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Ver día anteriorDomingo 24 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El prietito en el arroz
E

se dicho popular hace evidente la connotación negativa de la palabra prieto, que se suele utilizar en México para referirse a alguien de piel morena. Esa es una de las muchas muestras de discriminación que tenemos en nuestro país y que en general no son asumidas abiertamente.

Baste recordar la encuesta que se hizo hace pocos años en la cual un muy alto porcentaje de ciudadanos declaraba que le molestaría tener de vecino a un homosexual o a un negro. Tristemente a lo largo de nuestra historia hemos tenido múltiples manifestaciones de intolerancia y discriminación. El inicio del mestizaje está pleno de ejemplos de ello, comenzando por la traza de la ciudad española sobre México-Tenochtitlan, que dejó fuera de ella a los indios, a quienes había pertenecido la majestuosa urbe.

Durante el virreinato fue temible el Tribunal de la Inquisición que con el pretexto de combatir la herejía despojó de bienes, libertad, honor y en muchos casos de la vida a muchas personas, entre otros a los sospechosos de ser judaizantes.

Por eso es tan importante el Museo Memoria y Tolerancia, que fue inaugurado a finales de 2010 y forma parte del centro urbano Plaza Juárez, el vistoso conjunto arquitectónico que diseñó el arquitecto Ricardo Legorreta frente a la Alameda Central.

Alrededor de una plaza que luce un espejo de agua con pequeñas pirámides, obra de Vicente Rojo, se levantan los edificios que albergan la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y ahora también el flamante museo.

El proyecto lo realizó el despacho Arditti + RDT Arquitectos quienes diseñaron un amplio ventanal que enmarca impactantes vistas hacia los edificios localizados a sus alrededores, logrando una armónica integración con la plaza. En su interior, el espacio se despliega alrededor de un patio central techado, en torno del cual se articulan los distintos componentes del edificio. Es muy bello, moderno y funcional.

Cuenta con una dinámica museografía que incluye videos, maquetas, escenografías, pertenencias originales de las víctimas e incluso un vagón de tren donde eran llevados los prisioneros judíos a los campos de exterminio nazi, entre otros. Todo ello nos enfrenta a algunos de los acontecimientos más oscuros de la humanidad: el Holocausto judío, Camboya, Guatemala, la ex-Yugoslavia y África. Revivir estos sucesos nos permiten ponernos en el papel de las víctimas, entender las circunstancias históricas que causaron estos hechos, identificar los roles de las víctimas y los victimarios y algo de enorme importancia: la omisión de los ciudadanos indiferentes y el poder de salvar de los ciudadanos comprometidos con la humanidad.

El fuerte impacto que nos causan las salas dedicadas a los genocidios se suaviza al salir de ellas y encontrarnos flotando en medio del vacío del patio un enorme cubo revestido de patrones vegetales diseñados por el artista Jan Hendrix. En su interior alberga el Memorial de los Niños y una cascada de 20 mil lágrimas de cristal, que simboliza los millones de víctimas

En otra parte del recorrido ingresamos a una sala donde podemos conocer la situación actual de la tolerancia en México y el mundo; aquí se muestran en tiempo directo noticias generadas en toda el orbe relativas a los derechos humanos. En esta misma sala podemos encontrar talleres de debate e información, sobre las maneras en las que como ciudadanos podemos hacer una diferencia, involucrándonos como voluntarios o donantes a diversas causas. También está presente en el museo el célebre apotegma juarista: El respeto al derecho ajeno es la paz.

La visita no es apta para menores de 12 años, pero tiene un muy grato espacio dedicado a los niños, en donde de manera lúdica conocen sobre los temas del museo. Para todos hay un gran número de talleres y actividades en sus diversos espacios: galería de exposiciones temporales, biblioteca, auditorio, librería y cafetería.