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El montaje de El niño y el toro se escenifica en el Teatro de la Danza

Defienden la inocencia infantil con una propuesta de danza, títeres y dramaturgia

La inteligencia de los pequeños es muy especial, porque no tiene las prerrogativas del adulto de no digas que es feo, no levantes la voz, señala el coreógrafo Alberto de León

Foto
Escena de El niño y el toroFoto Claudia María Torrero
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de noviembre de 2013, p. 3

Sombra, el toro de lidia, se le aparece en sueños al pequeño Pablo para decirle que, contrario a lo que afirma su madre, los humanos matan por diversión, a mí me van a sacrificar.

La muerte del astado es inminente; junto con el animal, la inocencia del niño. Un simbolismo sobre el descubrir el mundo, con sus crueldades y la paulatina pérdida de la inocencia es el tema central de la obra infantil El niño y el toro.

Se presenta en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque (Paseo de la Reforma y Campo Marte, estación Auditorio de Metro), donde mañana termina temporada.

Alberto de León, director del montaje que fusiona danza contemporánea, títeres y dramaturgia expone que hay un mensaje: Los adultos crecemos, tenemos que sobrevivir, nos adaptamos, pero perdemos mucho en el camino: frescura, honestidad, autenticidad, ternura. Te tienes que proteger, usar máscaras, por lo menos no decir toda la verdad. Así funciona el mundo. No lo vamos a reinventar.

Son tres los personajes de la obra, el niño Pablo que es una marioneta manipulada por Edwin Salas, la mamá y el gran toro enmascarado, ambos representados por la bailarina de danza butoh Cin-thia Patiño. Además, el coreógrafo también baila en representación del adulto que es Pablo.

Cómo explicar sin mentir

En entrevista, Alberto de León revela el origen de la obra: su hija de cuatro años. “Me ha hecho ver muchas cosas de las que antes no me percataba. La idea comenzó a nacer cuando me empezó a hacer preguntas sobre lo bueno y lo malo, entre otras cosas. Y yo pensaba, ¿cómo le explico este mundo sin mentirle? Preparándola, pero sin quitarle su ternura.

Es muy complicado educar a un niño. Porque reciben todo así, de golpe, y tienes que enseñarles a defenderse, pero no quieres que pierda su inocencia. Y al mismo tiempo no le puedes ahorrar ciertas cosas porque tiene que ser fuerte. Entonces, empezaron muchos planteamientos.

También, vivir por un tiempo en la ciudad de Querétaro y un controvertido debate sobre la fiesta taurina le hizo pensar en el maltrato animal y la importancia de no matar lo que es puro y bello. Son una serie de asociaciones que en algún momento debían aterrizar. En este caso escogimos la danza y los títeres.

A principio de este año durante una residencia en La Granja Centro de Arte, en Amanalco de Becerra, estado de México, se comenzó a dar forma a la idea. Tras un mes y medio de proceso se presentó un adelanto en la comunidad de la localidad. Finalmente, al trabajar la estructura básica de la obra se hicieron las adaptaciones para un planteamiento más completo.

Tercera producción infantil que realiza, Alberto de León indica que es un público muy complejo, “porque no lo puedes engañar. Primero, no debes tener esa intención. Y luego, no lo puedes hacer porque el niño detecta lo que no es honesto, que no tiene fuerza o es falso. O, en el peor de los casos, acaba viendo una cosa que a nadie le hace falta. La inteligencia infantil es muy especial, porque no tiene las prerrogativas del adulto de ‘no digas, no levantes la voz, no digas que es feo’.

Es muy difícil, porque es necesaria la honestidad, pero a la vez ser claro y entender que todavía no saben cosas del mundo.

Agrega que hubo el descubrimiento de un reino al que no había logrado entrar, al que llama el reino de lo oscuro y que en algún momento debe tener luz, y que es la más verdadera por ser un destello en medio de la oscuridad. Empecé a llevar un perfil más oscuro y siniestro. No en un sentido perverso, sino en el de los significados escondidos en lo profundo y que están velados por el adulto y la sociedad.

Afirma que sería irresponsable no decir que en México se hacen buenas obras para niños. Con mensajes fuertes, interesantes, comprometidos. Como padre me rehúso a llevar a mi hija a llevarla a ver princesas. Y hemos visto juntos obras que me han dado mensajes muy fuertes sobre la condición humana.

La infancia es un momento muy difícil en la vida. Parece muy sencilla, pero van a confrontarse con lo bueno y lo malo. Yo echo de menos lo que se pierde en el camino. Y al niño le tienes que enseñar este mundo adulto, pero ojalá no perdiera estas cosas.