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En la décima corrida el prometedor Fermín Rivera corrobora la sobriedad de la verdad

Oreja al capitalino José Mauricio, que se sublima ante dos astados de La Estancia

El Capea, con quehacer pero sin decir

Otra pobre entrada en la Plaza México

Foto
El capitalino José Mauricio emocionó este domingo en la Plaza MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de enero de 2012, p. a35

El diestro capitalino José Mauricio, de las figuras en potencia que el desquiciado sistema taurino mexicano no ha logrado aprovechar, tuvo una gran actuación ante dos astados de muy diferente comportamiento en la desairada décima corrida de la temporada como grande en la Plaza México, desacostumbrada a los triunfos sin españoles.

Se lidiaron siete ejemplares del hierro de La Estancia, propiedad de Alejandro Martínez Vértiz y de Gloria Barbachano, en general bien presentados y que empujaron en varas, acusando cuatro de ellos una fijeza, una claridad y un recorrido excepcionales, que en cuanto sus criadores logren añadir a esas cualidades la transmisión, podrán convertirse en una ganadería preferida por los que son figuras o aspiran a serlo.

El tercero de la tarde, cárdeno claro, caribello y muy bien armado, precioso de lámina, que medio empujó en un puyazo, se llamó Fuentespina, y en el tendido de plano una niña comentó: ¿Fuente qué?, mejor le hubieran puesto Firulais. Luego de un caótico segundo tercio –ante toros con temperamento fijarse primero en las cuadrillas– un transformado José Mauricio, segundo espada, inició su faena con dramáticas tandas con la diestra muy bien rematadas. (El día que los criadores de bravo y los toreros entiendan que el mejor aliado del triunfo no es la nobleza en los toros sino su transmisión de peligro, la gente regresará a las plazas.)

Fuentespina, con 512 kilos, exigía quietud y mando, y José Mauricio se dedicó a embarcar, aguantar, templar y mandar aquella amenazante embestida en series de enorme torería por ambos lados, que aunadas a su enorme calidad provocaron la emoción en el tendido. Como digno colofón a su torera labor, José Mauricio instrumentó rotundos doblones sin reponerse y tras pasar en falso en el primer viaje dejó un estocada entera que le valió una merecida oreja, no sólo por su quehacer sino por las problemáticas condiciones del astado.

Con su segundo, que hizo sexto, Piamonte de nombre, y sin duda el mejor del encierro, Mauricio dejó una media verónica para un óleo. Tras un puyazo en lo alto quitó vistosamente por chicuelinas, tafalleras, caleserina y revolera para luego realizar una faena ensimismada, de mano muy baja, ya no con el quietismo como último recurso sino de sólida técnica con expresión y aroma de torero grande (¡ah, si nos decidiéramos a producir figuras en vez de importarlas!).

En sintonía con el tono trascendente de su faena, Mauricio intentó matar recibiendo pero dejó una entera hasta el tercer viaje. Un grupito de reventadores le pitó y el torero se abstuvo de dar la vuelta, sin embargo, otro sector lo obligó a recorrer el anillo. Una vez me dijo Lorenzo Garza: Si un torero divide, puede ser grande. José Mauricio tiene todo para dividir y triunfar.

Por su torera parte Fermín Rivera pechó con un lote soso y aun así lo hizo lucir corroborando su estatura de lidiador de altos vuelos, de pundonor intemporal, prolongadas tandas, privilegiado mando y excepcional temple. En una plaza seria lo hacen dar la vuelta tras la faenaza a su primero. Cuando aprenda a conjugar el verbo vender, ni él ni el público se la van a creer.

A Pedro Gutiérrez El Capea nomás no le lucieron las 35 corridas de 2011 ni siquiera con el toro de regalo. Quod natura no dat Salamanca non praestat…