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Ver día anteriorDomingo 5 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Inmigrantes habilidosos, taurinos contumaces

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Leonardo Anselmi
E

ntre el barullo por las conmemoraciones bicentenarias, que de paso han exhibido la menguada imaginación de los taurinos de por acá para aprovecharlas como repunte del espectáculo –concursos, coloquios, conferencias, ediciones, debates de altura, exposiciones, proyectos de mercadeo, novilladas y corridas de lujo– bueno es revisar el criterio de los taurinos tras la victoria pírrica –más daño para el vencedor que para el vencido– del grillo sudaca y los separatistas catalanes.

Con el nombre de Leonardo Anselmi, este joven de origen italiano cuyos antepasados emigraron a la Argentina –que manipulada por el imperio británico desaprovechó, junto con Uruguay, la posibilidad histórica, económica y cultural de convertirse en importante productora de reses bravas–, ahora desalmada lo devuelve a Cataluña como portavoz del pensamiento único globalizonzo, apoderado ya de la ética modernizadora que sueña con abolir la naturaleza cruel del mundo aboliendo las corridas de toros.

De abundante cabellera y rostro sonriente, con apenas ocho años de residir en Barcelona, Anselmi por lo pronto ya logró que la sanguinolenta función desaparezca de allí en 2012, pues Barcelona, que llegó a ser la ciudad taurina más importante del mundo, acabó desinteresándose de este espectáculo luego de cuatro décadas en que sucesivos concesionarios del acreditado coso quisieron tomarle el pelo al público, exactamente como ha ocurrido en el mismo lapso con las principales plazas de México, cuyos propietarios las utilizan para fines extrataurinos en detrimento de una oferta taurina atractiva, emocionante, verdadera y competitiva. Esas son crueldades.

¿Fue a partir de la compulsión modernizadora de Carlos Salinas de Gortari que la fiesta de los toros empezó a ser considerada políticamente incorrecta por los empleados públicos en turno? ¿A raíz de las administraciones de los belicosos presidentes Bush –padre e hijo– se le marcó al gobierno mexicano una política de sana distancia con respecto a esta tradición aunque los dos últimos mandatarios haigan sido aficionados a las corridas antes de toparse con el cargo? ¿La violencia que a diario propagan los medios persuadió a los antis de que la sangre de los toros de lidia es sagrada, pero la del resto de las especies no?

Pero aquí los taurinos ni sufren ni se acongojan y, además de considerar que Barcelona queda muy lejos y que su negocio fue blindado por la alcahuetería de la autoridad y la indiferencia de los aficionados, continúan, irresponsables y temerarios, desentendiéndose del público y dándole gato por liebre, como ocurre en la mayoría de las ferias que se celebran en el país… y como ocurrió en Barcelona.

Con un nivel preocupante de argumentación, un optimismo rayano en la estupidez y una capacidad de defensa similar a la de la selección nacional de futbol, los partidarios de llevar la fiesta en paz en materia de toros, es decir, empresarios, ganaderos, toreros, cronistas y autoridades, conmueven, lo que no se sabe es si por su cinismo o por su capacidad neuronal.

Desde el lugar común, falso porque la lealtad del público hacia el espectáculo taurino no puede ser incondicional, de que los toros son una tradición profundamente arraigada en el pueblo mexicano, hasta la sesuda conclusión de que en nuestro país el público taurino es minoritario y por tanto inafectable, en este espacio preguntamos por enésima vez:

¿Qué fiesta de toros se quiere defender, la actual o la esencial?, ¿la de los empresarios que anuncian corridas y lidian becerros?, ¿la de las figuras que en otros países son obligadas a enfrentar toros con edad y trapío o la de la mafia que invariablemente les sirve a aquéllas novillos, ante la frivolidad de un público mitotero?, ¿la de la bravura intemporal o la de la docilidad mentirosa? Mientras los millonarios del negocio taurino persistan en sus abusos y rehúsen pronunciarse por la grandeza, su pobre concepto de fiesta no es defendible.