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Un sueño anticipó su primera corona, que perdió de inmediato

En boxeo, si no eres campeón, no eres nadie: Carlos Salgado

Enfrentará a Argenis Méndez por el cetro superpluma de la FIB

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Perder en la primera defensa del título fue un golpe terrible para Juan Carlos Salgado, quien pensó en el retiroFoto Juan Manuel Vázquez
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de septiembre de 2011, p. a14

Una noche antes de la pelea que lo encumbraría como campeón mundial, Juan Carlos Salgado tuvo un sueño. No uno extraño y confuso, sino uno muy real, donde peleaba contra el que sería su rival, el venezolano Jorge Linares. En las imágenes oníricas no sólo se anticipaba la victoria que más tarde ocurriría en la realidad, sino además pudo visualizar el golpe preciso, un volado que asestó en la sien del oponente, con el que conseguiría el cetro superpluma de la AMB, la noche del 10 de octubre de 2009 en Tokio, Japón.

Nadie creía que el joven retador podría arrebatarle el cinto al campeón invicto, pero lo hizo. Ni el propio Salgado podía creer cómo lo había conseguido. La pelea más importante de su vida había sido la más fácil. Nocaut técnico en el primer asalto, cuando apenas rebasaba un minuto de combate.

Salgado había esperado mucho esa oportunidad. Estaba harto de enfrentar rivales inofensivos, que no significaban ningún avance en su carrera. En una ocasión, recuerda, tuvo que enfrentar a un boxeador retirado, un hombre al que ni siquiera se atrevió a golpear por el temor a lastimarlo.

Una ráfaga, un ganchito y ya, porque, como todos, él también iba a buscar su chamba, dice Juan Carlos Salgado, con la mirada profunda clavada en los costales del gimnasio Romanza, en Iztacalco. Yo les dije a mis promotores: ´consíganme a uno duro´... y me consiguieron al mejor, a Jorge Linares.

Luego de esa victoria inesperada, el súbito giro que tomó su vida lo hizo descuidar su carrera. Me hizo despegar los pies, dice Salgado. Y así, en vilo, pasó del anonimato al éxito deportivo, sin preocuparse de que tres meses más tarde tendría que regresar a los cuadriláteros. Esta vez Salgado era el campeón y el japonés Takashi Uchiyama, un peleador al que vio demasiado burdo, era el retador.

Después de tres meses de entrenamientos descuidados, distraído por las fiestas de aquel fin de año de 2009, Salgado tuvo que hacer su primera defensa del flamante título. Dice que lo que lo mató fue la confianza excesiva, y otro tanto el desdén con el que vio al oponente.

A ése, lo clavo en cinco asaltos... y vámonos, fue lo que pensó el 11 de enero de 2010.

Empezó el combate en la arena Tokyo Big Sight, de Japón, y muy pronto la falta de condición física empezó a hacerle estragos a Salgado, que esta vez había subido con un cuerpo descuidado, flojo, sin la firmeza necesaria para resisitir el intercambio de golpes.

Me pegó en la panza y sentí que me lastimó, estuve a punto de doblarme ahí del dolor, recuerda con pesadumbre, como si al recordarlo volviera a sufrir el castigo de los golpes, el cuerpo desfalleciente, la falta de aliento. Cada golpe que Salgado pudo asestar apenas hacía estragos en el oponente, mientras que él sentía una descarga que recorría sus brazos.

Nunca me han dolido tanto los golpes como en esa pelea, confiesa. Fueron 12 episodios de sufrimiento, con la cabeza a punto de estallar, el cuerpo torpe, como si no obedeciera las órdenes que dictaba el cerebro de Salgado, las piernas tambaleantes. Todo ocurría como en cámara lenta, como los tres golpes seguidos que le conectó el retador Uchiyama y que sirvieron para decretar el nocaut técnico a favor del retador.

Perdí... me perdí a mi mismo, dice con una mueca que hace evidente que aún le duele. Perder en la primera defensa del título, tan rápido, fue un golpe terrible para Salgado. Después de esa derrota, perdió la confianza, pensó que ya no volvería ganar una pelea y consideró retirarse.

Ahora que recuerda cómo hacía planes mientras le duró el gusto del título, parece que siente un poco de vergüenza, por ser tan ingenuo. Me adelanté, me gastaba imaginariamente el dinero que aún no ganaba; puro sueño guajiro, dice en medio de una leve sonrisa.

Para volver a aspirar a un título no sólo necesitó regresar al trabajo intenso del gimnasio, tuvo que acudir a terapia sicológica para recuperar la confianza. Me sentía inseguro, como que había cambiado mi estilo y había empeorado, me sentía torpe para moverme.

Ya con la autoestima restaurada, Salgado volverá a pelear por un título mundial, enfrentará al dominicano Argenis Méndez, por el vacante superpluma de la FIB. Sabe que será una prueba difícil, que hay mucha presión, porque llega con el incómodo estatus de ex campeón, pero ahora las motivaciones son otras. Iker, su pequeño hijo de 9 meses, padece de una catarata nuclear. Si gana, el dinero lo utilizará para que operen a su hijo en Estados Unidos. Ya no depende de sueños una nueva victoria, se preparó con firmeza para regresar por un cetro. porque, como él mismo dice, en el boxeo quien no es campeón no es nadie.