Opinión
Ver día anteriorLunes 29 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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American Curios

Bailando sucio

E

ntre concursos de baile y democráticos, todo parece demostrar que aparentemente el fraude es la regla, y no la excepción, en la vida pública en Estados Unidos.

No fue una contienda electoral, sino un concurso de baile donde estalló una controversia nacional sobre la manipulación del voto popular para impulsar hasta las finales a Bristol, la hija de Sarah Palin, reina del llamado Tea Party y ex candidata republicana a la vicepresidencia, en uno de los programas nacionales de televisión más exitosos, Dancing with the Stars. Aunque quedó en tercer lugar, Bristol sobrevivió nueve semanas del concurso a pesar de bajas calificaciones de los jueces y frente a rivales mucho más talentosos, como resultado del voto del público (se combinan las calificaciones y los votos de televidentes). Pero se fue descubriendo, a través de sitios cibernéticos, que las bases ultraconservadoras que apoyan a su madre convocaron a sus filas a votar en masa por Bristol como mensaje político, y algunos sitios del Tea Party hasta bautizaron el esfuerzo como Operación Bristol.

Un sitio declaraba que esta maniobra está haciendo que estallen las cabezas de los liberales; otro sugiere que para los conservadores es gozar la diversión de “tener una prueba de lo que es sentir ser un demócrata: puedes votar las veces que quieras… usando todo tipo de nombres, puedes votar todo el día”, en referencia a acusaciones del fraude que practican los demócratas. Otro afirmaba que votar repetidamente era una especie de venganza contra los demócratas y los liberales por años de fraude electoral contra los conservadores. Algunos sitios daban instrucciones de cómo la misma persona podía votar múltiples veces, ya que no había control en el sistema y uno reportó con orgullo que votó más de 300 veces.

Pero al final ganó Jennifer Grey, actriz que se hizo famosa en la película Dirty Dancing (Bailando sucio, literalmente).

El final de otro gran manipulador y operador de sistemas electorales, alguna vez uno de los hombres más poderosos de este país, fue menos coreografiado. La semana pasada El Martillo, el apodo de Tom DeLay, quien fue líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, fue declarado culpable de lavado de fondos por un jurado en Texas.

DeLay fue famoso por su cuestionable práctica ética como líder de los republicanos en la cámara, que incluyó colocar familiares en la nómina de su campaña, presionar a cabilderos a donar cada vez más a las campañas de sus colegas, viajes de lujo pagados por donantes y gente con negocios con el gobierno, y por su forma frontal de imponer su poder, la cual le ganó su apodo. Pero su caída fue resultado de una maniobra ilegal en 2002, al canalizar unos 190 mil dólares de empresas a las campañas de candidatos republicanos en Texas en violación de las leyes estatales. Seis de los siete candidatos beneficiados ganaron y con ello los republicanos tomaron control de la legislatura estatal por primera vez en la historia moderna de Texas.

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Bristol, hija de Sarah Palin, durante una participación en el programa Dancing with the Stars, de la cadena ABCFoto Ap/ABC

Irónicamente, a pesar de que el veredicto fue una condena a la contaminación del proceso democrático por la participación directa de empresas para manipular el sistema, según recientes fallos de la Suprema Corte de Estados Unidos hoy existen nuevas formas legales para que operadores políticos como DeLay hagan cosas muy parecidas.

Tal vez por ello DeLay, sorprendido por el veredicto, que potencialmente lleva una condena de cadena perpetua (aunque nadie cree que los jueces le darán una pena tan larga), declaró que esto es un abuso del poder; es un descarrilamiento de la justicia. Concluyó que la criminalización de la política socava nuestro sistema, y estoy muy desalentado por el resultado. O sea, para él, todos hacen algo parecido a lo que él hizo, y su juicio fue parte de un ataque político.

También hubo otro juicio, esta vez en la legislatura federal, hace un par de semanas, que condenó a otra figura nacional por violaciones a las reglas de la cámara. El veterano e influyente representante demócrata Charles Rangel, quien ha representado un distrito de Harlem durante 40 años y hasta hace unos meses ocupaba la presidencia del poderoso comité encargado de asuntos de financiamiento e impuestos del gobierno federal, fue acusado de no reportar de manera adecuada sus ingresos gravables, usar indebidamente un departamento personal para fines de campaña política, y solicitar donaciones en su papel membretado de legislador para un centro que llevará su nombre en la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Rangel fue oficialmente reprobado a pesar de su declaración final, en la que pidió comprensión y aseguró que no había hecho nada para enriquecerse ni cometió ningún acto de corrupción. No sé cuánto tiempo más tengo de vida, dijo el legislador de 80 años a sus colegas,pero siempre intentaré ayudar a la gente y dar gracias a Dios por lo que me ha dado. Sólo espero que al decidir lo que quieran sobre las sanciones, que pongan ahí que Charles Rangel nunca buscó ventaja personal. Otra vez, la implicación es que no hizo nada peor que la gran mayoría de sus colegas... y tiene razón.

Ante tanto baile sucio, no es sorprendente que una mayoría suela decidir no participar en las elecciones u otros concursos y que muchos sospechan que todo es resultado de trampas y maniobras de los poderosos. Tal vez fue esta la sensación la que llevó a un hombre de un pueblo de Wisconsin, quien veía cómo la poco talentosa Bristol Palin continuaba rumbo a las finales del concurso de baile, a tomar furioso una escopeta, apuntar a la pantalla y disparar, provocando después un enfrentamiento con la policía que duró 15 horas. Su esposa sólo declaró que el tipo, de 67 años, no soportaba que a alguien de tan poco talento le fuera permitido triunfar semana tras semana.