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Presentaron El llamado y el don, libro que recoge su quehacer ensayístico en ese género

Compartir los frutos de la poesía, única posibilidad para existir: Alberto Blanco

Los poemas sólo cobran sentido cuando son de la comunidad, manifiesta

El autor nos enseña que debemos desafiar a la tradición y romper hasta hallar la propia voz, dice Julio Trujillo

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Alberto Blanco, en la Casa Refugio Citlaltépetl, durante la presentación de su libroFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de abril de 2012, p. 4

Un poeta escribiendo de teoría poética. Explicando lo que es la poesía; respondiendo a las preguntas eternas. El llamado y el don es el volumen en el que Alberto Blanco recopila esa serie de reflexiones al ejercer otro de sus oficios, el de ensayista.

“Una de las aportaciones de este libro es colocar la práctica de la poesía en un escenario más amplio de lo que lo hacemos, dar una perspectiva mucho mayor. La poesía es algo que lleva miles de años sucediendo y no se ha interrumpido. De alguna manera sabemos que necesitamos a los poemas, no importa que se les considere como objetos socialmente indeseables.

Esta práctica no se ha detenido, el llamado, el don y la consecución de este círculo virtuoso de compartir los frutos es la única posibilidad de que la poesía siga existiendo y de que nosotros sigamos existiendo, expresó Alberto Blanco durante la presentación del volumen, publicado por Taller Ditoria en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) en la colección Autoría, efectuada en la Casa Refugio Citlaltépetl, como parte del ciclo Jueves literario.

Primero de una saga de tres

El llamado y el don es el noveno título de la serie Autoría y el primero de tres volúmenes dedicados por Alberto Blanco al ensayo acerca de la poesía; el segundo será con el tema poesía y presente, y el tercero de poesía y futuro, indicó el editor Marco Perilli, quien lo acompañó junto con Julio Trujillo, de la Dirección General de Publicaciones del CNCA.

Trujillo dijo que el libro El llamado y el don teje un diálogo con El arco y la lira, de Octavio Paz. El volumen de Alberto Blanco, explicó, es una profesión de fe y queda establecido en sentencias muy claras y profundas. Y es la conciencia de que uno pertenece a una tradición subrayada y repetida a lo largo del libro: no hay una generación espontánea del don si le damos la espalda a la tradición. A veces se puede intentar romper con esa tradición para reformularla y realinearse, a veces es incluso necesario desafiarla, romper, hasta encontrar la propia voz. Y todas esas cosas nos las va diciendo de una forma muy natural en el libro.

Este libro es resultado de las décadas que Alberto Blanco se ha dedicado a reflexionar acerca de la poesía, años de tomar notas para convertirlas en ensayos y ahora en libro.

No es un recorrido histórico por las escuelas poéticas, sino que he querido abocarme a la experiencia de la práctica de la poesía, pero hace un primer deslinde: es un libro que no se dedica a la Poesía, con mayúscula, sino a la poesía, con minúscula: en minúsculas, entendida como un arte de lenguaje que tiene una tradición y que se manifiesta en estos objetos socialmente indeseable llamados poemas. En poesía con minúsculas tenemos una tradición que nos respalda.

Es hablar precisamente de aceptar y ejercer el don que llega a cada persona, sea cual sea éste: ser poeta, zapatero o pastelero.

“En El llamado y el don lo primero que trato de dejar en claro es que el don es un regalo. A quien haya recibido el don de la poesía se le plantean tres alternativas, lo honra y se pone a su servicio, no se ha dado cuenta o se le olvidó, se quedó dormido y es como si no hubiera recibido nada, o lo traiciona, que es la tragedia absoluta.

“Al don hay que honrarlo, pero primero hay que atenderlo, y como se nos olvida o nos distraemos, de algua manera alguien, algo, no sabemos qué o cómo, le podemos llamar de 10 mil maneras, ha decidido que recibamos llamados, diciéndonos ‘tienes algo que atender’. Cuando un artista escucha su llamado, cuando está viviendo su llamado, está viviendo el momento más extraordinario.

Ni el don ni el llamado cumplen con el ciclo completo si ese don no se pone en práctica a través de un aprendizaje, de un conocimiento y de una experiencia y se pone a circular entre la comunidad.

Los poemas, dijo Alberto Blanco, no son del poeta, son de la comunidad: es ahí donde la poesía cobra sentido, tiene sentido, pero ese ciclo no se puede cumplir si el poeta no hace su trabajo.