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Ver día anteriorDomingo 11 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Salón Palacio

Dulce momento para la despenalización de las drogas

L

a despenalización de las drogas vive un momento dulce en el mundo. El mismo día que se presentaron los libros Sobre drogas y prohibición, de Jordi Sebrián, y La utopía posible, periodismo por la despenalización, de quien esto escribe, en el viejo bar Raim (1886), de Barcelona, en las primeras planas del periódico El País (25 de octubre) apareció la noticia de la prentación de otro texto, pero en Guadalajara, Informe Jalisco, más allá de la guerra contra las drogas, en el que un puñado de especialistas proponen debatir sin complejos la despenalización o al menos la regulación de la drogas prohibidas. Esa noche, ante un nutrido auditorio de militantes cannábicos se iniciaba un recorrido por las experiencias más vanguardistas respecto de la despenalización y en general la cultura de las drogas a escala mundial. No faltaron degustaciones, visitas a plantíos regulados, a clubes cannábicos y también pudimos constatar –en su propio búnker– la vitalidad de una propuesta editorial que ha cumplido 15 años de exitosa vida, difundiendo la cultura de la cannabis, la revista Cáñamo.

Cáñamo nació en un bar putre. Quienes piensan que Barcelona es sólo una bella ciudad turística se equivocan. También existen barrios populares y viejos bares llamados putres que cumplen todas las condiciones de la decadencia más sórdida. Claro que para encontrarlos hay que ser guiados por un experto como Virgilio. Apenas bajamos del avión, bebimos las primeras cañas en las oficinas de la Cañamería global, donde no sólo se edita la revista anfitriona, sino también se han publicado 17 libros, además de que coordina diversas actividades que van desde clubes cannábicos hasta la instalación de una envidiable biblioteca especializada en temas relacionados con la cultura de las drogas, que consta de por lo menos de 2 mil títulos entre libros y revistas que de varios países. Esta aventura editorial comenzó como debe ser: en un viejo bar ubicado a un par de calles de Las Ramblas, atravesando por un callejón de mala muerte. El lugar se llama Segundo Acto (nadie sabe por qué); ahí, un puñado de ilusos se reunía en torno al gran impulsor del movimiento por la despenalización y fundador de Cáñamo, Gaspar Fraga, quien murió hace tres años.

En aquellas noches báquico-cannábicas se fundó la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis, punto de partida no sólo de la revista sino de todo el creciente movimiento en favor de la despenalización. Moisés recuerda que hace 20 años se podía fumar mariguana en el Segundo Acto, sin ningún problema, pero ahora no se permite ni un tabaco. En contraparte, el parlamento del actual gobierno de Cataluña ha aceptado ya la legalidad de los clubes cannábicos.

Visita a un club

Por fin llegó el día de visitar un sembradío tolerado y un club cannábico. Pasó por mi Moisés lo más temprano posible. Nos dirigimos hacia la población de Santa Maria de Corcó, rumbo hacia la frontera con Francia y a hora y media de Barcelona. Nuestra cita era en el restaurante 13 Taules, donde nos esperaba Jaime Pratz, también fundador y del comité editorial de Cañamo. Con otros amigos compartimos delicias de la comida catalana y probamos y bebimos ese fuerte aguardiente llamado orujo así como un buen vermut. De ahí partimos a la finca de Jaime, ubicada en una afrodisiaca campiña con hermosos caballos y frondosas plantas de mariguana recién cortadas, pero sobre todo, legales. De acuerdo con las disposiciones gubernamentales, la hierba que aquí se siembra sólo cubre las necesidades del club cannábico, el cual está fundado por un colectivo que de 70 socios que reciben un promedio de 600 gramos mensuales de mariguana, a razón de dos euros por gramos. En entrevista, Jaime dijo que actualmente existen en Cataluña 150 clubes cannábicos y en toda España alrededor de 300. Jaime se muestra muy optimista, pues considera que no pasará de febrero del próximo año para que el parlamento de Cataluña despenalice no sólo el autoconsumo sino también toda la producción, para garantizar la venta legal de mariguana en todos los clubes, muchos de los cuales por su demanda –cuentan hasta con 500 socios– aun tienen que surtirse del mercado negro.

El consejero del interior, Felipe Puig, ha aceptado que puede ser socio de un club cannábico cualquier mayor de edad avalado por uno cannábico, anotado en una lista de espera. Sin embargo, hasta el momento la condición jurídica de la siembra legal de mariguana sigue suspendida en el concepto de peligro abstracto, lo cual, resulta absurdo. La consigna de los clubes cannábicos es Una producción lícita para un consumo lícito. Aun cuando este proceso de legalización ha sido lento (en España es una lucha que lleva ya 20 años), Jaime sintetiza así el panorama actual: El cambio de las políticas antidrogas vive un momento dulce. A escala mundial han habido avances en países como Chile, Uruguay y ahora en México (Al momento de redactar este texto se anuncia que la mariguana es legal para usos recreativos en Washington y Colorado, en Estados Unidos). De la finca nos trasladamos al local del club cannábico, una pequeña oficina con numerosa información para consumidores; tras un austero escritorio van llegando los socios del club: parejas de profesionistas, personas comunes que reciben una bolsita con 60 gramos. Todo es tan civilizado que sorprende. Es casi como una fantasía hecha realidad.