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El hallazgo permitirá leer los ADN de fósiles que se creían muy dañados, dicen expertos

Descifran el genoma de un caballo de hace 700 mil años

Se analizó un pedazo de metápodo, elemento de un hueso largo de la pierna, explicó investigador francés del Centro de Geogenética del Museo de Historia Natural de Dinamarca

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Fragmento del hueso con el que se llevó a cabo el estudioFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 27 de junio de 2013, p. 2

París, 26 de junio.

Un equipo de investigadores descifró el genoma de un caballo de hace 700 mil años, de lejos el más antiguo genoma jamás analizado y un triunfo que permite considerar la posibilidad de leer en los ADN de fósiles que se creían muy dañados para suministrar informaciones aprovechables.

Todo comenzó en 2003 con el descubrimiento de un pedazo de hueso fosilizado en una capa de tierra congelada (permafrost) en el Yukón canadiense.

Se trata de un pedazo de metápodo, elemento de un hueso largo de la pierna; es parcial, de unos 15 centímetros de largo por 8 de ancho, explicó Ludovic Orlando, investigador francés del Centro de Geogenética del Museo de Historia Natural de Dinamarca.

Un hueso de caballo revela la comparación morfológica con otros caballos prehistóricos. Mejor aún: es un hueso conservado en frío, de unos 735 mil años, yaciente en el estrato de permafrost del cual fue exhumado.

Y pese a que el más antiguo genoma secuenciado hasta el momento era el del hombre de Denisova, 10 veces más joven (70 mil a 80 mil años), el equipo danés decidió enfrentar el reto y analizarlo.

Era una ocasión única para hacer avanzar nuestras tecnologías al límite (...) Yo mismo, para ser honesto, cuando comenzamos pensaba que no era posible, subrayó Orlando, autor principal del estudio, publicado el miércoles en la revista Nature.

Los investigadores verificaron antes si las moléculas de los huesos habían sido bien preservadas por el hielo durante tanto tiempo. No sólo encontraron allí los constituyentes del colágeno, proteína principal de los huesos, sino que lograron secuenciarla. Y, sorpresa, vieron así otras moléculas, como los marcadores de los vasos sanguíneos que irrigan el hueso.

Todo parecía, pues, reunido para buscar allí el ADN con la tecnología denominada de segunda generación, única disponible en el momento. Efectivamente, se pudo identificar que la media de una secuencia de un total de 200 es de origen equino, afirmó.

Eso seguía siendo insuficiente desde un punto de vista científico. Los investigadores de Copenhague trataron entonces de hacer algo inédito desde el punto de vista tecnológico, beneficiándose de los progresos recientes de la investigación médica. Utilizaron la genómica de tercera generación, que posibilita secuenciar moléculas de ADN sin manipularlas ni amplificarlas, preservándolas así al máximo, ya bastante degradadas por el paso del tiempo.

El resultado fue de tres a cuatro veces mejor que antes. Tratamos de mejorar más cambiando algunos parámetros, como la temperatura, el método de extracción, etcétera. De una secuencia equina de 200, se pasó casi a 10 veces más, indicó Orlando.

Teníamos muchas pequeñas piezas, pero como había muchas, podíamos reunirlas y colocarlas sobre un genoma de referencia. ¡Como un vaso que estuviera roto en mil pedazos, es un rompecabezas con miles de millones de piezas!

Es claramente un miembro de la especie del caballo, primo lejano situado al exterior del grupo de todos los caballos modernos, como prueba la comparación con el genoma de cinco variedades domésticas, del de Przewalski (equino salvaje muy cercano al caballo) y de un equino antiguo de hace 43 mil años.

Es más grande que los ponys actuales y más que los caballos Fjord. Tiene el tamaño de la especie islandesa, precisó el investigador.

Ancestro común

De paso, los genetistas demostraron que el ancestro común de todos los equinos modernos (caballos, asnos, cebras, etcétera) apareció hace unos cuatro millones de años, dos veces más temprano de lo que se pensaba.

Y sugieren también que el caballo de Przewalski, último sobreviviente de la población de caballos salvajes, es genéticamente viable, pese a los cruces realizados para salvar esta especie en extinción.

Pero en especial, el logro de estos expertos abre perspectivas hasta ahora imposibles, haciendo posible soñar con analizar un día el ADN de animales prehistóricos, o ancestros del hombre que se creían inalcanzables.

Más o menos 10 por ciento de las moléculas de muy pequeño tamaño sobreviven más allá de un millón de años en esas condiciones. Y la buena noticia es que esas moléculas tienen suficiente información detectable, resume el investigador.

¡Se abre una puerta que pensábamos cerrada para siempre! Todo dependerá del avance de las tecnologías, pero hay muchísimos argumentos para pensar que eso nos llevará a una gran caja fuerte, más que a un lugar sin salida, aseguró Ludovic Orlando.