pagar. El México que recibió a los refugiados del fascismo español, del nazifascismo alemán, del chauvinismo francés, es ahora hostil a todos, tierra de corrupción y de impunidad, de funcionarios que no creen en las leyes que juran cumplir y hacer cumplir.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos da cuenta, atestigua, de las violaciones y la privación de la vida de los nómadas de nuestro tiempo. Ha estallado la contienda política. Felipe Calderón dice en entrevista con Joaquín López-Dóriga que oyó alguna vez algún discurso de la presidenta Beatriz Paredes, a quien estimo, pero no hubo alguna línea de descalificación o de señalamiento a los criminales y sí muchas, muchas, de descalificación al gobierno. Podría atribuirse a desinformación a cargo de sus jóvenes turcos. El caso es que la tlaxcalteca condenó varias veces a los actores y autores del asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a gobernador de Tamaulipas. O podríamos decir que estamos ante otra convocatoria a la unidad, al diálogo civilizado.

Pero en Ixtapan de la Sal, la priísta lamentó la desmemoria: ... se les olvida que somos la mayoría. Agregó: Este es el PRI que es la primera fuerza política nacional. Y en la CNC, ante sus compañeros de sector y su líder, Cruz López Aguilar, el peso abrumador de la vergüenza y el dolor ante el crimen de lesa humanidad en San Fernando movieron a Beatriz Paredes a hermanar a los nómadas de la pobreza que padecemos y compartimos con los que cruzan nuestro territorio impulsados por la ilusión de llegar a la frontera norte y entrar a Estados Unidos. Exigió respeto a los derechos humanos de los migrantes y de nuestros jornaleros agrícolas. Nómadas en su propia tierra, víctimas del tráfico de personas, del trabajo sin derecho alguno, con salarios miserables y los hijos menores de edad sometidos a la peor explotación y al olvido de los dignos señores que tranquilizan a los del dinero, en espera de la quiebra de Mexicana de Aviación: ganga sin trabajadores sindicalizados, sin contratos colectivos.

El PRI ha tenido su peor momento al permitir que los panistas llegaran al poder, dijo Francisco Rojas. Las nuevas leyes no quitan lo inepto, sentenció Manlio Fabio Beltrones. ¡Este es un gobierno rico con resultados pobres!

Empezó la contienda política, el debate reclamado. Pero la sangre derramada oscurece el horizonte: El sueño de la razón crea monstruos, alucinó Goya. Pida perdón, señor presidente.