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Ver día anteriorSábado 16 de febrero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cada loco con su tema
L

a comedia romántica hollywoodense se ha vuelto ya un género aborrecible por la forma mecánica en la que ha caído en la rutina y el lugar común (y por ser protagonizada por actrices como Katherine Heigl). Un punto a favor merece entonces el cineasta David O. Russell, quien en Los juegos del destino (versión olvidable del título original, cuya traducción aproximada sería Manual para ver el lado bueno de las cosas) combina su gusto por cierta excentricidad con elementos más convencionales de un género que, como en este caso, no es ajeno a las producciones independientes.

Russell tiene la virtud adicional de siempre mostrar afecto por sus personajes y encontrar el lado entrañable aun en sus peores rasgos. Sólo así se explica que aceptemos como protagonista a Pat Solitano (Bradley Cooper), recién salido de una clínica siquiátrica, diagnosticado con personalidad bipolar. Sin trabajo, separado de su mujer (con la que fantasea volver) y obligado a vivir con sus padres (Jacki Weaver, Robert DeNiro), el hombre intenta adoptar una visión más optimista del mundo (Excélsior es su lema), a pesar de que el final infeliz de Adiós a las armas, de Hemingway, es capaz de producirle un ataque de furiosa rabia a altas horas de la madrugada.

Para encontrarle una pareja era necesario crear a una mujer casi igual de dañada. Tiffany (Jennifer Lawrence) se presenta a sí misma como una golfa loca con un marido muerto. El encuentro entre ambos es, en un principio, de coqueteo que después se transforma en un asedio en el cual ella lo persigue a él en su ejercicio de salir a correr (envuelto en una bolsa de basura). Aunque ambos se exasperan llegan a un trato que involucra un intento de acercamiento de Pat a su ex mujer y, para Tiffany, un pretexto para verlo con frecuencia.

Con acierto, Russell ha recuperado algo del ingenio maniático de la comedia screwball, ese subgénero perfeccionado en los 30 y 40, en que una parte locochona de una pareja –la mujer, generalmente– le hace la vida imposible a un galán más bien apocado. En Los juegos del destino son ambos los enajenados. Y ambos deben convivir con familias que tampoco son un ejemplo de salud mental.

El ocurrente guión, adaptado por Russell de una novela de Matthew Quick, se las arregla para conjugar las diferentes obsesiones de sus personajes con tal equilibrio que en ningún momento sus acciones se perciben como irritantes o ridículas. Contra todo pronóstico, hasta logra fabricar un final feliz combinando un juego de futbol americano y un concurso de baile de salón que, aunque previsible, no deja de disfrutarse.

Para ello ha contado con un reparto que no podría ser más cumplidor. Cooper demuestra una capacidad para ser agresivamente intenso y simpático al mismo tiempo, para encarnar a un personaje que, en la vida real, sería un dolor de huevos. Si bien De Niro ejerce su papel de obsesivo compulsivo con el mismo tono gruñón del suegro de los Focker, lo hace con matices sentimentales que no se le habían visto en un buen rato. Sin embargo, es Lawrence quien es un fenómeno. Gracias a ella, a su insólita habilidad para ser brusca, vulnerable y seductora a la vez, la película encuentra su centro de gravedad. En un esquema normal de las cosas, Jennifer Lawrence promete tener una carrera muy próspera.

Los juegos del destino no es más que una satisfactoria comedia romántica. Pero, ante la decadencia reciente del género, eso ya es un triunfo.

Los juegos del destino

(Silver Linings Playbook)

D. David O. Russell/ G: David O. Russell basado en la novela de Matthew Quick/ F. en C: Masanobu Takayanagi/ M: Danny Elfman/ Ed: Jay Cassidy, Crispin Struthers/ Con: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, Chris Tucker/ P: Mirage Enterprises. EU; 2012.

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