Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Leonardo Padura:
escribir para algo
Gerardo Arreola
Medio Siglo de las luces
Andreas Kurz
La necesaria poesía
Raúl Olvera Mijares entrevista
con Antonio Colinas
Adolfo Sánchez Vázquez Tecnología y
nuevas artes
Carlos Oliva Mendoza
Ciencia, drogas
y penalización
Tim Doody
Mónica Dower.
Estética de la memoria
Ingrid Suckaer
Dos poemas
Athos Dimoulás
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected] |
|
Felipe Garrido
Háblame
–Dulce, ¿te acuerdas que sobabas a mi mamá?
–No soy Dulce, mamá. Soy yo.
–¿Quién?
–Yo, mamá, tu hija.
–Pensé que eras Dulce. Porque cantas como ella, ¿sabes? Así sin abrir la boca. Y porque eres buena pa sobar. Más arriba, hija, allí, más fuerte, no le pares. Pero, sí te acordarás que te conté que Dulce sobaba a mi mamá, ¿no es cierto? Allí no, hija, junto al hueso, más fuerte. Me acuerdo como si fuera ayer. Así, hija, así, no le pares, no sabes cuánto me sirve. A ella eran las piernas, ¿te acuerdas?
–No, mamá, yo no la conocí.
–¿No eras tú que la sobabas?
–No, mamá.
–Pero... O sea, tú eres nieta de María, ¿no es cierto?
–Sí, mamá, pero acuérdate, yo no la conocí. Acuérdate que cuando yo nací ya se había muerto. Y no andes volteando, madre, no te muevas, no me mires.
Una larga pausa en el sopor de la tarde que empezaba a llenarse de chanates.
–Y ¿por qué, Dulce, por qué no iba yo a mirarte? ¿Ya te moriste también? Contéstame Dulce, ¿no me oyes? Háblame. |