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Bajo la Lupa

El nuevo orden mundial y el oligopolio multimediático global, según el blairiano Robert Cooper

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Rupert Murdoch, al llegar a su residencia en la Quinta Avenida de Nueva York, el pasado 20 de julio, luego de participar en una audiencia en el Parlamento británico sobre escuchas telefónicasFoto Ap
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a revelación, con 50 años de atraso, de la inmundicia delictiva del oligopolio multimediático global de la dupla Rothschild-Murdoch (ver Bajo la Lupa, 24, 27 y 31/7/11) –al que hay que sumar el otro oligopolio de su aliado George Soros– abrió el núcleo del verdadero debate sobre la democracia y sus alcances, debido a la íntima cuan masiva penetración –así como a su poderío tecnológico (geo) político– de la industria de la información, que ha trastocado la vieja correlación en las urnas, que con tantos dados y dedos cargados parecen más funerarias (por la manipulación flagrante de las conciencias) que electorales.

Quien domina los multimedia controla las mentes desinformadas del planeta, labor que desempeñan globalmente BSkyB y News Corporation y sus sucursales locales (v.gr. la mexicana Sky): genuinos oligopolios sobresaturados por una agenda con designios de control mundial multidimensional, de la propia confesión de Rupert Murdoch. Hasta el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore ya se percató tardíamente de ello (Rawstory, 2/8/11).

¿Cuál es la validez del sufragio de un votante deliberadamente desinformado por los oligopolios dominantes?

En la era de la revolución de las telecomunicaciones y la (des)información, los neoliberales oligopolios multimediáticos globales y locales –el totalitarismo del siglo XX que más temió el epistemólogo Karl Popper antes de morir– se han vuelto aberrantemente más poderosos que los pusilánimes políticos a quienes controlan de manera humillante.

El diplomático británico de altos vuelos Robert Francis Cooper –protegido del vilipendiado ex primer ministro Tony Blair (aliado de la dupla Rothshild-Murdoch, que controla el inmundo oligopolio multimediático más poderoso de la historia de la humanidad)– funge como el supremo ideólogo del nuevo orden europeo: una teoría intervencionista, con disfraz humanitario y apoyo logístico del oligopolio multimediático neoliberal de la dupla Rothschild-Murdoch, la cual despliega en sus muy influyentes, aunque muy repelentes, libros: El Estado post moderno y el orden mundial (Demos, 2000); El Estado post moderno y el reordenamiento del mundo: las implicaciones de largo alcance del 11 de septiembre (Foreign Policy Centre, Londres, 2002) y La ruptura de las naciones: orden y caos en el siglo XXI (Atlantic Press, 2003).

Robert Francis Cooper es arquitecto de la política europea de estrategia, seguridad y defensa y ha sido asesor de Tony Blair, del español Javier Solana y de Catherine Ashton (diseñadora del bombardeo humanitario de la OTAN a Libia).

En el nuevo reordenamiento mundial de Robert Francis Cooper, los oligopolios multimediáticos neoliberales juegan un papel geoestratégicamente relevante.

Por pudor, paso por alto la tormenta que desató Robert Francis Cooper al apoyar el sangriento aplastamiento de las manifestaciones democráticas en Bahrein (The Guardian, 23/3/11).

Tampoco se le puede criticar de practicar la política de los dos parámetros (las dos pesas y dos medidas), por constituir el eje confeso de su ideología para los estados posmodernos eurocéntricos, que aplican el nuevo imperialismo liberal (sic) tanto a los premodernos (los estados fallidos) como a los modernos, es decir, a la mayoría del planeta.

Considera que la fase del Estado fuerte de 341 años (de 1648 a 1989) ya feneció en Europa occidental (sic), que se mueve ahora a un triunvirato global: un sistema de roles y responsabilidades traslapados (sic) entre gobiernos, instituciones internacionales y el sector privado (¡súper sic!).

El sector privado es quien en realidad se queda con la mayor tajada del pastel global de alcances geoestratégicos de la industria de la información y servicios, donde destaca el oligopolio neoliberal de los multimedia y las telecomunicaciones.

Expone un cuadro sinóptico para discriminar a los estados, que distingue entre premodernos (los fallidos), modernos y posmodernos (donde coloca exclusivamente a la Unión Europea, apuntalada por la OTAN), a quienes diferencia en cuatro rubros: el Estado, la economía, la base intelectual y las relaciones exteriores.

En el Estado posmoderno eurocéntrico: poder difuso en lo doméstico y lo internacional; democrático (sic); muy influenciado (¡súper sic!) por los multimedia y las emociones populares (¡extra sic!), las funciones industriales pueden ser reducidas (sic).

Se recuerda que Gran Bretaña, monarquía constitucional y principal centro financiero del mundo (servicios), practica una caduca democracia decimonónica nada representativa.

Resalta la exagerada influencia de los multimedia y las emociones (sic) populares, manipulados, a mi juicio, con propósitos electoreros nada democráticos cuando el montaje de un atentado por los grupos de interés oligárquico-plutocrático-oligopólicos es susceptible de trastocar la frágil correlación de fuerzas en las urnas.

El rubro económico es industrial/post-industrial donde las industrias de los servicios y la información (¡súper sic!) comienzan a dominar (¡extra sic!).

Revelador: ¡la economía posmoderna dominada por la industria de la información!

La base intelectual: diversidad e incertidumbre; existencialismo, Wittgenstein, Camus, Joyce, Einstein, Heisenberg, Warhol. Algún día lo comentaré.

Relaciones foráneas: Transparencia (sic) y mutua vulnerabilidad; entre los actores no estatales están los multimedia (¡súper sic!) jugando un papel relevante (¡súper sic!).

Los multimedia, que juegan un papel rector determinante, pertenecen a las industrias de los servicios (finanzas) y la información, es decir, se rigen por las tramposas leyes del mercado de dados y dedos marcados.

En nombre de una falaz democracia, demuele al Estado-nación –la obsesión de Cooper por beneficiar a los oligopolios neoliberales que abriga el archipiélago británico– e instaura sobre su cadáver un doble totalitarismo multimediático y financierista.

PD. Desde el blog del portal de la revista Letras (sic) Libres (sic), el periodista (sic), reportero (sic) y editor (sic) Juan Carlos Romero Puga –quien se ostenta además como defensor (sic) de agresiones (sic) a periodistas (sic)– envía provocativamente un Twitter desde @jcromero a mi portal oficial (alfredojalife.com) en el que me denigra de escribir criminales (sic) textos judeófobos (sic), me ultraja de viejo decrépito y me deshonra de homicida, quizá para complacer a su patrón: el calderonista empresario cultural Enrique Krauze Kleinbort. Fuente: www.letraslibres.com/beta/entradas/5174. Fecha 27/7/11 (vía TweetDeck) . El Twitter de marras es renviado por Claudia Franco, @clau88franco.

Mi respuesta: 1) No soy judeófobo y no puedo ser antisemita, por ser triplemente semita (desde el punto de vista racial, teológico y lingüístico). Soy antisionista por las mismas razones universales por las que soy antinazi. 2) No estoy decrépito: gozo de óptimas condiciones mentales y físicas, según mis exámenes clínicos de la semana pasada. 3) No soy criminal ni homicida: hasta donde sé, nunca he sido condenado penalmente en ningún tribunal ni he matado a ser humano alguno.