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Reportaje /25 años del Iago

El Estado debe hacerse cargo, dice el artista

Fundé una bomba cultural, suave y dulce: Toledo

Se trata de una organización pionera en llevar la enseñanza a museos y bibliotecas

Con sentido de responsabilidad y sin protagonismo, Francisco Toledo ha impulsado iniciativas en favor de la cultura, como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, un referente nacional e internacional

 
Periódico La Jornada
Jueves 28 de noviembre de 2013, p. 3

El Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Iago) cumple 25 años, consolidado como la matriz cultural de una ciudad que, gracias a ese recinto, luce un mejor rostro desde hace tres lustros, señalan quienes han sido testigos del enorme trabajo que ahí se realiza.

El recinto es una bomba, pero cultural, suave y dulce, explica a La Jornada el pintor Francisco Toledo (1940), quien echó a andar ese proyecto el 28 de noviembre de 1988 para ser sede, de puertas abiertas a todo público, de su espléndida colección de obra gráfica.

Instalado en una casona del siglo XVIII que el artista habitó durante 10 años, también propuso que funcionara ahí un centro de estudio y promoción de arte.

En un principio, recuerda, sólo contaban con un anaquel y cuatro libros en un cuarto de tres por dos metros. Hoy, el acervo suma poco más de 70 mil ejemplares y sigue creciendo gracias a la devoción de Toledo, quien personalmente provee e incrementa la colección mediante galerías con las que intercambia dibujos o grabados por libros, encargos que hace a sus amigos de otros países o revisando catálogos de museos por Internet y solicitando los volúmenes.

El Iago ha sido, además, cuna de importantes proyectos que han convertido al estado en referente internacional.

A Francisco Toledo no le gusta la palabra detonante por su sentido violento, pero reconoce que la fundación del instituto fue un momento en el que sucedieron cosas, pues coincidió con la aparición del Patronato para la Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca (Pro-Oax), el regreso de Rodolfo Morales a Ocotlán y el retorno al estado de Sergio Hernández, ambos destacados colegas.

Entre todos, se hizo un ambiente, recuerda el pintor. Después, añade, se abrieron galerías, museos, como el de Arte Contemporáneo de Oaxaca (Maco), el Centro Fotográfico Álvarez Bravo, el Centro de las Artes San Agustín Etla; se restauró el ex convento de Santo Domingo, con su magnífico jardín botánico, y luego, la Fundación Alfredo Harp, con María Isabel Grañén, se sumó al mecenazgo y abrió otras instancias.

Por un cambio de estafeta

Al describir todas esas iniciativas, a cinco lustros de distancia, Francisco Toledo afirma: “Ya sobra el fundador. Creo que es tiempo de dejárselo al Estado mexicano (al Instituto Nacional de Bellas Artes –INBA– y/o a Oaxaca) para que tengan en sus manos los dos edificios, las colecciones, la biblioteca y la responsabilidad de los trabajadores. Les queremos dejar el paquete completo”.

Aunque el artista asegura que esta idea la ha platicado poco y todavía no hay nada concreto al respecto, insiste en que ya prestó 25 años de servicio al INBA, deberían de jubilarme, darme una pensión y decirme que no me pare por allí. Esperemos el año entrante concretar algo.

El acervo del Iago ha crecido tanto, que en 2011 se inauguró otra sede en la avenida Juárez de la capital oaxaqueña, para albergar una biblioteca especializada en filosofía, literatura y poesía.

La colección de gráfica, que lleva el nombre de José F. Gómez y se encuentra en el inmueble de la calle Macedonio Alcalá 507, en el Centro Histórico de Oaxaca, cuenta con obras de grandes maestros internacionales como Durero, Tiepolo, Goya, Delacroix, Munch, Ensor, Picasso, Chillida, Dubuffet, Tàpies, Alechinsky, Freud, Klinger y Beckmann, entre muchos otros, así como un rico apartado de creadores mexicanos.

