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Se fue como todos los jóvenes, a buscar empleo: familiares

‘‘Su sueño era comprar un carro’’
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 23 de enero de 2014, p. 3

Miacatlán, Mor., 22 de enero.

Édgar Tamayo Arias, como todos los jóvenes del país que migran, lo único que quería al irse a Estados Unidos era encontrar un trabajo para cambiar sus condiciones de vida y las de su familia. Su sueño era –dijeron sus familiares– comprar un carro, conocer ese país y que sus hijos estudiaran una carrera universitaria. Nunca imaginó que terminaría en el pasillo de los condenados a muerte en Texas.

En 1987, cuando Édgar tenía 19 años, se fue al vecino país con su primo Luis Luna y su amigo Leonel Orihuela, narra su tía María Luna, madre de Luis, mientras espera frente al televisor noticias sobre la ejecución de su sobrino. ‘‘Ellos se fueron como se van la mayoría de los mexicanos: a buscar trabajo y oportunidades porque desgraciadamente aquí no hay’’, lamentó.

Los tres jóvenes, alegres, soñadores y trabajadores, más o menos de la misma edad, dijo María, decidieron irse para ganar dólares y ayudar a sus familias enviando dinero. Ellos ‘‘creían que allá era mucho más fácil dejar la pobreza’’.

Primero se fueron a la ciudad de México, donde abordaron un autobús a Tijuana. Ahí contrataron un coyote. Cuando estuvieron del otro lado cada quien tomó su camino; buscaron a sus familiares y amigos. Édgar trabajó primero como obrero en San Francisco, California. Mandaba dólares a sus padres y regalos a sus hermanos.

La tía de Édgar lo recuerda como un joven juguetón, risueño, valiente y trabajador, al que le gustaba mucho bailar... ‘‘Quería comerse el mundo, conocer, quería un carro, quería mejorar sus condiciones de vida’’ , comenta su tía. Recuerda también que al morelense le gustaba montar y torear. Montaba los toros y ganaba un poco de dinero. Durante los cuatro años que estuvo sin estudiar y sin trabajar en Miacatlán creció su pasión por los jaripeos.

Otros conocidos de Édgar aseguran que se fue porque en esas montas y faenas que hacía se accidentó varias veces, y que su padre (Héctor Tamayo), maestro de primaria con otros 4 hijos, no aceptaba que su hijo mayor anduviera montando y poniendo en peligro su vida.

En la casa donde viven sus padres desde hace 12 años está instalado un altar en donde su madre rezó noche y día para que le perdonaran la vida a su hijo. En ese altar hay fotos de Édgar, además de imágenes de la virgen de Guadalupe que él hizo (ya encarcelado) y envió a sus padres.

Al medio día de este miércoles, en la casa de los Tamayo sólo estaban una cuñada y una sobrina de Édgar, que nunca lo conocieron. Sus padres y hermanos viajaron a Texas, para acompañarlo en sus últimas horas. Dos de sus hermanos viven en Estados Unidos desde hace varios años. Conforme avanzó la tarde, primos y tíos se fueron congregando.

Cuando dieron las seis de la tarde y se anunció el aplazamiento de la ejecución, la esperanza renació. Pero después de las 9 de la noche, Edelmira Arias, prima de Édgar, recibió una llamada en la que le dijeron que era cuestión de minutos que su familiar fuera ejecutado.

Edelmira regresó al lugar donde las mujeres rezaban y pidió a los reporteros presentes que se retiraran porque lo que ustedes saben ya se hizo. En la calle, los vecinos colocaron algunas sillas. Se preparaban para una larga vigilia.