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Somos tranquilos, pero si llegan a nuestro territorio hay pelea

Jóvenes reguetoneros aseguran que todo lo que hacen es divertirse entre grupos de amigos

La policía casi no nos molesta, pero ahora no nos deja estar juntos, señala adolescente

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Algunos de los jóvenes reguetoneros que fueron detenidos luego de una riña con presuntos porros en las inmediaciones de la estación Chabacano del MetroFoto Roberto García Ortiz
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Familiares y amigos de los detenidos llegaron a la agencia del Ministerio Público para enterarse de su situaciónFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de agosto de 2012, p. 37

Para muchos adolescentes, los grupos con los que se reúnen, su banda, como dicen ellos, se convierten en su familia, donde los más grandes, los más fuertes, los más jaladores, se la rifan por los otros, explica Santiago, joven de 17 años que, más que reguetonero, dice, es un chavo que se divierte con sus amigos.

El pleito comienza cuando se meten en nuestro territorio, cuando nos pican con sus porras, o cuando se creen más que uno; entonces se dan las peleas, cuenta Santiago, quien sale con sus amigos cada fin de semana y explica que los pleitos son recurrentes, “sólo que antes no aparecíamos en la tele ni en los periódicos”.

Ellos son como hermanos, explica. Las cosas que hacemos son simples. Nos aprendemos canciones que nos identifican, porras hechas para el nombre del grupo y sobre lo que hacemos, pero si te metes con uno, te metes con todos, apunta.

Aída, de 15 años, explica que sólo cuando encontró a sus amigos, supo quién era. Me gusta la música, cómo nos vestimos y cómo me siento con ellos.

–Y, ¿cómo te sientes con ellos? –se le pregunta.

–Me siento yo. No me juzgan, me entienden y tengo adónde ir.

Los dos adolescentes aceptan que entre ellos también hay varios que usan solventes y “andan con su mona”, pero, aclara, no son la mayoría.

Más bien nuestros vicios son gritar, bailar, hacer desmadre.

–¿Alcohol?

–Sí, eso sí, pero sólo a los que les gusta; no es de a fuerza. Nomás nos divertimos.

–¿Armas?

–No, yo nunca he visto alguien armado. Lo nuestro no es andar de ratas o chacas, sólo andar en el jale. Si te las vas a rifar con los güeyes de otro grupo, es limpio –afirma Santiago–. Nos ven mal por cómo nos vestimos y porque andamos juntos echando desmadre, pero somos como todos, sólo que diferentes.

Ella, con un short que apenas le cubre los glúteos, luce en el cabello una cinta rosa con un gran moño del mismo color. El único maquillaje que lleva son varias capas de rímel en las pestañas, con lo cual sus ojos parecen estar bien abiertos, como si quisiera mirar todo.

La gente nos mira como si fuéramos de lo peor, pero es porque ya no se divierten como nosotros. Algunos, cuando nos miran en el Metro, mejor se cambian de vagón. También la policía nos ubica por nuestra forma de vestir. Generalmente no nos molestaban, pero desde que empezaron a detener a otras bandas ya no nos dejan ni juntarnos en un lugar, luego luego nos abren, cuenta la joven.

Santiago dice que para algunos de ellos salir en la tele es chido, pero para otros, como él, es mejor ya no jalar. Ahora si vas y te partes la madre con otro, ya es delito... si siempre hemos arreglado las cosas así, concluye.