“Hay dos Iagos –continúa Toledo–, uno que es todo el acervo de libros de arte, y el otro ya instalado en la casa que se compró en la avenida Juárez; allí está también la Fonoteca Eduardo Mata, todo eso hay que dejarlo al Estado”, reitera.

El edificio en el cual se fundó el Iago era la casa de Toledo, sus hijos y Elisa Ramírez, pero “como nos habíamos separado, quedó abandonada. Rufino Tamayo una vez se apareció por acá y la quería comprar. Le propuse que pusiéramos un museo y dijo que sí, pero después no se pudo. En ese entonces estaba Víctor Sandoval al frente del INBA, me habló y también al gobernador Heladio Ramírez, y nos dijo, ‘como no se pudo hacer con Tamayo, hay que hacerlo de todos modos’. Me convencieron y empezamos a trabajar. El gobierno de Oaxaca se encargó de la restauración del edificio. En la transición de gobernador –entró Diódoro Carrasco– nació el instituto”.

Francisco Toledo también rememora que el IAGO estuvo a punto de no concretarse porque toda su colección de obra gráfica estaba resguardada en el Museo de Arte Carrillo Gil, el cual se inundó y se dañó gran parte de ese acervo.

Fue “un momento de desaliento y de decir, ¿para qué? Pero los amigos insistieron: ‘hay que seguir’, y como soy fácil de convencer, pues se hizo gracias a amigos que han colaborado, pintores como los Castro Leñero, Irma Palacios, Vicente Rojo, Jan Hendrix; personas de las galerías Juan Martín y de Arte Mexicano nos prestaban exposiciones”.

También se hizo una revista, El Alcaraván, financiada con grabados que aportaban los colegas, fue importante en su momento, pero se acabó. Luego, quisimos rehacerla, pero ya no salió. Allí hubo colaboradores que ahora son muy importantes, como Cuauhtémoc Medina, Renato González Mello, el mismo Hendrix, Patricia Álvarez, y yo, apunta el artista.

Para celebrar el cuarto de siglo, el Iago inaugurará este viernes dos exposiciones. Una, con carteles diseñados por Francisco Toledo a partir de las portadas de sus 15 libros favoritos, entre ellos, La Divina Comedia, ilustrada por William Blake; Catalogue Raisonné, de Paul Klee; Albrecht Durer, de Norbert Wolf; Calligraphies Ottomanes: Collection du Musée Aakip Sabanci, edición de la Université Sabanci de Estambul; y Karl Blossfeldt: Working Collages, publicado por The Mit Press.

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Francisco Toledo en el Centro de las Artes de San Agustín Etla, OaxacaFoto Yazmín Ortega Cortés
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Cartel creado por Francisco Toledo que se incluye en una de las dos exposiciones conmemorativas por el aniversario 25 del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, que mañana se inauguranFoto cortesía del Iago

La otra muestra reúne las obras realizadas por artistas invitados a intervenir fotografías del fallecido Roberto Donis, entre ellos Abraham Cruzvillegas, Daniel Guzmán, Irma Palacios, Francisco y Miguel Castro Leñero, Pa-

tricia Álvarez, Eduardo del Río, Rius; Gonzalo Rocha, Vicente Rojo, Abril Salgado, Jesús Martínez, Demián Flores, Dr. Lakra, Jan Hendrix, Elena Pardo, Magali Lara, Carlos Franco, Guillermo Olguín, Rafael Barajas, El Fisgón; Sabino Guisu, Trine Elitsgaard y Laureana Toledo.

Otros de los proyectos que partieron del Iago han sido: la Editorial Calamus, abocada principalmente a la poesía, el cineclub El Pochote y el Taller de Papel.

El maestro Toledo tiene ese poder de los introvertidos del que hablan algunos libros, pues con un sentido de responsabilidad social más que de protagonismo, ha impulsado un sinfín de iniciativas en favor de la cultura, y lo hace con discreción, por eso, su voz es mucho más fuerte y pura, señala Daniel Brena, director del instituto donde laboran 50 personas.

