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Ningún país puede vivir de los apoyos humanitarios, reconoce embajador

De la ayuda internacional prometida después del sismo, 75% no llegó a Haití

El gobierno apuesta por la inversión extranjera para impulsar la recuperación y el crecimiento

 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de junio de 2013, p. 17

El 12 de enero de 2010 un terremoto provocó en Haití la muerte de 316 mil personas, dejó heridas a 350 mil más y sin hogar a un millón 500 mil. Entonces, decenas de organizaciones civiles, gobiernos y organismos internacionales ofrecieron millones de dólares para la reconstrucción del país. A tres años y medio de la tragedia, sólo 15 por ciento de la ayuda prometida ha llegado.

Tuvimos la entrada masiva de organizaciones no gubernamentales (ONG). Tuvimos también el apoyo masivo de la comunidad internacional, se hicieron muchas promesas que crearon esperanzas en el pueblo. Con el tiempo las ONG se fueron, el dinero también y las promesas ahí quedaron, señala el embajador de Haití en México, Guy Lamothe.

En entrevista con La Jornada este economista advierte que los haitianos tienen claro que ningún país puede vivir permanentemente de la ayuda humanitaria, y menos aún crecer a base de estos apoyos, por eso necesitamos asociarnos con capitales extranjeros para iniciar la recuperación del país y planear su desarrollo, para terminar con el éxodo de haitianos y contribuir a la estabilidad de la región.

Lamothe recuerda que desde antes del terremoto Haití venía arrastrando graves carencias, “hijos sin padres por las recurrentes crisis sociales, derivadas de la represión impuesta por la dictadura militar, alto analfabetismo, un éxodo permanente en un país tan pequeño –10 millones de habitantes– y sin recursos naturales, pero ya en plena transición democrática, donde gozamos de un sistema de derechos humanos avanzado y una libertad total de la prensa”.

Desde entonces, agrega, Haití está por políticos orientados hacia la promoción de inversiones para la creación de empleos sostenibles, estamos abiertos a hablar sobre inversiones en todas las áreas, a incentivar a los empresarios y a facilitar los negocios, insiste.

Por muchas razones, el dinero prometido en 2010 no ha llegado a Haití, pero hay países y organizaciones que sí han hecho su trabajo. El Banco Mundial y la Unión Europea están haciendo un trabajo fuerte para el fortalecimiento institucional, la reconstrucción física y social, pero la parte del crecimiento, que es lo que necesitamos, depende de la inversión extranjera. Para alentarla construimos un parque industrial en el norte de Haití, creamos una zona franca, implementando de manera paralela una diplomacia de negocios, apunta.

México fue el tercer país que llegó en ayuda de Haití en 2010, con médicos y enfermeras, para salir de ese colapso, y ha mantenido la ayuda con la reconstrucción de escuelas, hospitales y mercados, llamando a sus empresarios a invertir y ha aceptado a unos 800 haitianos con estatus de refugiados humanitarios, además de incrementar sustancialmente el número de becas para estudiantes haitianos. Ahora queremos ser no un receptor de ayuda de México, sino un socio, compartiendo valores, inversiones y apoyo político en foros internacionales, como el voto de Haití para la relección de José de Jesús Orozco como presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, agrega.

Hoy Haití es un país que ofrece a la inversión un arancel bajo, la posibilidad de contar con cuentas de banco en la moneda local y en dólares, exenciones fiscales y aduaneras, la garantía de repatriación de capitales y con más de la mitad de la población por debajo de los 25 años de edad como fuerza de trabajo.

Lo que necesitamos ahora es esa sociedad que complemente la ayuda humanitaria todavía urgente en mi país. Hemos firmado acuerdos con México para mejorar nuestra oferta turística, para invertir en educación técnica. Hemos hecho nuestra tarea, pero no podemos hacerlo solos.