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El nuevo autorretrato del aeda
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Periódico La Jornada
Sábado 30 de noviembre de 2013, p. a16

El señor Robert Zimmerman, presencia cultural influyentísima, se manifiesta de mil maneras.

Presenta nuevo disco. Se pone nuevamente a la vanguardia con el estreno de un videoclip interactivo. Su Gira Interminable cumple un cuarto de siglo. A sus 72 años, sigue abanderando a toda una generación de aedas que han rescatado la poesía y la cultura para el rock.

Al igual que John Lennon, Van Morrison, Lou Reed, Laurie Anderson, Patti Smith, Iggy Pop, Bruce Springsteen, entre la pléyade, el señor Zimmerman pone la noción de cultura al servicio de la música y de la poesía para documentar la cotidianidad, la visible y la interior de cada uno de los todos: más que cronista, es un pensador social; más que filósofo, poeta. Lo suyo es la reflexión más honda pero sin aspavientos.

De entre ese Olimpo rock-cultural, la ironía de Lou Reed iluminó con su sonrisa el argumento, blandido antes de morir: para el rock sólo se necesitan tres acordes, tundió.

Todos ellos ponen la poesía al servicio de la música. Ninguno de ellos se alza como músico virtuoso.

Al frente de ellos, el señor Zimmerman comete el lujo de berrear para crear belleza, se come versos enteros para hacer versiones nuevas de las mismas obras, se limita a tres o cuatro acordes para hacer el horizonte más hermoso y cuando le viene en gana construye polifonías, entramados armónicos, elaboraciones harto complicadas/cómplices para construir piezas catedralicias.

El nuevo disco del señor Zimmerman se titula Another Self Portrait (1969-1971) The Bootleg Series. Vol. 10 y es una mina de maravillas: inéditos, versiones alternativas, tomas de estudio desechadas y recuperadas, piezas en vivo impecablemente transformadas en nuevas obras, canciones tradicionales, creaciones de amigos (entre ellos George Harrison, con quien grabó dos cortes de este álbum) y de autores admirados. Todo un luminoso, apabullante, generoso arsenal de obras rescatadas y puestas al día para que el conjunto merezca llamarse nuevo disco.

La naturaleza de esta nueva obra de arte explica los tambaleos de la crítica frente a una obra siempre cambiante, vibrante y pensante. Por ejemplo, cuando Dylan publicó la versión original de este disco, con el título Self Portrait, en 1970, Greil Marcus dijo recoger “la frase que salía de todos los labios: ¿y esta chingadera qué? (what is this shit?)” en la revista Rolling Stone, la cual ahora, ante las evidencias y el apaciguamiento de las emociones gracias al paso del tiempo, 43 años después se postra y rinde reverencias ante la nueva obra del maestro, quien de esta manera recuerda al mundo que él, como Lou Reed, Van Morrison y toda la pléyade, no es autor de cancioncitas de éxito sino de obras de arte.

Desde la inicial Went to see the gypsy está la magia Dylan, su peculiar sentido del humor, sus situaciones entre surrealistas y cotidianas, oníricas y reales. La crónica de cuando, narra, fue a consultar a un gitano quien lo recibió con una sonrisa socarrona y había una chava muy linda bailando en el lobby del hotel lujoso y las luces se desvanecían y afuera la luz del día brillaba sobre el río de lágrimas/ las vi a la distancia/ con música en mis oídos y la muchacha comenzó a gritarme al oído: corre a ver al mago, él te puede ayudar a emerger de las sombras, él puede desvanecer tus miedos y todo esto lo canta el aeda con una entonación encandilada.

Ya está en ese disco desde entonces la bonita costumbre que tiene Dylan de desarmar las piezas y volverlas a componer como un mecano de agua, un chopo de cristal, un alto surtidor que el viento arquea, como diría el otro poeta.

En el nuevo disco del aeda lo podemos escuchar camaleonear su voz a placer: ya su tesitura emblemática, rasposa, de piedras rodantes en el río, ya como todo un croon, ya un tenor inspirado, ya un aullador campesino, ya un gritante carcajiento con su amigo Harrison, y siempre contando historias lindas, como cuando se enamoró de una hermosa muchacha de Sonora y recurre a la canción antigua que dice que El español es la lengua del amor y cuenta cómo la muchacha le enseñó a decir frases como adiós mi amor, mi corazón.

Armas pacíficas y amorosas de acción retardada, las obras de Dylan parecen inocentes y simplonas, como el video interactivo de Like a Rolling Stone, a 48 años de escrita esa canción y pone al espectador a jugar al zapping frente a un televisor, acto de por sí dramatúrgico y eleva una reflexión social que deja al televidente sonriente y cantante y pensante. Lo saca del letargo de la sociedad de consumo (lo puede disfrutar el lector aquí: www.bobdylan.com).

Entre los griegos, el aeda contaba la realidad cantando y esa poesía se volvió muda cuando la palabra aeda se convirtió en la palabra poeta porque dejó de cantar.

El señor Robert Zimmerman también recupera esa antigua tradición cultural tan necesaria: la del aeda.

Loor.

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