Añade que “la colección gráfica está en constante movimiento en diferentes lugares en el país. Por ejemplo, para este aniversario, trabajamos con varios museos en Oaxaca para darles la posibilidad de que curaran su propia muestra a partir de nuestro acervo. De esta manera, el Museo Textil montó una exposición dedicada a Miguel Covarrubias y el Museo de la Filatelia una con grabados que tiene que ver con el intercambio epistolar.

También Instrumenta Oaxaca se unió a los festejos y en el Centro Cultural San Pablo presentó una exposición dedicada a José Guadalupe Posada. Todos estos son ejemplos exitosos de cómo nuestro acervo interactúa con otros recintos que, en apariencia, no tendrían relación con nuestra colección.

El Iago, continúa Brena, “ha crecido junto con su público y sus visitantes, hoy no sólo es un referente del inicio de muchas instituciones, sino que hace 25 años fue pionero en programas educativos en este tipo de recintos, pues entonces la enseñanza no estaba en los museos ni en las bibliotecas.

“Pero no nos quedamos con el trabajo sólo en esta sede. Otra de las actividades fundamentales impulsadas por el maestro Toledo es la donación de libros por todo Oaxaca y México. Hay muchas bibliotecas en comunidades oaxaqueñas que tiene la colección entera de Calamus, conformada por poco más de 30 libros y, en Puebla, la mayoría de los 6 mil ejemplares que tiene el Museo Taller Erasto Cortés, se los ha donado el Iago.

Nuestro reto no sólo es conservar el acervo, que cada día crece, sino continuar con el mismo nivel de exposiciones, y tener siempre material suficiente para que las personas continúen conectadas con los libros, concluye Daniel Brena.

Conocimiento y cultura

Francisco Castro Leñero, uno de los colegas de Toledo que ha apoyado desde el principio al instituto, dice que “la relevancia de celebrar los 25 años del Iago estriba en que es la primera institución que crea Francisco; a partir de allí, se desarrollaron una gran cantidad de iniciativas y situaciones. Hay que celebrarlo también como un centro de gráfica fundamental, con una de las mejores colecciones que hay en México.

“Respecto de la biblioteca, uno de los proyectos más destacados de Francisco (Toledo) tenía que ver con la idea de que para influir en la cultura hay que hacerlo con el conocimiento.

“En el momento que ofreció la posibilidad de la información y el conocimiento, comenzó a transformar la realidad en Oaxaca. La creación de la biblioteca fue fundamental en esta idea de enriquecer a una sociedad para que viera que hay muchos rumbos, muchas historias y muchas maneras de entender el arte.

No sólo hay que celebrar al Iago, sino a toda esa energía fundadora que ha tenido Francisco Toledo. Sin él, Oaxaca y el país serían otra cosa.

Jan Hendrix, otro de los grandes colaboradores de Toledo, comenta: A Francisco y a mí nos unen los libros, la tinta, el papel y la estampa. El Iago es un lugar de referencia para la gráfica a nivel internacional. De allí siguió una cadena de instancias que, inclusive, el mismo Francisco no se esperaba. Es una infraestructura fuera de serie, México no tiene nada igual y sorprende que se haya logrado porque no se esperaba que en 25 años hubiera crecido tanto. Tiene un impacto local, pero también en los ámbitos nacional e internacional.

En opinión de Iván Restrepo, hay lugares de visita obligada en Oaxaca: “El conjunto que integran el templo de Santo Domingo, su museo y jardín botánico, el mercado, la unidad arquitectónica integrada por la iglesia de la Soledad, la Escuela de Bellas Artes, la Plaza de la Danza y el Palacio Municipal, el teatro Macedonio Alcalá y, por supuesto, el Iago, primer logro de la serie de iniciativas culturales que Francisco Toledo le ha dado a su ciudad y al país.

‘‘El Iago no solamente es punto de reunión y espacio de novedosas exposiciones: también cuenta con una magnífica biblioteca. Como ya sobrepasó su capacidad, el mecenas adquirió otra casa en una calle cercana para albergar más libros interesantes, consultados por propios y extraños. ¡Muchos cuartos de siglo más para el Iago y para su incansable creador!”