Opinión
Ver día anteriorViernes 12 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desconfianza desordenada
L

os acontecimientos y circunstancias acaecidos en los comicios del domingo pasado dan lugar a múltiples especulaciones e hipótesis en torno a la evolución, curso y consecuencias a las que ha dado lugar. Son muchos los calificativos que podrían serle aplicados.

Mas el lenguaje, la palabra, nunca termina de dar cuenta de aquello que se nos escapa, que se oculta y que sin embargo es el centro del asunto. Aquello que por enigmático e imperceptible no resulta descifrable. No obstante si atendemos a lo percibido por los sentidos aunado a nuestra interioridad, existe la posibilidad de establecer una probable lectura de los hechos.

En este recuento de los daños, sea cual sea el desenlace, lo que prevalece es una dolorosa sensación de desamparo ante la situación que vivimos.

Una sensación de desconfianza y miedo recorre y se desliza en las negociaciones entre las autoridades electorales y los partidos políticos marcados por prácticas irregulares, violencia, mínima disposición de dichos partidos y candidatos a acatar resultados e incapacidad de los organismos electorales para presentar resultados convincentes (editorial de La Jornada, 9/7/13).

Como en el castillo de Franz Kafka, la cima no es el fin, sino lo inaccesible. Una puerta que conduce a otra, un secreto que oculta otro secreto… siempre quedará lejos de nosotros mientras sigamos hablando… Una desconfianza que hace interminables cada punto, cada coma, cada pausa, cada palabra, que pueden ser llevados hasta el infinito.

Desconfianza en los límites del encuadre (tiempo, lugar, personas, formas de expresión, respeto mutuo) que a su vez se tornan ilimitados. Desconfianza en el orden para plantearse los temas. Reflejo de una experiencia en la que queda abolida la conciencia abierta a lo inimaginable, con severos matices persecutorios y querulantes y de que de algún modo proscribe las palabras que corresponderían a su dominio.

Una desconfianza que pone de manifiesto un abismo construido de desconfianzas mutuas entre las autoridades electorales y los integrantes de cada uno de los partidos y donde el lenguaje (diálogo) es motivo de interminables sospechas. La falta de confianza básica no hace más que poner de relieve el instante, los instantes trágicos, en que el sentido se destruye y se llega a la violencia.

Desconfianza que habla de algo inaprehensible, de una ruptura que surge del interior mismo de las palabras, de las palabras mismas; fisuras en las palabras por donde se escapa el sentido transformando lo real en expresiva mudez, donde las palabras existen independientemente de lo que expresan, desligadas de su contenido, disociadas y escindidas de su significado y sentido.

¿Dónde quedaron los grandes temas nacionales: desigualdad, hambre, marginación, desempleo, corrupción, inseguridad, violencia, crueldad? (ídem).

La desconfianza revelada en los silencios, rupturas del diálogo e inasistencias es el sello característico de la impotencia (omnipotencia) recíproca frente a una violencia sin legitimidad racional alguna.

Cuando la visión de lo que no encuentra representación se inmoviliza –el horror, lo sublime, la humildad–, la palabra desaparece, se congela y su penoso esfuerzo de querer decir se desmorona frente a la negación cultural de la barbarie… La palabra no es sino el signo de un pensamiento y la imaginación la dota de la representación del objeto no presente, pero para ello resulta indispensable un encuadre, un reconocimiento del otro, no siendo así, la palabra opera de manera hueca, sin eco, sin resonancia, tumultuosa, desustanciada, sin referente y sin destinatario; ello se traduce en actuaciones irracionales, verbalizaciones como mera descarga, en lugar de actos racionales precedidos por la reflexión producto de un acto de pensamiento complejo.

Se incuba allí la desconfianza que impide reconocer que el lenguaje cubre la angustia y el miedo a lo incognoscible… El poder de lo que está en juego excede al poder de lo que se dice… Cada palabra tirando de otra, creando una base de significación que la desplaza. Y las palabras sugiriendo, puntuando, haciendo sospechar…

Y como señala el editorial de nuestro periódico. El panorama es alarmante porque fuera de los procedimientos democráticos el país no dispone de mecanismos válidos y viables para resolver sus diferencias y avanzar en la solución a sus problemas (ídem).