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Vocación histórica
E

l vital y populoso barrio que conocemos como La Merced, aloja desde el siglo XVI el antiguo Gran Colegio de San Pablo, que fundó en 1576 el insigne fraile agustino Alonso de la Veracruz y que habría de convertirse en hospital. Hasta la fecha el tramo de la avenida donde se encuentra se conoce como San Pablo. En 1872 se le cambió el nombre a Hospital Juárez y a partir de entonces ha tenido un papel importante en la historia de la medicina social en la ciudad de México. En una ocasión hablamos de ello recordando que durante la invasión estadunidense aquí se atendieron a los heridos del bando mexicano. En el siglo XIX se le dio el título de cuna de la cirugía en México y continúa vigente.

Dedicado a atender a los más desposeídos, acuden personas de todo el país. Las construcciones que levantó fray Alonso fueron reedificadas a fines del siglo XVI, cuando se convirtió en hospital, y a lo largo de los siglos se le fueron haciendo añadidos y remodelaciones, afortunadamente preservando el templo que se edificó a principios del siglo XIX, así como el enorme y bellísimo claustro que se fue rodeando de construcciones modernas.

Una de ellas fue un edificio de 12 pisos levantado en 1970, que por su pésima construcción se derrumbó con el temblor de 1985, causando la muerte a alrededor de mil personas, buena parte de ellos médicos y enfermeras. Dentro de la tragedia se dio un incidente luminoso, que fue el rescate una semana más tarde de varios recién nacidos, que milagrosamente habían permanecido vivos sepultados entre los escombros.

Esta zona de La Merced en donde se encuentra el hospital Juárez ha sido desde la época virreinal un sitio en donde se ejerce las 24 horas del día el que se dice que es el oficio más viejo del mundo. Alguna vez comentamos que dicha actividad es parte cotidiana del paisaje urbano, ya que los habitantes pasan con la mayor naturalidad de la mano de sus niños hacía la escuela, el mercado, el trabajo, a un lado de las alegradoras, como se les llamaba a las prostitutas en México-Tenochtitlan.

Muchas huellas permanecen de esa vocación histórica en esa área del castizo barrio: en una escondida plaza que se encuentra a un lado del pasaje comercial Pino Suárez, se yergue una bonita construcción virreinal que tiene labrada en piedra: A mayor honra y gloria de Dios y de Santa María Magdalena patrona de esta casa de públicas pecadoras fabricaron esta iglesia los inquisidores de México 1804. A un costado aparece una edificación neoclásica que ostenta sobre el portón Museo Agrario 1956-1964 Biblioteca y Hemeroteca. Ambos se encuentran cerrados, pero en buen estado de conservación. A unos pasos se levanta la linda capilla de San Lucas. Construida por los franciscanos a fines del siglo XVII, tiene una sencilla fachada con jambas almohadilladas, dos tragaluces y un nicho con San Lucas. La coquetería es el pequeño campanario lindamente decorado. El interior no llama la atención, excepto por su viguería en el techo, sostenida con zapatas.

Cuando se construyó San Lucas y por varios siglos, en la plaza funcionaba el rastro de la ciudad; cuando éste se trasladó a su nueva sede, se instaló un mercado semi ambulante, cuyos puertos se reubicaron en el Pasaje Pino Suárez.

Otra memoria de la vocación del rumbo es la hermosa casona virreinal que ocupa la esquina de Mesones y Las Cruces. Una placa de azulejo informa que ahí se establecieron las primeras casa de mancebía en el siglo XVI. En esa época ese tramo de la calle se llamaba Las Gayas, que era otro apelativo con el que se nombraba a las prostitutas.

Y ya que estamos aquí como andamos muy gastados por las fiestas decembrinas, vamos a la esquina de Jesús María y Regina a la taquería Los Paisas. En un gran comal están haciendo a mano las tortillas, con las que le preparan ricos tacos de diversos guisados o al pastor. Los acompaña con aguas o licuados de frutas que le hacen al momento.